Indefensión aprendida
Colocó, con cuidado, el último pedazo de alma que le quedaba en el interior de su pecho. Desde entonces, vive con el corazón bajo el agua porque sabe que si sobrevuela el objetivo, tarde o temprano, volverá a recibir fuego cruzado. Ya no sufre nunca, también se le olvida sonreír.
Precioso. Hay batallas más pérdidas que ganadas. Enhorabuena!!!
ResponderEliminarPilar, que forma tan poética de describir una desesperanza. Muy imaginativo. Ojalá no tengamos que esperar otro año para leerte de nuevo.
ResponderEliminarBesote.
Pablo
Perdona, quise decir Piedad. Se me fue el dedo.
EliminarSaludos
Que prota más deprimente. Aconsejarle que es mejor sentir aunque duela. Y que echarse unas risas es la mejor medicina para el alma.
ResponderEliminarMe ha gustado cómo lo expresas.
Saludos risueños.
La mente se defiende como puede, ¿verdad, Piedad? Preciosa forma de expresarlo.
ResponderEliminarAl doctor Seligman también le hubiera gustado. ;-)
¡Qué situaciones tan... angustiosas, desesperantes, irritantes las que nos producen esa indefensión! Y qué bien lo has contado, Piedad.
ResponderEliminarUn saludo.
Supongo que el dejar de sonreír se convierte en un daño colateral. Una buena manera de contarlo, Piedad. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos. Vuestras palabras animan a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn saludo y de nuevo GRACIAS.
Piedad
Ojalá nadie sufriera un dolor tal que le haga perder las ganas de sonreír, pero todavía es
ResponderEliminarpeor imaginarse que ese dolor pueda sentirlo una criatura ante las peleas de sus padres.
Por lo demás, Piedad, hay muy bellas imágenes en tu relato.
Saludos
Debe muy triste sentir que sólo te queda un pedazo de alma y más triste todavía cuando ese poquito tienes que guardarlo. Quizá no sufre porque se ha puesto una coraza, que a la vez le impide sonreír. Definitivamente el título no puede ser mejor, para el protagonista, solo desearle mucho ánimo y enviarle un consejo, fuera coraza y a la lucha.
ResponderEliminarBesos Piedad.
Malu.