Rutina
Se levantó al amanecer, se duchó, tomó su café y primorosamente se vistió.
Salió a la calle. Frunció el ceño. Se volvió a casa. Se quitó la corbata.
Hoy no quería que sus compañeros se volviesen a reír de él. Hoy sí se acordó de que llevaba diez meses jubilado.
Salió a la calle. Frunció el ceño. Se volvió a casa. Se quitó la corbata.
Hoy no quería que sus compañeros se volviesen a reír de él. Hoy sí se acordó de que llevaba diez meses jubilado.
Isidro, esta rutina que nos presentas tiene dentro muchas cosas. Me sugiere la historia del jubilado que está tan acostumbrado a hacer lo mismo durante tantos años que le cuesta acostumbrarse a su nueva vida, acompañado de una leve pérdida de memoria ayudada por las brumas de la vigilia recién llegada de las primeras horas de la mañana.
ResponderEliminarMe ha gustado, Isidro.
Un abrazo.
Pablo.
Has dado en el clavo.
EliminarMuchas gracias por el comentario Pablo.
Un fuerte abrazo.
Al hilo de lo comentado por Pablo añadiría que además me sugiere que el personaje no ha tenido demasiada motivación en la vida más allá de su trabajo. Una låstima. Espero que sepa reconducirse. Me ha gustado tu relato. Un abrazo, Isidro.
ResponderEliminarPuede ser lo que dices Joaquín, pero ojo con eso, pues cuando se es joven nadie cree que acabará así, pero las tribulaciones y desdenes de la vida, nos moldean a diario y no sabemos como acabaremos.
EliminarImportante es luchar para que no nos ocurra.
Gracias y un fuerte abrazo
Me gusta!!! Enhorabuena
ResponderEliminarGracias Carmen, lo que debemos procurar es que no nos ocurra a nosotros.
EliminarSaludos
Un micro entrañable, por lo real.
ResponderEliminarMuy bueno, Isidro.
Gracias patricia. Por cierto, te echamos de menos en la microquedada, también a Malú y a otros de la familia de 50 palabras.
EliminarUn abrazo.
Yo diría que hay personas que no tienen motivaciones en la vida y que sólo viven para trabajar y al llegar a la jubilación se quedan desangelados y sin saber muy bien qué hacer. Muy triste, pero tan real como la vida misma.
ResponderEliminarUn beso y un me gusta, Isidro.
Malu.
Gracias Malu. Siempre "Malucinas" con tus bonitos comentarios.
EliminarEstoy de acuerdo contigo. No es el caso de todas las personas, pero efectivamente, la vida y si ha sido dura, más, te hace autómata del trabajo y desinteresado del resto de vivencias, aficiones, etc.
Una pena, pero así es.
Mil gracias por tus palabras.
Un beso.
Ja, ja, ja ... Isidro, tú sí que "malucinas". Yo lo único que hago es decir lo que pienso sobre lo que leo.
EliminarQué penita que no pude ir al encuentro del día 25, a ver si puede ser para la próxima.
Besos.
Malu.
Yo también pienso como Patricia un micro entrañable. Debe ser de lo más duro, envejecer y ir despidiéndote de cosas que ya no volverás hacer nunca: trabajar, correr, conducir....
ResponderEliminarEfectivamente. Creo que debemos luchar durante nuestra vida y desde jóvenes para que la jubilación sea motivo de júbilo -de ahí viene- y no se convierta en un triste deambular por este "valle de lágrimas"
EliminarGracias por tu comentario y un abrazo.
Quería decir: E ir despidiéndote "ups" un pequeño lapsus :)
ResponderEliminarJajaja! te hemos entendido. Son gajes del oficio.
EliminarVa mi "Me gusta", Isidro, porque refleja la situación real de esas personas que, tras muchos años haciendo lo mismo, no saben que la vida tiene otros alicientes. Yo le sugiero a ese entrañable jubilado tan desnortado que coja papel y lápiz (también vale un bolígrafo) y escriba, por ejemplo, un relato de cincuenta palabras. Si son algunas más, tampoco importa. Total, ahora tiene todo el tiempo del mundo y puede reescribirlo tantas veces como sea necesario, hasta dar con la cifra exigida.
ResponderEliminarUn saludo y mi reconocimiento.
Jejeje! muy buena sugerencia. De hecho es una de las causas por las que empecé a escribir hace dos años, para prevenir esa desorientación cuando me jubile (Si es que me jubilo).
EliminarGracias y un abrazo
¡Desnortado! ¡Guau! Qué bonita palabra.
EliminarMe ha gustado mucho tu micro, Isidro. Al terminar de leerlo me ha venido a la cabeza “La hoja roja” de Delibes. Duro tema. Un saludo.
ResponderEliminarGracias Matrioska por tu comentario y me apunto el título de Delibes a ver si puedo leerlo, aunque estos temas tan duros, en 50 palabras me vale, pero más largo... puedo llegar a somatizarlo y no me apetece. jejeje!
EliminarUn abrazo.
Un micro aparentemente sencillo, que explicado en todas sus vertientes puede suponer un extenso ensayo. Sólo por poner dos pinceladas: Por un lado se refleja el triste sino de aquellos que sólo viven una realidad, en este caso, la del trabajo, fuera del cual están como peces en la arena. Por otro, podría haber un problema físico asociado a la memoria y a la edad.
ResponderEliminarEn resumen, has tratado un tema delicado, no exento de profundidad, de un modo respetuoso y original, y además eres un tío genial, como he tenido la suerte de comprobar.
