Revés
Era su rutina nocturna desde hacía meses: aguardar que alguien saliera para entrar él antes de que la pesada puerta se cerrase. Y siempre después de las once. Una vez dentro, se acomodaba y entonces comenzaba a recordar, lastimero, las veces que franqueó esa misma puerta cuando dirigía la sucursal.
Me ha gustado, José Antonio.
ResponderEliminarVaya historia más bien estructurada y contada.
Me ha venido a la mente el Señor que duerme en la sucursal de al lado de mi casa envuelto en cartones.
Al principio pensé que era un violdor con malas intenciones, pero tu forma de contar me ha hecho pasar de odiar al protagonista, a tener un sentimiento de ternura por él.
Enhorabuena.
Saludos.
Pablo
Muchas veces, Pablo, nos dejamos llevar por los prejuicios sociales sin tener en cuenta que detrás de cada persona hay una vida tan compleja como la nuestra. Sucede que la nuestra la vemos normal porque es la que tenemos, pero no deja de tener sus complicaciones. Por lo menos la mía...
EliminarGracias por tus palabras, tan amables como siempre. Y nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
Tus relatos, José Antonio, a menudo me dejan un montón de interrogantes que acrecientan su atractivo. En este caso me pregunto si se trata de una sucursal bancaria o de otra índole, si el tipo perdió su puesto (y hasta podría estar imputado) o simplemente se jubiló, por qué de noche y a partir de las once precisamente... De lo que no cabe duda es de que tu personaje, como dice Pablo, inspira ternura y hasta cierta compasión.
ResponderEliminarVa mi "me gusta" y mi enhorabuena.
Un afectuoso abrazo.
¡Cuanta amabilidad en tu comentario, Enrique!
EliminarTe haces muchas preguntas y eso es bueno. En la vida, creo, tenemos que hacernos preguntas para obligarnos a enocntrar las respuestas. Y eso que no siempre las encontramos.
Te agradezco tus palabras, tu "Me gusta" y tu enhorabuena.
Un abrazo también para ti.
Nota: Lo de las once de la noche es porque esa, precisamente, es la hora en la que me suelo acostar yo entre semana. ¡Jajajaja!
Un micro enorme, J.A. El título, creo que lo dice todo. El revés que le ha dado la vida y, tras el ERE, le obliga a dormir entre cartones, como dice Pablo, invirtiendo los papeles.
ResponderEliminarCuántos casos así vemos. Está bien que lo denunciemos.
Un abrazo.
Ay, el título!! Gracias, Patricia. Borra todas mis preguntas, José Antonio.
Eliminar¡Muchísimas gracias, Patricia! Que vengan de la ganadora del mes de febrero para mí colma ya todas mis expectativas, máxime cuando admiro todo lo que escribes y cómo lo escribes.
EliminarEse revés es duro, ya lo sé, como la vida misma. Me hubiera gustado que se me ocurriese lo que se le ocurró a Cincuenta palabras. De haber sido así, mi microhistoria se habría titulado de esta forma: "Revés - sèveR". Me parece de un ingenio increíble. El que yo no tengo... :'(
Y gracias por haberle despejado las dudas a Enrique. Me has ahorrado tener que buscar las respuestas que para nada son fáciles.
Un abrazo.
Tal vez también pueda recordar a quien dejó en su misma situación... y de ahí el titulo. Me gusta, José Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminarPues también podría ser, Joaquín. En una moneda hay un anverso y un reverso. En la vida hay un envés y un revés.
EliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo para ti también.
Ironías de la vida o una lección de modestia. Bueno es recordar que hoy estamos arriba y mañana, durmiendo a ras del suelo (literalmente). Y cada uno que saque su moraleja...
ResponderEliminarComo siempre, impactante. Un abrazo, amigo José Antonio.
¡Qué decirte, María Jesús! Pues que agradezco, como siempre, tus amigables palabras, inmerecidas por mi parte. Y lo de que "cada uno que saque su moraleja...", pues de eso se trata, de que reflexionemos, de que la vida no es fácil para nadie. Aunque bien es verdad que algunos -los que medran a costa de otros- parecería que lo tienen mejor. Eso sí, llenos de podredumbre y miseria moral.
EliminarUn abrazo fuerte (sin interés alguno) y gracias.
Impresionante, José Antonio, cómo has contado toda una vida con tan solo unas palabras.
ResponderEliminarAquí llevo un rato sin saber cómo continuar con las mías porque tu protagonista se cuela en mi imaginación y no sé cómo organizar todo lo que se me ocurre así que aquí lo dejo.
Un saludo.
Ya sabes, Margarita, que no es fácil ni contar una vida ni contar una historia en 50 palabras, pero cuando estas salen, salen. No ha sido este microrrelato el que más he trabajado porque desde el momento en que lo escribí ya percibí que no necesitaba muchos retoques. Y siento haber interferido en tu proceso creativo. Si le encuentras un hueco en tus historias a mi protagonista, ¡pobre!, te lo agradecerá él y yo.
EliminarUn saludo y agradecido por el tiempo que le has dedicado a mi historia.
Echamos la culpa a los bancos de la situación a la que nos han llevado sin pararnos a pensar que hay banqueros y empleados de banca. Gracias por hacernos reflexionar al respecto. Como siempre, tienes mi "Me gusta", José Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Efectivamente, amiga Fina, tendríamos que aprender a diferenciar que no todos los que trabajan en un banco son banqueros. La mayoría son empleados de banca, pero tendemos a generalizar y confundir a trabajdores con mandamases. A estos últimos lo único que les interesa es extraernos cuanto más, mejor.
