Nebulosas y agujeros negros
Han vuelto a cambiarle el tratamiento. Y le han recomendado mirar su realidad con distanciamiento. Él lo intenta. Ciertamente le reconforta algo pensar en la relativa insignificancia de todo. Pero pronto el terrible objeto de su dolor resurge inabarcable. Y toda su perspectiva escapa disparada por el punto de fuga.
Muy bello y profundo.
ResponderEliminarAún no existen medicamentos que te evadan de la realidad totalmente.
Quizá sea mejor tratar la mente, que olvidar un problema con un fármaco.
Es penoso el dolor, pero también nos puede hacer más fuertes.
Gran relato, Enrique. De los que te deja dando vueltas al coco. De los que tendré que releer más de una vez.
Que bien escribes, amigo. Que 50 palabras tan magníficamente escogidas. Un fuerte abrazo.
Pablo
Muchas gracias, Pablo. Confieso que he puesto en esta historia la misma dedicación que requeriría un poema, pero una vez acabada no estaba seguro de que fuera a gustar. Me han alegrado mucho tus palabras, tan generosas como siempre y entusiastas.
EliminarEstoy de acuerdo contigo en todas tus observaciones sobre el tema (en mi respuesta a tu comentario de abajo te explico mis intenciones).
Un fuerte abrazo.
Preciosa frase final, para rematar el dolor.
ResponderEliminarY para pensar, como dice Pablo.
Besos.
Muchas gracias, Patricia. Sin duda, habría sido mucho más agradable que el fugado finalmente hubiese sido el dolor y no el intento de atenuarlo.
EliminarBesos.
Gran relato, Enrique. Y muy acertado el título. Vivir en una nebulosa es posible, pero guárdate mucho de caer en un agujero negro.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Muchas gracias, Notincgas. En efecto, todos tenemos un límite. Sería interesante que al menos sufriéramos por verdaderos motivos.
EliminarSaludos cordiales.
Enrique, ¡qué profundidad tienen tus cincuenta palabras (sin olvidar esas cuatro del título, fundamentales)! Tras leerlas, invitas (o mejor dicho, obligas) a reflexionar, a recapacitar sobre temas que son tan humanos como el dolor que, por regla general, nos hace olvidar todo, incluso hasta las cosas más insignificantes que a veces nos pueden servir de bálsamo mitigador.
ResponderEliminarY te digo lo mismo que a Ángel: mi relato, publicado el mismo día que el tuyo (y el suyo), se convierte en una historieta de travesuras de niños en un recreo de escuela pública. Sin más.
Va mi 'Me gusta', mi reconocimiento por tan sentido relato y mis saludos más cordiales para un amigo en la distancia, cada vez más corta gracias a esta página.
Mira que eres modesto, José Antonio; porque tu historia trata de guerra y de dolor (ese "crac" aún me duele), además de recrearse en el amor y en el humor. Yo, para la próxima me paso al humor, aunque un poco negro y, si me apuras, con poca gracia, porque esto del dolor desgasta mucho.
EliminarMe alegro mucho en cualquier caso de que te haya gustado. El dolor, supongo, es algo inherente a todo tipo de vida, aunque en los seres humanos alcanza un alto grado de complejidad. Por eso hay que aprovechar siempre que se pueda para tomarse unas cañas (con moderación, claro), por poner un ejemplo, que lo malo viene sin llamarlo (y si no viene, mejor).
Muchas gracias por todo, amigo José Antonio, y un abrazo.
Me duele no encontrar las palabras adecuadas para comentar tu relato como mereces. Así que relajo mis cuerdas vocales y te digo solo "me gusta". Mucho.
ResponderEliminarUn saludo, Enrique.
Muchas gracias, Margarita. Tus palabras son sobradamente gratificantes. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarSaludos.
Enrique, en muy pocas palabras palabras expresas intensamente el estado de desazón de esa enfermedad y dolor que no tiene fin. La última frase me ha encantado.
ResponderEliminarMarinela
Muchas gracias, Marinela. Como le comento a Pablo, he trabajado bastante el relato y no sé si podría quitarle alguna palabra sin desvirtuarlo. Curiosamente, esa frase final es el único superviviente del primer esbozo.
EliminarUn abrazo.
Hay situaciones insuperables y ser fuerte podría significar ver con claridad, tal vez ese punto de fuga con el que acabas el micro.
ResponderEliminarBrillante relato.
Un abrazo Enrique.
El no poder controlar las emociones nos hace a menudo sus esclavos, aunque quizá el otro extremo tampoco sea lo más deseable. Con todo, seguro que siempre hay un modo de superar cualquier situación. Quizá distanciarse un poco más, lo suficiente para evitar la absorción de ese agujero negro final.
EliminarMuchas gracias, Jose, y un abrazo.
