Juego de espejos
Sólo sale los días de lluvia, pasea con la cabeza baja, sonríe, hace gestos. La madre no dice nada, sabe que no podrá detenerlo. Dicen que es un niño extraño, nadie imagina que adora los charcos porque reflejan el cielo, que a través de ellos saluda a su padre muerto.
Escrito por Ángel Saiz Mora
Buenos días Angel, a veces no tengo mucho tiempo para poner comentarios, que sí para leeros, porque hay que ver, "qué buenos sois escribiendo". Respecto a éste, es bello y duro a la vez, además refleja maravillosamente, ese mundo interno de los niños, que muchos "mayores", deben pensar que no existe, a la vista de las frases o conversaciones tan insulsas que mantienen con ellos, por ejemplo: "Dile esto a la señora, haz lo otro". La mente de un niño es rica y fructífera, y puede enseñar mucho. Y que conste que los niños, no me gustan demasiado, en el sentido coloquial, pero los admiro y respecto profundamente como las personas que son. ENHORABUENA, por tu micro.
ResponderEliminarHola, buenas tardes ya en mi caso. El seudónimo "menor" referido a niño nos lleva a pensar en su corta edad y en que de alguna manera están a medio formar, pero esa posición suya en el mundo también les otorga un poder superior que nosotros albergamos y perdimos, un filtro envidiable para ver la realidad de una manera diferente y auténtica, sin tantos añadidos y condicionantes que nos contaminan a los adultos. A mí me fascinan. Ya sé que no sueles comentar, por eso te agradezco doblemente que hayas pasado por aquí, como también tus amables palabras.
EliminarUn abrazo, extensivo al señor Gil.
Ángel, solo me salen estas pocas palabras tras leer tu relato que me ha pellizcado el corazón.
ResponderEliminarPoesía pura. Que delicia de micro. Y a pesar de ser tuyo, vuelves a sorprenderme.
Enhorabuena y gracias por darme los buenos días de esta forma.
Del argumento del relato no pongo nada, todo lo que diga sería estropearlo y a las obras de arte hay que dejarlas intactas.
Saludos.
Pablo.
Ya sabes cómo suele funcionar el proceso, Pablo. Las ideas llaman a la puerta (o a esa libreta que tú tan bien has retratado), las tomamos al vuelo, les damos forma lo mejor que podemos y las dejamos salir. Me alegro mucho de que te haya gustado. Uno hace lo que puede y mejor sabe, las obras de arte quedan para los verdaderos artistas.
EliminarMuchas gracias y un abrazo
Ángel, tú eres un artista domando las cincuenta palabras y poniéndolas siempre en el mejor orden posible.
EliminarSaludos.
Emocionada. Enhorabuena es precioso.
ResponderEliminarMuy agradecido, Carmen. Es muy satisfactorio que las letras que nos atrevemos a lanzar al viento sean leídas y tengan alguna aceptación.
EliminarUn saludo
Es precioso, Ángel. Porque, sin más explicaciones, dejas que imaginemos toda la historia de tristeza y ternura que encierra tu relato. Y, a pesar de todo, nos dejas un rayito de esperanza, con la actitud de esa madre que deja que el niño se exprese como él necesita para seguir adelante.
ResponderEliminarReverencia, maestro.
La vida sigue, siempre lo hace, llueve o truene, incluso después de un nefasto seísmo, por eso me gusta la aportación que haces sobre la madre que, desde el dolor que también debe tener, comprende y respeta el de su hijo, facilita que aprenda a vivir con esa pérdida, y siempre la tendrá para ayudarle a salir adelante, de hecho, los dos se necesitan más que nunca.
EliminarAnte esa reverencia que no merezco, no puedo por menos que corresponder con una admirada genuflexión, además de un abrazo grande
Uf, qué duro, Ángel. Se me ha encogido un poquito el alma.
ResponderEliminarEnhorabuena, es una joya en miniatura, como todo lo que tú haces.
Como siempre contigo, me quito el sombrero.
Si dispusiera de más tiempo seguramente probaría un tipo de escritura de mayor extensión, aunque el formato corto parece adaptarse bien a esta época de prisas y miradas rápidas.
