El cabezota
María le avisó de que fuera con cuidado con esas pastillas pero, como siempre pasaba, sus advertencias causaron el efecto contrario y Juan se empeñó en demostrarle que podía tomarse tantas como quisiera, que no ocurriría nada.
Tal y como ella había previsto, tras la primera cabezada, ya no despertó.
Tal y como ella había previsto, tras la primera cabezada, ya no despertó.
Sarita: Realmente has dibujado a la perfección dos peligrosos con los que, si no se es responsable, es fácil convivir: la automedicación y el sentimiento de que somos indestructibles y todo me pasa a los demás.
ResponderEliminarUn besote.
Pablo.
Yo interpreto el relato como un asesinato inteligente. No se si ando equivocado .En cualquier caso me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo, Sarita
¿Seremos dos los equivocados? Porque yo también lo veo como un asesinato: el asesinato perfecto, exactamente. Buen relato, Sarita. ¡Bienvenida!
ResponderEliminarUn saludo.
Me quedo también con la interpretación de que se lo quiso quitar de en medio. Buen micro, Sarita. Un saludo.
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