Aceptación
—Por favor, no me cuelgue. Necesito hablar con alguien.
—¿Eres tú...? ¿Raquel?
—No, señora, soy una desconocida, pero no sólo para usted. Mi vida transcurre entre rechazo y rechazo; tanto, que he llegado a hacer del repudio una rutina. Nadie me escucha.
—Y entonces, ¿qué tarifa de móvil me recomiendas?
—¿Eres tú...? ¿Raquel?
—No, señora, soy una desconocida, pero no sólo para usted. Mi vida transcurre entre rechazo y rechazo; tanto, que he llegado a hacer del repudio una rutina. Nadie me escucha.
—Y entonces, ¿qué tarifa de móvil me recomiendas?
Interesante propuesta!!
ResponderEliminarGracias!!
EliminarGabriel, tu micro lo hago con dos lecturas: una, la de la persona ignorada que busca ser escuchada y es confundida con una teleoperadora de las que nos llaman tan a menudo aleccionadas por las empresas telefónicas.
ResponderEliminarOtra, que realmente sea una teleoperadora cansada de ser rechazada y con el puesto de trabajo pendiente de un hilo por culpa de las condiciones impuestas por las empresas mencionadas antes, las que ven a sus trabajadores más como números de contratos conseguidos que como personas.
Sea de una forma u otra tu micro es muy interesante.
Saludos.
Pablo.
Hola Pablo. Lo escribí pensando en la primera interpretación que haces, intentando mostrar que vivimos en un mundo donde, a veces, no escuchamos aunque nos lo pidan de una forma desesperada, donde presuponemos lo que nos quieren decir,…
EliminarTambién estoy totalmente de acuerdo contigo en que puede hacerse la segunda lectura. Lo dejo a elección del lector.
Muchas gracias por tu comentario, Pablo.
Saludos.
Gabriel.
Impacta esa soledad, pero aún más la incapacidad que manifestamos algunos cuando nos encontramos con alguien que se atreve a pedirnos directamente un poquito de atención; estamos tan habituados a no expresar los sentimientos que no sabemos cómo manejar esa situación.
ResponderEliminarUn saludo, Gabriel.
Pues sí, Margarita. Totalmente de acuerdo contigo. No sé si es por miedo, desconfianza, desgana, ideas preconcebidas o porque nos miramos demasiado el ombligo, pero creo que si escucháramos a quienes reclaman nuestra atención (directa o indirecta) todos seríamos un poco más felices.
EliminarSaludos!
Gabriel.
Con ironía en la realidad del soledad y la ausencia. Me gustó
ResponderEliminarMuchas gracias, Ricardo
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