La Gran Verdad
Fue un niño o un borracho, dicen, quien acabó descifrando La Gran Verdad. Todo cambió desde entonces. Los fusiles solo sirvieron para disparar salvas. El dinero, para encender hogueras. Alguien montó una fanfarria con cetros, coronas, báculos y otros objetos sacados de templos y palacios. Cuentan que sonaba majestuosa, divina.
Al leer tu historia me viene la imagen de uno de nuestros mayores contandole una leyenda a un niño. Ojalá esa leyenda pueda ser contada algún dia gracias a que alguno de esos que siempre dicen la verdad nos descubren a los demás lo inútil y perjudicial de esos simbolos de poder para algunos, y por lo tanto de sumisión para la mayoría.
ResponderEliminarEso si, lamento decirte que como quien cuenta la historia eres tu y quien la lee soy yo, la persona mayor eres tú y el niño yo... ;)
Me ha gustado mucho. Un abrazo, Enrique.
PD- Unos billetillos de esos... que es que me estoy quedando sin butano...
Jajajaja, qué bueno, Joaquín.
EliminarMuchas gracias por tu estupendo comentario y no menos buena lectura. Por supuesto, hay cosas tan claras que no hay que esperar a que nadie nos las descubra, pero me he ceñido a ellas en espera de saber algo más, porque, fuera de esto que cuento, todo se me vuelve dudas y tinieblas inescrutables.
Un abrazo.
Enrique.
Querido Enrique, esa fanfarria debe sonar tan majestuosa como el micro que te has sacado de la manga.
ResponderEliminarDecirte que me parece una genialidad ese principio donde nombras a los que siempre dicen la verdad. Eso sí, desgraciadamente creo que tu relato pertenece al género de ciencia ficción.
Voy a darle con tu permiso una vuelta al micro. Yo que he leído un poco el nuevo testamento, por lo que vi, las doctrinas de Jesús eran contrarias a las que la Santa Iglesia sigue (no quería riquezas en los templos y siempre se rodeaba de gente humilde, huyendo de los ricos y los reyes con corona) y me he imaginado que el personaje podría ser Jesús cuando era un niño o él mismo tras la cogorza que debió cojer en las bodas de Canaan, abriendo los ojos de los humanos, descubriéndoles la Gran Verdad.
Lo malo sería que más de un poderoso vendedor de armas, o especulador financiero, o miembros de la 'nobleza', u obispos avispados que desde sus coches de lujo nunca han visitado los barrios humildes de la ciudad, o seguramente todos juntos, lo volverían a crucificar con una inyección letal haciéndonos creer que se trataba de un demente peligroso.
No hace falta decirte que me ha gustado. Se me nota ¿no?
Un fuerte abrazo.
Pablo.
Es en el Antiguo Testamento donde quedan establecidos los patrones de riqueza y ostentación de la Iglesia. En ese y otros muchos sentidos el personaje de Jesús viene a romper con todo lo anterior, incluido el carácter de su padre, del que parece haber heredado pocos rasgos genéticos. Y qué duda cabe de que simboliza todo lo bueno y más grande en cuanto a intenciones y sabiduría, el perfecto enemigo, como tú bien dices, de los poderosos, y el genuino portador de esa gran verdad.
EliminarEn cualquier caso, ese conducto de revelación, para mí, sería solo una de las posibles opciones. Y no estaría nada mal, por cierto. No sabes cuánto me gustaría ser creyente. Mientras tanto creo que prestaré más atención a los niños y a los borrachos, porque quién sabe si llevan un profeta dentro.
Bueno, querido Pablo, creo que me estoy enrollando demasiado. Me alegro mucho de que te haya gustado esta historia sin pretensiones, aunque pueda aparentar todo lo contrario.
Muchas gracias y un fuerte abrazo.
Enrique.
Pues sí, Enrique. Creo que será mejor escuchar a niños y borrachos como bien dices pues además de ser portadores de la Gran Verdad, carecen de hipocresía.
