La mar de solo
El viejo marinero, oyendo descerrajar la puerta de su casa, se hizo el desvanecido. En el suelo, anhelaba sentir unas manos sobre él y escuchar una voz diciéndole: "¿Puede oírme?".
Él, que había surcado la inmensidad de los mares, ahora, con su vida a la deriva, se hundía en soledad.
Él, que había surcado la inmensidad de los mares, ahora, con su vida a la deriva, se hundía en soledad.
Querida Juana, que triste tener que llamar de cualquier forma la atención para ser acompañado, aunque sea por un desconocido, y evitar esa triste soledad.
ResponderEliminarHoy el día va de soledades.
Me gusta la figura que has cogido como protagonista. Un viejo marinero lejos del mar, donde al mmenos las olas del mar le harían compañía.
Gracias por la clase, maestra ;-)
Un marinero necesitaba un rescate y ya ha llegado aquí, traído por las mejores manos.
Besote.
Pablo.
Mil gracias, Pablo, pero de maestra nada. Si precisamente hay alguien que ejerce de eterna aprendiza esa soy yo; y en esta página, hay muchos de los que aprender. Un abrazo.
Eliminar... y no hay peor naufragio. Qué tierno, preocupante y bien contado, Juana.
ResponderEliminarBsss
Pues nada, Luis, que muy agradecida por tus generosas palabras. Un abrazo
EliminarEsta vez coincido plenamente contigo Pablo, (no como en el caso de la anorexia).
ResponderEliminarMuy buena la manera de retratar la soledad Juana María.
Bueno conductor, en el caso de la anorexia íbamos por el mismo camino, jajajaja. Hasta que María nos dio la respuesta y mi chica me dijo la solución. Pero yo pensaba que los tiros eran más calenturientos que anoréxicos. Pero se ve que no.
EliminarSaludos.
Pablo.
Celebro que te parezcan acertadas mis palabras retratando la soledad. Objetivo cumplido. Muchas gracias, Conductor.
EliminarPor cierto, soy un entrometido metiéndome en conversaciones ajenas. Espero sepáis disculparme.
EliminarSaludos a los dos
Triste, pero qué bonito, Juana. Ojalá sea una guapa ladrona y le haga hasta un boca a boca que le devuelva las ganas de navegar aunque sea en secano.
ResponderEliminarBesicos.
No sé yo si a esas alturas esperará alguna guapa ladrona... Creo que se conformará con mucho menos, alguien dispuesto a escucharle y poco más. De todas formas, tu idea del boca a boca para navergar en secano, me ha parecido muy divertida, Patricia. Besicos salados.
EliminarUn buen juego de palabras, Juana, desde el título hasta el punto final.
ResponderEliminarTriste, bello y tan real esa soledad cuando se llega a la vejez.
Un saludo.
Esa soledad a la que muchos tememos vivir de ancianos. Me alegra saber que te ha gustado, Margarita. Saludos
EliminarMe encana, empezando por el título "La mar de solo", que ya dice mucho sobre lo que vamos a leer y acabando por la última frase de "se hundía en soledad".
ResponderEliminarMe parece redondo, felicidades.
Un beso, Juana.
Malu.
Igual, hasta demasiado redondo. Era una idea que me bullía hace algún tiempo y así quedó plasmada. Muchas gracias, Malu, por tus amables palabras. Otro beso para ti.
EliminarIncluso un hombre acostumbrado a poca compañía durante las largas jornadas en medio del mar, no puede soportar ese océano seco de soledad sin concesiones al que se ve abocado al final de sus días, hasta el punto de que la presencia de un intruso con oscuros propósitos es preferible a su situación. Tu buena prosa transmite maravillosamente esa deriva que siente el personaje, con el que es imposible no solidarizarse.
ResponderEliminarUn abrazo, Juana
Él estaba acostumbrado cada día a los saludos salados del mar, incluso a sus furias. La vejez y sus limitaciones lo dejaron encallado para siempre. Navegar en soledad, de mayor, es triste y agotador. Gracias por tus siempre generosas palabras, Ángel. Otro abrazo para ti y felicidades por tus continuos éxitos literarios.
EliminarSoledad, incomunicación, quizás locura también...no está mal para cincuenta palabras.
ResponderEliminar¡Bien contado, Juana!
Saludos
La soledad elegida le hace a uno libre, pero si la soledad le elige a uno, puede darse la peor situación, y, como bien dices, llegar a la locura. Muchas gracias, Notincgas, por comentar. Saludos
EliminarBueno, Juana, con ese acertadísimo título ya nos dices mucho de lo que nos espera. Y con ese magnífico final rematas una historia triste, como común en nuestros días.
ResponderEliminarSuerte y un me gusta
Sí, la verdad es que el título cuenta hasta demasiado. Pero me vino la expresión a la cabeza y no supe reprimirme. Mil gracias, Rosy, por tus palabras y tu "me gusta". Suerte también para ti.
EliminarHola, Juana. Me pregunto en que momento de la creación del relato asociaste la idea de la soledad con la del marinero (aunque sea en sentido metafórico). Quizá el germen fue ese "se hundía en soledad". El caso es que todo encaja asombrosamente perfecto. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarFelicidades y saludos.
Enrique.
La idea es la vejez en soledad, tema que veo mucho y que me da siempre que pensar. La imagen del marinero me pareció muy visual para hablar de un mar de soledad en el que hundirse. Gracias, Enrique, por tus generosas palabras. Saludos
EliminarParece increíble que alguien que ha conocido la soledad del océano inmenso, ahora padezca una solitaria vida en un mar aún peor: esta sociedad insensible para quien vive solo, a quien a-ísla hasta el punto de que tenga que fingir un mal para conocer unas manos que le socorran.
ResponderEliminarSensible relato, Juana Mª, muy bien estructurado y con retazos marineros en su desarrollo.
Va mi "Me gusta" y mi enhorabuena.
Saludos.
Como le he comentado a Enrique, la idea de la gente mayor sola me impacta mucho y me parece especialmente triste. Como bien dices, esta sociedad es insensible a esa soledad. Paradójicamente, cuántos más artilugios tenemos para comunicarnos, más gente sola vemos a nuestro alrededor. Muy agradecida, José Antonio, por tus amables palabras. Saludos.
EliminarHe querido dar tanto realce a los artilugios que incluso he puesto el acento donde no hay que ponerlo. Cuantos, en este caso sin acento. Pido disculpas gramaticales.
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