Un desliz
Gélida tarde.
¿Fue un desliz? No quiso hacerlo... ¿o sí?
—Se me fue la mano —había dicho—, no soporté encontrarme a Agapito en mi casa.
Escuchó la sentencia mientras el enterrador echaba la tercera palada sobre el ataúd de su compañera.
Y yo pensé: "¿Por quién doblarán hoy las campanas?".
¿Fue un desliz? No quiso hacerlo... ¿o sí?
—Se me fue la mano —había dicho—, no soporté encontrarme a Agapito en mi casa.
Escuchó la sentencia mientras el enterrador echaba la tercera palada sobre el ataúd de su compañera.
Y yo pensé: "¿Por quién doblarán hoy las campanas?".
Las campanas doblan por una mujer que podría haber sido infiel, o tal vez no; por un marido que hizo algo sin justificación, o quizá sí; por un tercero en discordia que vino a derrumbar lo que parecía sólido, o puede que no. Quién sabe si fue un desliz inesperado y culpable, o si todo estaba ya escrito y anunciado en la música vibrante de esas moles de bronce, que después no hicieron sino rubricar una tragedia anunciada, que doblan por una difunta y por los vivos marcados para siempre. Muchos interrogantes en una realidad que puede ser múltiple, o así lo veo, con mi modesto entender.
ResponderEliminarA ver si me paso más por tu blog.
Un abrazo
A veces el comentario puede ser mejor que el propio relato.¿te imaginas el doblar de las campanas como el movimiento de un pénduilo? Culpable... inocente... pero la víctima se queda atrás. No me gusta el papel del juez. Prefiero el del fiscal.
EliminarUn abrazo, Antel.
Las campanas doblan por una inocente.
ResponderEliminarBuen y cruel relato, Gil.
Ángel, tu comentario es una obra de arte.
Saludos.
Pablo
tu comentario, es como una torre que se alza con la verdad. Pero esta torre puede esconder los ojos de un hombre. te lo aseguro. Las Torres, a veces, aunque digan la verdad suelen estar torcidas... inclinadas si quieres hacia un olvidado norte.
EliminarGracias Pablo por tu comentario.
La realidad podrá ser múltiple, por seguir el comentario de Ángel, pero en cualquiera de sus variables, la pala del enterrador sobra. Para eso están las puertas, para abrirlas y marcharse o para cerrarlas y que no entre quien no queremos que lo haga. Mientras siga ocurriendo lo que Gil nos cuenta, de una manera u otra, las campanas doblan por todos nosotros.
ResponderEliminarMuy bien contado, Gil.
Un saludo
Siempre hay alternativas a la pala, tantas como puertas se pueden abrir cualquier mañana.
EliminarEl final violento es inadmisible. Pero por desgrad cia se da.
Pero no hay que olvidar que a veces las victimas son tambien ellos
Gracias por tu comentario
Saludos.
Jose Mª, se te echaba de menos por aquí. Nos dejas muchas dudas en este relato, en cualquier caso, la mujer es la que sale mal parada en toda esta historia, antes de actuar hay que pensar y dialogar, nunca agredir.
ResponderEliminarUn beso y no te hagas de rogar tanto para la próxima.
Malu.
HOLA MALU
EliminarEs que ya somomos muchos en la página.
En cuanto al relato creo que hay que acercarse a la realidad, para prevenirla. Cierto que en la trajedia la mujer lleva las de perder, pero si la evitamos, a pesar de que las rupturas no son nada gratas siempre dejan cicatrices en las dos partes.
GRACIAS POR TU COMENTARIO