EliminarSaludos.
Pablo
Hasta pronto, Gran y Verdadero Pablo. Ten por seguro que aunque no cumplas ninguno de los dos requisitos de arriba cuentas siempre con la mayor de mis atenciones.
EliminarUn abrazo, amigo.
Armas, dinero y privilegios, negocios para unos pocos a costa del resto. Nos hacen creer que triunfar es pertenecer a ese pequeño grupo, esa podría ser la gran mentira. La gran verdad creo que también la conocemos pero parece que cuesta más luchar por el bien común que por el propio.
ResponderEliminarMe gusta tu relato Enrique y ojalá tu relato fuera premonitorio.
Un abrazo.
En efecto, Jose, seguramente nada tenga mayor poder de manipulación que la mentira; la crean y la mantienen los mismos de siempre (Pablo a nombrado a selectos representantes) y se valen de la ignorancia para sembrarla. No estoy diciendo nada nuevo. Como tú dices, ya sabemos cómo funciona esto, pero cuesta mucho cambiarlo.
EliminarLuego está esa verdad que trae de cabeza a los científicos y que hay quien dice que nunca será hallada, pero lo dejo aquí porque me voy a poner otra vez pesado.
Muchas gracias por todo (me alegro de que te haya gustado) y un abrazo.
Enrique.
Pongo aquí una "h" que falta por ahí arriba.
EliminarQué necesarias son las personas que saben decir la verdad de manera sencilla, a la vez que profunda, En esa minoría de sabios están los niños y también hay que incluirte a ti, Enrique, después de este relato. Temo que no exista esa sociedad libre de la esclavitud del dinero, sin armas, creencias ni privilegios, pero quizá algún día seamos capaces de crearla. Mientras tanto, al menos tenemos el placer de leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Por favor, Ángel, sabio, precisamente yo. Aunque sí es cierto que a menudo tengo la inocencia de un niño y se me traba la lengua como si hubiera bebido. Pero voy a aprovechar ese concepto que dices de expresar la verdad de una manera sencilla para referirme a uno que sí lo es: Stephen Hawking. Decía él que, una vez descubierta la gran verdad, esta se podría simplificar en su definición hasta el extremo de poder ser explicada y entendida por cualquiera. El mayor contratiempo está en que él había calculado que sería descifrada antes que acabara el siglo XX, y ahora por lo visto ha ampliado el plazo en otro siglo. Mientras tanto, a ver si somos capaces de crear esa hermosa sociedad que dices. De lo que sí estoy seguro es de que vamos a tener el placer de seguir leyéndonos y comentándonos.
EliminarUn abrazo.
Enrique.
Dicen que la imaginación salvó al mundo. Y dado que la imaginación es previa a la creación, aún hay esperanza de que tus palabras inventadas se hagan realidad.
ResponderEliminarUn saludo, Enrique.
Pues cada vez parece más evidente que de imaginación es de lo que más faltos andan nuestros dirigentes. Así que estamos salvados. Quizá estas palabras inventadas nuestras, aunque nunca se hagan realidad, sirvan de algo a alguien alguna vez en algún momento. Por qué no. A nosotros, por ahora, sí que nos sirven a diario.
EliminarMuchas gracias, Margarita, y un saludo.
Enrique.
La panacea... ¡Ojalá se cumpliera!
ResponderEliminarSeguramente nunca ocurra, pero al menos durante ese breve momento en el que lo imaginamos, podemos sentir sus efectos.
EliminarGracias, Salvador.
Saludos.
Esa verdad conocida por tantos e ignorada por demasiados. Como alguien que enarbola la verdad por bandera, cueste lo que cueste y disguste a quien disguste, tu relato me ha parecido un gran acierto y, ni que decir tiene, me ha gustado, Enrique.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias, Fina. Lo cierto es que no estaba muy seguro de mandar este relato pues podría resultar algo pretencioso. Pero creo que solo digo en él cosas obvias. Quiero pensar, por ejemplo, que casi todos estamos de acuerdo en que tan absurdo es establecer jerarquías por motivos de sangre como hacerlo por los de raza. Pero sí que alguien se puede molestar por ello.
