La vida amarga
Fue ver la escena de la Ekberg en la fuente y abandonar mujer e hijos para volar a Roma. Allí estaban Neptuno y los tritones, pero ni rastro de la sueca exuberante que le había traspasado el corazón. Malvivió un tiempo hasta que le atropelló la furgoneta de una trattoria.
El cine es pura ficción, pero hay escenas con una magia añadida que se incrustan en el interior colectivo, que hacen que queramos que se vuelvan realidad. Qué hombre no ha querido estar en la piel de Mastroianni. Seguro que esa mujer exuberante tiene algo que ver con la costumbre de las moneditas, por suerte para el que barre.
ResponderEliminarAntonio, estoy encantado de haber coincidido contigo y de que hablásemos de lecturas, como ahora lo estoy de leerte.
Un abrazo
Igualmente, Angel. Fue una jornada estupenda. Gracias por el comentario. Saludos.
EliminarAnita era capaz de hacer infiel (cinematográficamente hablando) al más "pintado". Evocador relato de una " Dolce Vita"...Un saludo
ResponderEliminarGracias, Rafael, por tu comentario. Desde luego Anita era imponente, contrastando con el diminutivo.
EliminarA veces deseamos una vida de película y nos confundimos de guion.
ResponderEliminarEl tuyo me ha encantado, Antonio.
Un saludo.
Gracias, Margarita.
EliminarHay personas y cosas que nos hechizan haciendo que soñemos lo imposible. Lo malo es que para cuando nos damos cuenta de esa imposibilidad, ya hemos perdido también lo que hasta ahora habíamos alcanzado. Saludos
ResponderEliminarGracias por el comentario. Es el riesgo de seguir las pasiones.
EliminarHay ficciones tan atrayentes e hipnóticas que se apoderan de la realidad y la retuercen a su antojo. ¡Porca miseria, en qué momento iría al cine ese débil hombre!
ResponderEliminarMe gusta tu relato Antonio.
Saludos.
Fellini es mucho Fellini. Es capaz de crear una realidad más carnal aún que la del patio de butacas. Comprendo a mi personaje plenamente.
EliminarTe has inspirado en un clásico que casualmente he vuelto a ver hace poco. Gracias por traerme las imágenes.
ResponderEliminarSaludos, Antonio.
Siempre merece la pena revisitar a Fellini. Gracias a tí.
EliminarA pesar de la ambientación romana, a mi me ha recordado más bien una tragedia griega. Tenemos a un hombre normal y corriente que sucumbe (influido por un elemento mágico, como es el cine) a sus debilidades y que es castigado luego por ello. Ese era su fatum. Estaba perdido desde el primer momento.
ResponderEliminarEn cualquier caso, me ha gustado.
Saludos
Efectivamente el fatum está ahí. Este hombre se acabría yendo con cualquiera. Gracias.
EliminarAlgunas películas no deberían ser aptas para hombres casados y con hijos.
ResponderEliminarEstupendo relato, Antonio.
Saludos.
Hay que volver a aquello que ponían en la puerta de las iglesias: 3R.- Mayores con reparos. 4.- Gravemente peligrosa.
EliminarEstimado Antonio, disculpa por no haberme pasado antes por tu relato tan cinematográfico.
ResponderEliminarCreo que la única solución para tu protagonista hubiera sido traspasar la pantalla hacia la ficción, como hacía aquel actor en la película de Woody Allen, La Rosa púrpura del Cairo, aunque este tomaba el camino hacia la realidad
Me ha gustado.
Saludos.
Pablo.
Gracias, Pablo, por tu comentario. Woody Allen es un genio absoluto.
EliminarMe rindo cuando se toca la fibra del gran cine. Sólo por eso ya me gusta, si encima es buen relato como este caso... me encanta!
ResponderEliminarSuerte y un abrazo.
Gracias, Isidro. Compartimos afición.
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