Esperando en la estación
La estúpida guerra había terminado. Diariamente iba a la estación a esperar a su marido. Los que llegaban del frente apenas aportaban información optimista.
Cada día regresaban menos soldados.
Una mañana al levantarse, decidió vestirse de negro. Nunca más fue a la estación. Mi abuela ya siempre vistió de luto.
Cada día regresaban menos soldados.
Una mañana al levantarse, decidió vestirse de negro. Nunca más fue a la estación. Mi abuela ya siempre vistió de luto.
¡Cuántas guerreras en esas estaciones esperando una respuesta!. Me gusta Isidro. Buen día.
ResponderEliminarSí, desgraciadamente hubo muchas guerreras sin respuesta.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Bonito homenaje a toda una generación de madres y abuelas que, aun con el luto en el corazón, nos dieron un tremendo ejemplo de vida.
ResponderEliminarMagnífico, Isidro.
Es verdad Patricia, fueron todo un ejemplo de superación y de lucha en tiempos muy dífíciles y casi imposible de imaginarlos hoy en nuestra piel.
EliminarGracias y un abrazo Patricia.
Isidro, estoy de acuerdo con Patricia. Que gran homenaje a tantas luchadoras que, a pesar del dolor acumulado, siempre fueron ganadoras. Esa generación es a la que más admiro y de las que más cosas he aprendido.
ResponderEliminarMuy emotivo.
Un abrazo, Isidro.
Pablo
En el fondo este relato -resumen de uno más largo- es un homenaje a mi abuela que me contó estas y otras tristes historias de su guerra "incivil" o invcívica mejor.
EliminarGracias y un abrazo Pablo.
Pues sin pretenderlo, o sí, también has homenajeado a la mía que, al igual que la tuya me contaba esas historias tan incívicas, cómo bien dices.
EliminarTe doy las gracias por ello.
Saludos.
Pablo.
Muy bien elegida esa calificación de estúpida, Isidro, como todas las guerras, en realidad, y como cualquier reacción violenta ante cualquier desacuerdo que nos surja.
ResponderEliminarIntuyo cierto estoicismo en esa capacidad de asunción de lo irremediable de tu protagonista.
Enhorabuena y suerte.
Saludos.
Sí, a veces sólo queda aceptar estoicamente, pues parece inevitable lo de la guerra. Para ello se creó la religión, que al final produjo más guerras... en fin yo dudo que haya solución.
EliminarUn abrazo y gracias por tu comentario.
Brutal y muy bien contado. Muchísimas esperas como la de tu protagonista. Muchísimas mujeres, grandes todas ellas que nos han dado un ejemplo de lo que es luchar solas tras una gran pérdida por una estúpida guerra. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn beso Isidro.
Malu.
Gracias Malú. La historia realmente me fue contada por mi abuela que lo sufrió como otras muchas personas.
EliminarLo he intentado resumir en 50 palabras, pero creo que ni con millones de palabras se puede resumir ni describir el dolor humano ante las guerras.
Gracias por tu comentario.
Un beso.
Tremendo el drama de toda una generación de viudas que esperaron inútilmente y huérfanos que sufrieron la ausencia definitiva… y, a pesar del tiempo, todavía tan cercanos.
ResponderEliminarTriste y desoladora historia, y muy real, Isidro. Va mi “me gusta”.
Un saludo.
Muchas gracias M. Jesús. Efectivamente recordar esas vivencias ajenas, cuando menos, resulta triste.
EliminarUn abrazo.
Simplemente, muy bueno. Malditas guerras que no tendran nunca fin.
ResponderEliminarRealmente convencido de que nunca acabarán las guerras. Si un día acabaran, se haría una nueva guerra como protesta a la no existencia de guerras. Así somos y tenemos lo que nos merecemos. Estoy convencido de ello. Ojalá me equivoque.
EliminarUn abrazo.
Isidro. Magnifica historia aunque me he quedado con ganas de màs. Espero que este relato corto con el tiempo avance a uno mas largo con mas detalles. Un saludo.
ResponderEliminarNo te preocupes Tony, serás de los primeros en leerlo, pero esta noche nos toca cantar. Nos vemos!.
EliminarGracias por tu comentario.
De la espera inicial a la desesperanza final: la guerra y la vida misma condensadas en 50 palabras. Bien por ti, Isidro.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias "Notinc"
EliminarUn abrazo
Historias y heridas tremendas las que dejaron y siguen dejando las malditas guerras. Me gusta cómo está contado. Un saludo.
ResponderEliminarLa guerra como guadaña que cercena vidas e ilusiones, que siembra odios, que genera miserias, pero que puede hacer de algunas personas grandes resistentes, capaces de salir adelante de forma milagrosa, de ser ejemplo para generaciones futuras.
ResponderEliminarCuando escribes con humor eres muy efectivo, pero no te quedas atrás si hay que abordar temas serios.
Un abrazo, Isidro.
Querido amigo, estoy de acuerdo con tus palabras, pues el ser humano es capaz de inventar las mayores miserias y penurias y también es capaz de soportarlas hasta límites insospechados. ¡Es lo que hay!
EliminarUn abrazo y muchas gracias por tu comentario. Espero que nos conozcamos personalmente en la quedada de Madrid.
Somos muchos los que hemos conocido a nuestras abuelas vestidas de negro y sorbiendo lágrimas amargas. Un buen homenaje, Isidro, que ojalá sirva de ejemplo para los que no han vivido ese horror.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tu comentario Margarita.
ResponderEliminarUn saludo
Me gusta tu relato Isidro, Transmites de forma contundente la angustia de una espera.
ResponderEliminarUn saludo
Es cierto que la espera puede ser angustiosa pero hay esperanza hasta que un día, con resignación o estoicismo, se asume la realidad.
EliminarMuchas gracias Antonio por tu comentario.
Un abrazo
¡Gran microrrelato, Isidro! Muy bien narrado y con trasfondo histórico no tan lejano (aunque pretendan lo contrario). Sencillo homenaje a quienes quedan lejos del campo de batalla pero no en paz.
ResponderEliminarMi comentario llega más tarde que mi "Me gusta" (¡ay el tiempo disponible!), que ya te lo dejé hace tiempo.
Saludos y un fuerte abrazo.
Muchas gracias José Antonio por tan bonito comentario.
EliminarUn abrazo.