EliminarUn saludo.
¡Estabas soñando...! qué buenas intenciones encierran tus cincuenta palabras...
ResponderEliminarpero estamos topando con el poder, el dinero, y la monarquía, socoooorro...
Un abrazo admirado por este loable micro.
Muchas gracias, Rosy. Cuántos elogio. Es cierto que en este caso no solo hemos topado con la Iglesia, y mirándolo así, todas estas buenas intenciones podrían ser resumidas por lo tanto en una sola palabra: ingenuidad. Pero entre esta gran mentira que vivimos y esa utópica verdad hay un largo camino en el que no debemos dar ni un solo paso atrás.
EliminarOtro abrazo para ti.
Enrique.
Buen y original relato, me gusto bastante.
ResponderEliminar¿Una doble verdad podría ser la de un niño borracho? Creo que sería políticamente incorrecto, jeje.
Saludos.
Muchas gracias, Jean.
EliminarPolíticamente correcto o no, lo de los niños borrachos es cada vez más frecuente, por desgracia, aunque no creo que se acerquen mucho de este modo ni siquiera a una simple verdad.
Saludos.
Qué grande, Enrique! Pero yo me imagino una historia de Fantasía Épica: la Gran Verdad, una reliquia de los dioses antiguos entregada al pueblo ignorante de los humanos y que, tras cruzadas, expediciones mágicas y especulaciones de sabios, fue al fin descifrada por alguien que, simplemente, se paró a leerla.
ResponderEliminarUn abrazo rivendeleño.
Qué poco necesita tu desbordada fantasía para montarla, Patricia. Desde luego no se me ocurre tesoro más valioso ni más necesario para un pueblo ignorante que esa Verdad, y no me extrañaría que fuese tan fácil hallarla como pararse a leerla.
EliminarMuchas gracias por todo. ¡Nos vemos en Rivendel!
Un abrazo.
Esa Gran Verdad suena tan divina y tan majestuosa que me quito el sombrero ante ella y ante el artífice de su creación, sea un niño, un borracho o un soñador como tú, Enrique. Confieso que me uno a ese sueño y ojalá despertemos un día y lo veamos convertido en realidad.
ResponderEliminarUn beso fuerte y mi más sincera enhorabuena por este Gran Relato.
Malu.
Muchas gracias, Malu, por todas estas grandes palabras. Mientras filósofos y científicos pugnan por encontrar esa verdad por excelencia, pienso que no estaría mal que nosotros fuéramos desmontando por nuestra cuenta las mentiras que nos rodean, que esas si que cantan.
EliminarOtro Beso Fuerte para Ti.
Enrique.
¡Magnífico, Enrique! Pero tampoco descubro ninguna verdad, ni grande ni pequeña. Ya nos tienes acostumbrados a ello. Y ya quisiera también que esa "Gran Verdad" fuera una "Gran Realidad". De momento habré de conformarme, cuando necesite ilusionarme, con leer tu microrrelato y pensar que otro mundo es posible (¡que lo es!).
ResponderEliminarVa mi "Me gusta" (ojalá fuera acompañada con una fanfarria como la que nos propones) y mi enhorabuena, más que me merecidos ambos.
Un fuerte abrazo.
Después de leer vuestros comentarios empiezo a mirar el relato con otros ojos y hasta hago la vista gorda ante sus carencias. En cuanto al tema este que trato, a veces pienso que esa gran verdad la conocen todos los seres menos nosotros. Podría ser que incluso nuestras neuronas estén al tanto mientras nuestro cerebro, ajeno a lo más importante, se pavonea por ahí de ser un órgano inteligente.
EliminarMuchas gracias, José Antonio, y un fuerte abrazo.
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