EliminarTú sí que has echado bien los anzuelos este mes, así que no te quites ese sombrero de pescadora que mereces llevar con orgullo.
Un abrazo
Hay veces que leyendo relatos te quedas con la boca abierta y la carne de gallina. Esta es una de esas veces.
ResponderEliminarPrecioso.
Y, si llevara sombrero, me lo quitaría.
Felicidades Ángel ☼.
Valoro mucho tus palabras, pues sé que corresponden a una autora prolífica y valiosa a quien sigo con interés, aunque debo decirte lo mismo que a Piel, no es necesario que os quitéis el sombrero, al contrario, debéis llevarlo con orgullo y seguro que os sienta muy bien.
EliminarGracias de corazón y un abrazo
Tal vez cuando crezca mirará al cielo directamente, una vez asumida la falta del padre para siempre. Los niños tienen la habilidad de refugiarse en su propio universo y hacen cosas a primera vista extrañas para nosotros. Un relato tierno, emotivo, vamos con tu cuño, Ángel.
ResponderEliminarSupongo que todos buscamos nuestras propias defensas contra aquello que no podemos vencer y no nos queda más remedio que soportar. Al hilo de tu comentario, me pregunto quiénes son los que en realidad hacen cosas extrañas, los niños o nosotros.
EliminarMuchas gracias, Juana. Un abrazo
Realmente creas siempre unos personajes limpios y entrañables, algo muy difícil en literatura, a lo que habría que añadir, entre otras cosas, tus interesantes y directos planteamientos así como tu sensibilidadd y tu excepcional modo de contar. En esta historia creo adivinar un ingenioso juego, sugerido por el título, mediante el que el niño, además de ese cielo donde le han dicho que está su padre, ve también su rostro recortado sobre las nubes, sintiéndose junto a él. Igual me equivoco.
ResponderEliminarSobra decir, pero te lo digo, que me ha encantado, emocionado.
Un abrazo, Ángel, y enhorabuena.
Enrique, además de una buena persona y de una buena pluma, también eres agudo. Efectivamente. el niño utiliza el charco como un consuelo reversible de doble uso, pudiéramos decir, una suerte de webcam que acepta emisión y recepción. Aunque de alguna forma se da a entender al lector, tampoco estaría mal decirlo expresamente, pero las cincuenta palabras son limitadas.
EliminarDespués de unos comentarios como los vuestros ya no se puede pedir nada más y sólo se puede decir muchísimas gracias.
Un abrazo
Qué te puedo decir, Ángel, que no te haya dicho ya sobre lo que pienso de tus relatos y sobre todo, que no te hayan dicho ya los compañeros.
ResponderEliminarMe has traído con este relato una historia que conozco muy de cerca sobre un niño que ve a su padre ya fallecido. ¿Y quiénes somos nosotros para decirle que no es así? Muy emotivo y contado de forma tan sencilla, tan pausada, pero tan intensa a la vez, que nos deja a todos con el corazón encogido pero con una agradable sonrisa.
Un beso fuerte.
Malu.
La naturaleza de un niño requiere de la figura materna y de la paterna, cada cual en un papel que los complementa. La ausencia de uno de los dos, o de ambos, o las malas relaciones con alguno de ellos, marcan una existencia para siempre. El ser humano sabe adaptarse al medio para salir adelante, pero la diferencia es que unas veces vive y otras sobrevive con cicatrices, sin ser lo mismo una cosa que otra.
EliminarMuchas gracias, Malu. Otro beso para ti.
Casi todos los niños disfrutan con los charcos, pisoteándolos y saltando sobre ellos, pero este niño guarda un secreto especial que le lleva directamente hasta su padre ausente. Un hermos poema breve –quiero ver hasta la rima asonante: gestos, detenerlo, cielo y muerto– en apenas cuatro líneas.
ResponderEliminarEnhorabuena, Ángel. ¡Siempre sorprendes!
Saludos.