Algunos aseguran que todo es cuestión de perspectiva, y seguro que no les falta razón en cierto modo, pero el dolor físico y no sólo el físico, puede derrumbar en un segundo toda muralla mental que nos hayamos tomado la molestia de edificar. Somos química y dependemos de un cuerpo tangible, que también tiene algo que decir, nos guste o no. Muy acertado el broche final de ese "punto de fuga", al igual que el resto del relato.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique
Cuando el malestar anímico es debido a causas externas supongo que la dificultad para combatirlo se hace mayor, sobre todo cuando los motivos son desgracias sin vuelta atrás, y no simples preocupaciones o temores sin mucho fundamento. En cualquiera de los dos casos, no obstante, creo que debe de ser útil algo de perspectiva que nos ayude a ver las cosas en su justa dimensión.
EliminarMuchas gracias como siempre, Ángel, por tus sesudos análisis y generosas lecturas, entre otras cosas.
Un abrazo.
Difícilmente podemos evadirnos de la realidad cuando el dolor nos tiene anclados a ella. Buen micro para reflexionar largo y tendido sobre el poder de la mente.
ResponderEliminarSaludos
Creo que has sintetizado con muy poco la intención del relato. Con frecuencia decimos cosas como "para de dar vueltas a la cabeza" o "deja de pensar en eso", pero, claro, ¿cómo se hace eso?
EliminarMuchas gracias, Fina.
Saludos.
Aún me estoy comiendo el coco con tu micro. Me surgen varias preguntas. ¿Es un enfermo que toma antidepresivos, o tiene una enfermedad incurable? Es muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Pablo. Antes que nada perdón por no haber podido responder antes a vuestros comentarios. Me halaga mucho tu interés por mi relato y espero no defraudarte con mi explicación.
ResponderEliminarNo he querido concretar ningún tipo de dolor aunque sí retratarlo en su forma más intensa. No obstante, mientras lo escribía, en mi mente siempre han rondado aquellas posibilidades que para mí en particular serían las peores: el dolor por pérdidas prematuras de seres queridos, o también el pesar por haber producido daños irreparables a otras personas. Supongo que en estos casos, como tú bien dices, los fármacos ayudan poco, a dormir mejor como mucho, y sí, la clave debe de estar en tratar la mente; quizá ese mismo carácter de irreparable ofrezca una doble vertiente en la que trabajar.
Menudo tema este del dolor, ¿no? Para el próximo tengo preparado uno bastante más desenfadado. En cuanto pueda se lo mando a Alex.
Un abrazo, Pablo. Ahora te pongo algo más en tu primer comentario.
Hoy estoy muy refranera y como me ha impactado tanto tu relato y sobre todo la frase de la perspectiva, te diré aquello de "nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal como se mira". Y en este caso, entiendo que es así, quizá hay cristales que no nos dejan ver con claridad y es necesario cambiarlos.
ResponderEliminarTu relato es muy grande Enrique, pero no tanto como tú.
Un beso.
Malu.
Estoy seguro de que es así, de que por terribles que sean las cosas, siempre hay un modo menos nocivo de mirarlas, uno que nos permita asumirlas mejor, sobre todo por esa misma razón de que ya no tienen remedio.
EliminarMuchas gracias, Malu, por tus desproporcionados elogios, se ve que no me has mirado con la suficiente perspectiva, jjjj.
Besos.
Desgraciadamente la obstinación del dolor suele ser más efectiva que el más intenso adiestramiento psicológico contra él. O será que quizá estemos poco entrenados en ello...
ResponderEliminarInteresantísimo tema el que has expuesto, Enrique.
Salud-os y suerte, Enrique.
Desde luego, lo estáis haciendo interesante con vuestros comentarios. ¿Entrenarse para combatir el dolor? Seguro que daría resultado, aunque en un principio pueda parecer como dar patadas a un tentetieso. Según dicen tenemos la mente bastante desaprovechada.
EliminarMuchas gracias, M. Jesús. Saludos.
Todos atravesamos alguna vez, o muchas, por una realidad dolorosa. Más que distanciarnos nosotros, es el tiempo el que nos va distanciando, a veces hasta el olvido. Ese olvido que en ocasiones es una suerte de curación. Aunque a menudo no suele ser completa.Muy bueno para meditar el tema que nos traes, Enrique. Saludos
ResponderEliminarMe parece curioso que hasta ahora nadie, si no me equivoco, hayamos hablado de ese tiempo que todo lo cura. Claro que ese "todo" es un decir, al igual que esa curación, que, como tú observas, no suele ser completa, aunque es él quien se encarga de realizarla por su cuenta. Muy buen colofón este comentario tuyo, Juana.
EliminarMuchas gracias y saludos.
Somos de carne y hueso, vulnerables, insignificantes. Sí, es una perogrullada, pero a menudo se nos olvida, y sólo tomamos conciencia de ello cuando caemos enfermos o accidentados.
ResponderEliminarMe ha gustado, Enrique.
Quizá esta casi perenne inconsciencia solo sea a fin de cuentas un mecanismo de autodefensa. Quién sabe.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio.
Saludos.