Divina justicia

Desde el pétreo púlpito, el párroco alzó su aflautada voz ante la feligresía:

—¡Pecadores! ¡Arrepentíos de vuestros actos impuros o caiga sobre...!

Un estruendo entonces atronó en la iglesia, cuando el pesadísimo tornavoz de madera labrada se desplomó.

Desde el lateral del altar mayor, el monaguillo esbozaba una malévola sonrisa.
Escrito por José Antonio Barrionuevo

38 comentarios :

  1. Querido José Antonio: después de leer tu excelente relato (porque es excelente) veo que Dios existe y es justo.
    Un abrazo y el clic de Me gusta merecido.
    Pablo

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    1. Justo y... divino, que no se te olvide, amigo Pablo.
      Me alegro de que te haya gustado. Y muchas gracias por tu comentario, tan amable como siempre.
      Un abrazo.

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  2. Antonio B.10/5/15, 11:07

    Todo el peso de la soberbia en la ligera sonrisa del más humilde dentro de la jerarquía eclesiástica

    Es un relato magistral: Impecablemente contado, con una buena historia de fondo y su punto de humor ácido en un final redondo.

    Creo que las buenas historias son las que se ven mientras se leen y tu relato es una ellas.

    Enhorabuena, José. Me ha gustado mucho.

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    1. Muchísimas gracias, Antonio, por tus palabras. Me siento halagado con la frase que me dices de que las buenas historias son aquellas que se ven mientras se leen, porque ese era mi objetivo cuando escribí esta historia que, creo, puede tener más de una lectura. Así que orgulloso me has dejado.
      Un saludo y mis gracias de nuevo.

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  3. Magnífico tu relato, José Antonio (estas cinco palabras las tengo guardadas en un archivo Word y así solo tengo que dar a copiar y pegar).
    Aparte de esta cruda historia que cuentas de fondo y que encaja a la perfección con el ingenioso título, creo que has elegido sabiamente cada palabra, sobre todo los adjetivos, que dan a la escena el boato, la ostentación, que requiere, y retratan de manera eficaz a los personajes, Vamos, que me ha encantado como todo lo que escribes y que yo rerreleo siempre buscando aquellas cosas que ocultas deliberadamente a una primera lectura.
    Va mi enhorabuena, mi "me gusta" y mi fuerte abrazo.
    Enrique.

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    1. ¡Hala, exagerado que eres, Enrique!
      Me llena de orgullo y satisfacción (vaya, me he puesto algo monárquico) todo cuanto me dices, aunque creo que te excedes. Pero se agradece, oye, que siempre es bueno recibir halagos. Y si encima son de personas como tú, de magníficos autores como tú, pues qué quiere que te diga... ¡Que muchísimas gracias!
      Un abrazo enorme para ti.

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  4. ¡Genial, José Antonio! Simplemente genial. Algo que, llevando tu firma, no podía ser de otro modo.
    Un abrazo.

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    1. Después de tus palabras, amiga Fina, solamente puedo decir: ¡Amén! (Con su correspondiente tilde, que las misiones son para cumplirlas).
      Otro abrazo para ti y mil gracias.

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  5. Bellas imágenes que aumentan su luminosidad a medida que avanza el relato. Aún resuena en mis oídos el eco sordo del estruendo y la polvoreda me quema la garganta. Final de impacto con esa inocencia perdida.
    Me ha encantado, José Antonio.
    Un cordial saludo.

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    1. La malévola sonrisa del monaguillo me da a mí que nos tendría que hacer ver que inocente, lo que se dice inocente, ya dejó de serlo hace tiempo. También es verdad que sus motivos tenía y que están ahí, ocultos, en el relato.
      Gracias, Margarita, por tus palabras y por decirme que te ha encantado. Con eso simplemente ya tendría yo el cielo ganado.
      Un saludo.

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  6. Recuerdo un comentario de una persona muy creyente, que dijo que Dios todo lo puede, pero que hay que ayudarle un poco, en el sentido de que los fieles deben ser activos. En este caso, la acción del monaguillo parece haber sido decisiva a la hora de impartirse esa justicia divina a la que alude certeramente el título. Hay que tener cuidado con lo que se dice, con más razón encima de un púlpito, porque puede cumplirse.
    Ocurrente, socarrón y lleno de fina ironía.
    Un abrazo, José Antonio

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    1. Una justicia divina que aquí, Ángel, se hace divina justicia. Y sí, probablemente el monaguillo tuvo algo que ver. Tanto rezar o al menos participar de los rezos darían su fruto. Y no te falta razón: Hay que tener cuidado con lo que se dice porque las palabras terminan volviéndose contra quien las proclama y, a veces, como es el caso, con todo su peso.
      Gracias, como siempre, por tu comentario, lo que es de agradecer viniendo de quien viene.
      Un fuerte abrazo.

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  7. Como toda justicia, la divina también es lenta, por lo que un poco de ayuda nunca viene mal. Genial, José Antonio. Un abrazo.

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    1. No te falta razón, Salvador. Es verdad que la justicia divina, que como ya he dicho antes, aquí es divina justicia, es lenta pero... segura y certera. Y no falla, ni hay posibilidad de recurso de casación ni absolución posible cuando el delito cometido es el que es y encima se proclama a los cuatro vientos desde un púlpito. Y ahi lo dejo...
      Gracias por tu calificativo de "genial" que creo que no es tanto. Me conformo con el hecho de que te haya gustado.
      Un abrazo para ti.