Si hablamos de charcos pensamos en niños, aunque en este caso con otras matizaciones. No lo he pretendido expresamente que el texto tuviera musicalidad, pero si ha sido así bienvenida sea.
EliminarGracias, María Jesús, con vosotros da gusto
Me gusta tu relato Ángel. Pero también me llama la atención el ritmo con el que se lee, el de un relato en verso. Me consta que tienes talento para la rima y ese ritmo hace que el texto cale mejor.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Un saludo
Hola, Antonio. Además de eterno aprendiz de cuentista, tú eres testigo de que a veces tengo la osadía de adentrarme, seguro que torpemente, en el siempre difícil mundo de la lírica. Al ser uno así de temerario, se ve que sin buscarlo acabo por mezclar los géneros.
EliminarMuchas gracias y un abrazo
Hay una edad en los niños en que los charcos les atraen poderosamente, a tu niño los charcos le consuelan. Un micro, tierno, tristón, y bueno, muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Rosy, no digo que siempre, pero sí te aseguro que hay veces en las que veo un charco y he de reprimir las ganas de chapotear; luego pienso que ya no tengo edad y que me mojaría; al final vence el adulto, para disgusto, sin duda, del niño interior.
EliminarAgradecidísimo. Un abrazo
Es difícil imaginar y retratar el duelo interior de un niño, pero pudiera ser cómo bellamente lo describes, con la cabeza baja, mirando al cielo en el espejo de un charco.
ResponderEliminarPrecioso relato Ángel.
Saludos.
Los psicólogos dicen que el duelo es una etapa necesaria, una dura e ineludible digestión que sólo suaviza, que no cura, el tiempo. Por su corta edad, ningún niño debería pasar por ello, pero cuando sucede, seguro que lo hacen de una forma imaginativa y más madura de lo que suponemos. Desde luego que tienen mucho que vivir y aprender, pero también son maestros.
EliminarGracias, Jose. Saludos
Ángel, siempre tocando la fibra, y siempre magistral. Un abrazo.
ResponderEliminarLuis, aquí y ahora me comprometo a modelar textos con otros tonos de cara al futuro, por ejemplo, con carácter satírico y burlesco.
EliminarUn abrazo y gracias por tu amable comentario.
¡Esos mecanismos infantiles que nos ayudan a crecer!
ResponderEliminarConocí a una niña que le escribía "te quiero" a su padre con legras gigantes sobre la arena de la playa para que pudiera verlo desde el cielo. Con tu bella historia, la he recordado.
Un placer leerte, Ángel.
Un saludo.
Ya sabes que la realidad puede superar a la ficción. Cualquier truco o pequeña artimaña inofensiva puede ser válida si sirve para digerir una dura realidad.
EliminarEl placer es mío, Margarita.
Un abrazo
Ángel, soy fan tuya y todo lo que escribes me gusta siempre mucho, éste también. Pero te voy a decir mi opinión sincera porque me gusta decir lo que de verdad pienso y espero recibir lo mismo. No me gusta que rime un microrrelato. Me gusta lo que cuentas, mucho, pero es tan poético y encima rima que para mí (y es sólo mi opinión, pierde algo de fuerza, lo "carameliza" demasiado). Si me lo pones como poema (en verso puro y duro) te doy un 10 porque me llega y me conmueve, si quieres hacer prosa poética, genial, pero creo que las rimas le sobran. Dicho esto, la historia del micro es tierna y preciosa.
ResponderEliminarEspero que no te parezca mal, te doy mi sincera opinión con todo el cariño Ángel.
Besos,
Sandra.
Hola, campeona
EliminarCómo va a parecerme mal la opinión sincera de una persona tan versada (nunca mejor dicho), con cuyas lecturas disfruto. Ya he comentado que el ritmo del texto no ha sido algo buscado, se puede decir que estas cincuenta palabras casi son el primer borrador, así salió y así quedó. Entiendo la escritura como un proceso que tiene un ingrediente misterioso que por lo general respeto, en la creencia de que retocar en exceso conlleva una cierta pérdida de frescura.
Agradezco tu comentario y me siento muy halagado cuando dices que eres seguidor de mi humilde plumilla, yo también lo soy tuyo, pero eso ya lo sabes.