EliminarMe enorgulleco de que mi historia haya servido para reflexionar. Es bueno pensar y pensar en las cosas que nos rodean.
Muchas gracias y un abrazo para ti igualmente.
Menuda maravilla. Es un micro de manual, de esos que tienes que leer una segunda vez para ver dónde está el truco de magia.
ResponderEliminarConcisa, María, como un extracto bancario. Pero me gustan tus palabras. Ya lo de "Menuda maravilla" me parece que añade a tu comentario intereses añadidos que no merece ni merezco.
EliminarMuchísimas gracias.
Un saludo.
Dicen que la realidad es tozuda a veces, pero también tornadiza. Nadie debe acomodarse en una situación que cree segura cuando todo está en continuo movimiento; nosotros mismos, nos guste o no, no somos más que aves de paso. De ahí que todo un asentado y encorbatado director de sucursal bancaria pueda verse en la calle, con un drama personal que ya no es sólo económico, sino también humano, pasar de dirigir personas detrás de una mesa, a compartir las aceras con personas forzosamente ociosas, no debe ser fácil.
ResponderEliminarUn abrazo, José Antonio
¡Lo has clavado, Ángel! El adjetivo que define a mi protagonista está en el propio micro: "Lastimero", es decir, digno de compasión. Se lo podemos perdonar todo porque ese director (efectivamente) de sucursal bancaria también es víctima social del sistema. Vivimos engañados y sufrimos consecuencias por ello.
EliminarAgradecido, como siempre, por tus reflexivas palabras que siempre añaden un plus a todas mis/nuestras microhistorias.
Un abrazo.
Desde un punto de vista técnico, tu relato es impecable, José Antonio. Empezando por el título, que es la vuelta de llave que cierra el micro, continuando por el uso de la elipsis, amagando una historia (la de la pérdida del empleo del otrora poderoso director) que no cuentas, pero que el lector puede fácilmente imaginar; y terminando con un final que explica y resuelve.
ResponderEliminarAh, y además, la historia que cuentas trasciende el micro y habla, en realidad, de temas tan diversos como los que han señalado los compañeros.
En definitiva, en mi opinión, un muy buen relato.
Saludos cordiales
¡Menudo comentario, Notincgas! Me has dejado sin palabras y no soy yo de esos que se quedan perplejos y atónitos a las primeras de cambio. ¡Es una crítica literaria por todo lo alto! ¡Y además buena! ;) Eso me enorgullece y me anima. Y que conste que yo para animarme a seguir escribiendo microrrelatos no necesito mucho, dada mi profusión de ellos en esta página.
EliminarSaludos para ti y ¡muchísimas gracias, amigo!
La espera. La noche. La puerta a punto de cerrarse. La entrada. Los recuerdos... los recuerdos... los recuerdos... Creo que ellos son los que lo mantienen vivo en su nueva rutina. Genial.
ResponderEliminarGracias, Salvador, por tus más que amables palabras. Podría ser, como bien dices, que esos recuerdos de lo que fue y ya no es son los que mantienen ¿vivo? a este hombre a quien la vida le ha dado un revés (en el sentido también de guantazo que se da con la mano vuelta y no solo como infortunio o desgracia).
EliminarUn saludo con mi sincera gratitud por tu comentario.
El despido de tu prota es un revés al que no termina de acostumbrarse...
ResponderEliminarEl título muy apropiado, parte esencial de este micro tan bueno.
Me ha gustado.
Saludos, Salvador.
Muchísimas gracias, Rosy Val, por tu comentario. Fueron muchos años entrando y saliendo por esa puerta. El protagonista no termina de comprender que la situación ha cambiado salvo cuando está dentro que es cuando comienza a sentirse abatido y lastimero.
EliminarY el título, efectivamente, en este caso es clave.
Saludos.
Antes de felicitarte por la llegada a tus 50 (fíjate que ese ojo aparenta menos... ;-)) he querido pasarme por aquí para fisgar en tus micros y ¡mira tú por dónde!, a pedirte perdón por esa metedura de pata.
EliminarUn abrazo, José Antonio.
La cruda realidad perfectamente expresada en 50 palabras. Te felicito. Un saludo
ResponderEliminarYa es difícil, no te creas, Alma Rural, concentrar la realidad, cruda o no, en tan poco texto. Pero de eso se trata en esta magnífica y apasionante web literaria... Gracias por tus palabras y felicitaciones.
EliminarUn saludo para ti también.
Querido José Antonio, este relato es muy profundo, está escrito de una forma tan bonita, tan suave y tan pausada, pero a la vez tan contundente que, coincido con los demás compañeros en que da pena ver la situación en la que se encuentra el antiguo director de la sucursal.
ResponderEliminarTema actual donde los haya, muchísimo que debatir sobre los reveses que da la vida y por pedir, ojalá que no se dieran nunca estas situaciones.
Un beso José Antonio.
Malu.
Gracias, Malu, por tu comentario, siempre tan amable. Mi idea no era tanto que nos apenara ese malogrado director, sino que viéramos que la vida golpea muchas veces sin miramientos, que da lo mismo que sea uno que está arriba u otro que no lo está tanto. Eso sí, si el que está en alto y es un sinvergüenza (que los hay y bastantes) y cae, yo me alegro. Esos sí que no se merecen misericordia ni pesadumbres de nadie.
EliminarUn beso.
Muy bueno, José Antonio. Quizás en vez de empezar la historia con un "Era", podría haber comenzado con un ERE.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Deja, deja, Rafa, que en Andalucía, mi comunidad autónoma, decir la palabra "ERE" es casi igual que mentar la bicha...
EliminarGracias por tu comentario, tan amable, y por tu parabién.
Saludos.