¡Un abrazo, Isidro!
Efectivamente se pueden dar ambos casos o incluso tres. La mera inercia o rutina que en este caso sería algo exagerada, la de un sola realidad vivida durante mucho tiempo y que marca a fuego nuestra personalidad y la del tema de enfermedad mental que es frecuente se empiece a padecer con la edad de la jubilación. al escribirlo pensé en las tres que muchas veces van en el mismo lote.
EliminarGracias Angel por tu comentario y piropo que me ha hecho sonrojar.
Un fuerte abrazo y encantado de haberte conocido personalmente.
Respondo no por "rutina", sino por la sensación que proporciona. El miedo a la monotonía, que cuando se rompe no se sabe que hacer.
ResponderEliminarTe respondo tampoco por rutina, sino para agradecerte tus palabras.
EliminarUn abrazo.
¡Se me partió el corazón! Me enterneció mucho. Felicitaciones, Isidro. ¡Un micro hermoso!
ResponderEliminarSaludos,
Sandra
Mil gracias por tu precioso comentario.
EliminarUn abrazo.
Qué verdad es. Al final la vida te relega a una monotonía anodina que, con el desgaste del tiempo, resulta parecer patética a aquellos que piensan como tú pensabas. Pero como dice mi madre que decía su madre; "por mi puerta pasarás"
ResponderEliminarRazón llevas hermano. Esa también es un lectura y aviso para navegantes.
Eliminar¡Qué casualidad, yo oí lo mismo de mi madre y mi abuela! ¿No serán las mismas?
Un abrazo Luis y gracias por comentar.
Se precisa bastante tiempo para reemplazar una rutina por otra, sobre todo cuando la nueva situación nos ha venido impuesta. Enternecedor relato, Isidro, y no menos real. Suerte.
ResponderEliminarUn saludo.
La inercia, la costumbre, el hábito... son innegables en nuestra vida, así como nuestro afán por superarlos o saber usarlos.
EliminarMuchas gracias fina por tus sabias palabras.
Un beso.
Más que con la rutina, si me lo permites, Isidro, me quedo con la soledad que transmite tu personaje: nadie que le ayude a quitarse la corbata que no debería haberse puesto. ¡Triste!
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, la soledad es un punto que no tuve conscientemente en cuenta a la hora de escribirlo, pero es sabido que en ciertas circunstancias, es latente y a veces no sólo en ciertas circunstancias, sino que como una sombra, nos acecha siempre.
EliminarGracias Margarita por tu aportación.
Un abrazo.
Pobre hombre, cuánta ternura me ha despertado...
ResponderEliminarUn micro que invita a pensar.
Saludos.
Pues sí da que pensar porque no se puede decir "de este agua no beberé".
EliminarGracias por tu comentario Rosy.
Saludos
Este relato tiene sabor a circo. El protagonista me ha recordado a un clown. La situación ante la que se enfrenta tiene, de entrada, un punto cómico (un tipo que no se acuerda de que ya está jubilado y que sigue yendo a trabajar); hay también la burla de los compañeros (igual que en un número de payasos, que el "listo" se ríe del "tonto"); y, por último, ese punto de ternura que despiertan determinados tipos de payasos.
ResponderEliminarMuy chulo, Isidro.
Un abrazo.
Amigo Carles, has sacado una visión que nadie lo había visto o mencionado, pero que también podría añadirse a la situación que intento reflejar con 50 palabras.
EliminarEspero que llegaras bien el otro día. Un abrazo y encantado de haberte conocido personalmente. ¡Nos leemos!
Pues no sé si hay rutina, soledad, tristeza, ternura, humor, como dice Isidro... Trasmite, creo yo un poco de todo. Añoranza del personaje por los tiempos mejores, insatisfación por el presente, miedo a un futuro irremediable... en fin, todo lo que la imaginación del lector quiera, porque los mimbres nos los ofreces como quien no quiere la cosa. Estupendo micro, Isidro.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Luis por tus agradables palabras.
EliminarUn fuerte abrazo.
A mí también, como a Matrioska, me ha recordado a la novela de Delibes y aquello que el protagonista nombraba como la antesala de la muerte. Siempre es bueno diversificarse en cualquier etapa de la vida para huir de ese vacío de no saber qué hacer, aunque si tu personaje empieza a perder la memoria, la cosa se complica.
ResponderEliminarMe ha gustado bastante, Isidro. Enhorabuena y un abrazo.
Enrique.
Estoy de acuerdo contigo en lo de diversificarse, yo así lo pensé ya hace mucho e intento hacerlo, además considero que la diversidad es más divertida que la especialización y la exclusividad.
EliminarGracias Enrique por tu comentario y un fuerte abrazo
Realísimo suceso que al leerlo no puedo por menos recodar a alguien que conocí. Me ha encantado sobre todo por lo bien contado y por lo de haberme hecho recordar a un buen hombre.
ResponderEliminarSuerte y saludos.
Me alegro que te haya gustado María Jesús.
EliminarUn abrazo.
En cuatro letras no se puede escribir lo que se olvida. No se puede recordar lo que se pierde ni siquiera se puede volver atras el tiempo. y regresar al trabajo. Creo que tu personaje ha perdido fatalmente la memoria Y eso es un drama que rebelas magistralmente en tu relato. Al menos eso me parece.
ResponderEliminarSaludos.
Claro. Desnortado, con problemas de memoria, confundido...
EliminarCada cual le puede dar una interpretación. Ahí expuse sólo la situación.
Gracias por tu comentario.
Saludos