Un abrazo
Aunque suene un poco a herejía, qué lástima que la historia concluya con sólo cincuenta palabras. Me encantaría saber más cosas de ese niño y verle evolucionar.
ResponderEliminarPor otro lado, Ángel, también quiero destacar cómo has conseguido, con tan solo incluir la palabra "sonríe", eliminar o, mejor dicho, contrarrestar, la pena que provoca siempre un niño huérfano.
Felicidades y un saludos cordiales.
Si el niño sonríe es porque ese intercambio de mensajes con su padre es real, aunque ahora se encuentren en dimensiones diferentes. Los "locos bajitos" son sabios e intuitivos, así que es muy posible que suceda lo que él siente. También, como bien apuntas, esa sonrisa es un sinónimo de superación y asimilación de una pérdida.
EliminarGracias y un saludo
Angel, has conseguido pellizcarme el corazón, arrancarme una sonrisa de ternura... Estupendo microrrelato. Mis felicitaciones. Un saludo
ResponderEliminarEl hecho de que una persona emplee parte de su tiempo en leer y comentar el texto de otra, genera, al menos en mi caso, un profundo agradecimiento, que con sumo gusto te transmito.
EliminarUn saludo
Magnífico Angel. Como casi siempre!... Sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte amigo.
Gracias, Isidro. Estoy muy agradecido por tu comentario, y más aún por haber sido el continuador de ese pequeño "negocio" que hemos tenido hace poco a medias y que tan bien culminaste.
EliminarUn abrazo
Un relato con sentimientos a flor de piel que hace que reflexionemos sobre la mirada personal de un niño ante la terrible ausencia de un ser (el padre) querido. Y de una manera tan poética.
ResponderEliminarNo importa Ángel -a mí no me ha importado- que haya rimas en momentos determinados de tu narración. La poesía es necesaria, tan "necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto" (Celaya dixit). Y más en estos tiempos en los que el sentimiento parece haber quedado postergado.
Va mi "Me gusta" y una vez más (¿cuántas?) mi reconocimiento por tu buena pluma.
Un fuerte abrazo.
Ya lo expresó mejor que nadie Gabriel Celaya, pero también se dice que hoy día, en estos tiempos de tantas distracciones visuales y de todo tipo, detenerse a paladear las palabras es más necesario que nunca.
EliminarGracias por tu amable comentario, Jerónimo. Un abrazo
Sólo los ojos de los niños pueden ver el reflejo de la inocencia, en donde existen los mundos en los que residen nuestros muertos. Muy bueno y tierno relato, suerte Ángel.
ResponderEliminarSaludos.
Nadie como esos seres llenos de pureza para mirar más allá de lo que los ojos ven.
EliminarMuy agradecido. Saludos, Beto
Uno de los mejores, sin duda.
ResponderEliminarMi enhorabuena
Mil gracias, Raquel. Disculpa que no te haya podido responder antes.
EliminarUn saludo
Ángel, como siempre un grandioso micro relato. Es habitual verte siempre en finales y selecciones, eso habla de lo bueno que eres.
ResponderEliminarSaludos.
En ocasiones puede haber suerte, una pequeña racha incluso, pero lo importante es aportar, después que suceda lo que tenga que suceder.
EliminarGracias por tus amables palabras, Jean. Saludos también para ti
Un micro tierno, conmovedor... ¡Maravilloso! No me extraña, ANGEL, que te hayan premiado.Los relatos con niños como protagonistas siempre me tocan el corazoncito y éste no ha sido la excepción.
ResponderEliminarCariños, M.
Hola, Mariángeles
EliminarPara maravillosos los niños. Incluirlos en un texto supone jugar con ventaja, por eso el mérito, de haberlo, es sólo suyo.
Muchísimas gracias por pasarte por aquí.
Abrazos
Genial el homenaje, y genial el relato. No hacen falta mas palabras, Ángel
ResponderEliminarSALUDOS,
Mil gracias, José María. Si tú dices que es genial, yo respondo, como los políticos, que tú más.
EliminarSaludos