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  8. Muy bueno e irónico.Además nos has recreado en un viaje al pasado con la imagen del púlpito, el tornavoz, el tono -imaginable- del cura... Creo que habrá jóvenes que no acaben de entenderlo por no tener, afortunadamente, esas referencias.
    Felicidades y un abrazo José Antonio.
    Un abrazo

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    1. Pues sí, Isidro, la referencia del tornavoz ya nos sitúa la acción en una época en la que no existían los micrófonos. Esa era, precisamente, la función del tornavoz: Mejorar el sonido del predicador desde el púlpito. Ahora bien, no había entonces peligro alguno de que el cura se electrocutase con una mala manipulación del aparato eléctrico, si bien, visto lo visto, cada cosa tiene su peligrosidad.
      Gracias por tus palabras y te mando un abrazo de vuelta (con eco, desde mi tornavoz personal).

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  9. Comprendo la satisfacción del monaguillo por el suceso presenciado; curiosamente la dramática escena me ha dibujado una sonrisa de oreja a oreja. Enhorabuena y un abrazo.

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    1. No es cuestión de reírse de los padecimientos ajenos (y menos de este, que no tiene vuelta atrás), pero también es comprensible que haya personas que se merecen estos castigos divinos que, afortundamente, terminan siendo también unos divinos castigos. Con malévolas sonrisas de por medio, justificadas eso sí.
      Gracias y un abrazo para ti, amiga María Jesús.

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  10. Mas le valiera al pobre cura dar trigo que predicar bajo el tornavoz del púlpito. ¿Quien se acuerda de que es el tornavoz? Los relatos, los escritos y los libros siempre enseñan, aunque a veces solo haga falta recordar.
    El tema es ejemplarizante, como para hacer oreja. El relato es genial. Me gusta, por lo bien construido.

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    1. Muchas gracias por tus palabras, José María. Este párroco no se aplicó bien en su tarea pastoral y terminó recogiendo los frutos de su mal obrar. Si acudimos a las Sagradas Escrituras bien podríamos decir aquello de que "Quien siembra vientos, recoge tempestades". Y le cae el peso de su voz encima.
      Un saludo.

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  11. Muy bueno, José Antonio. Tan visual que hasta aquí llega el olor a incienso. Un saludo.

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    1. Espero, Matrioska, que te haya llegado el olor a incienso y, también, el sonido atronador del tornavoz desprendido.
      Un saludo. Y muchas gracias.

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  12. ¡Inmenso! Qué bueno el título... No es una justicia divina, sino que es divina, que no es lo mismo, no.
    Y qué sonoridad. Últimamente me fijo mucho en eso, mira tú, que tontería. Pero el que hayas utilizado tantas palabras que contienen la "p" le da al relato una potencia sonora que le va muy bien al final explosivo.
    Y después de este repelente análisis, me despido besándole a usted el anillo, monseñor.

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    1. ¡Patricia, que te pasas con las alabanzas y con los besos!
      Efectivamente, el título ya jugaba con el término "divino". De la sonoridad de las pes, que se repiten a lo largo del relato, pues he de confesarte que llevas toda la razón, pero habrá sido una coincidencia de esas casi milagrosas, por lo de inconsciente que de mí haya habido. Una coincidencia como que el relato fuera publicado ayer, domingo, día de misa y oración (también podría haber sido en fiesta de guardar, pero no hay ninguna a la vista). Pero de repelente, nada de nada.
      Sí me gustaría resaltarte, porque ahí sí ha habido conciencia escritora, lo del paralelimo entre "Desde el pétreo púlpito, el párroco (...)" y "Desde el lateral del altar mayor, el monaguillo (...)", ya que son los dos puntos de vista del relato.
      Finalmente, y tras besar mi anillo de monseñor, solamente puedo añadir: "Ego te absolvo".
      Mil gracias por tus palabras, amiga.

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  13. Justiciero ajusticiado. Aunque quizás de toda la feligresía, el único que aún pueda salvarse por su edad y bisoñez, sea el monaguillo.
    Gran y contundente relato.
    Saludos y enhorabuena, José Antonio.

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    1. No te creas, Jose. El monaguillo, a su pesar, dejó de ser inocente hacía algún tiempo. Y algo tuvo que ver ese párroco que, como bien apuntaba José María Garrido un poco más arriba, predicaba sin dar trigo, enseñando sin aplicarse sus propias enseñanzas, reprendiendo sin poner en práctica su doctrina. En fin, que la justicia divina, o la divina justicia, tenía donde actuar. Y actuó.
      Gracias por tu comentario y tus parabienes y tus saludos.

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  14. Si ni Mahoma va a la montaña, ni la montaña a Mahoma, pues algo habrá que hacerse. Bien por el monaguillo y bien por ti, José Antonio.
    Saludos cordiales

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    1. Gracias mil, Notincgas. De mi parte y del malévolo, pero justificado, monaguillo.
      Un saludo.

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  15. Cria monaguillos y te derribaran el chiringuito, que diría algún ancianito.
    Ingeniosamente malevola tu inspiración.
    Me he reido.
    Suerte.

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    1. Me alegra mucho que te haya sacado unas risas. No obstante, detrás de la malévola sonrisa del monago (nada que ver con el político extremeño) se esconde un sufrimiento de años que por fin se ve liberado gracias a esa "divina justicia". La clave está en esos "actos impuros" de los demás para los que el cura pide el arrepentimiento... Es como lo de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Y ahí lo dejo...
      Garcias por el comentario y te mando mis mejores saludos.

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  16. Jajaja estos curas pecadores... el monaguillo que se guarde de su ira, que se va al paro...
    Un abrazo casto y puro que no quiero confesarme...

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    1. Confiesa, Rosy Val, pero solo si tienes algo confesable.
      Gracias por tu comentario.
      Un beso... también casto y puro. ;)

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  17. Me vienen dos frases a la mente:
    -"Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
    -"Hay que predicar con el ejemplo".
    Está claro que este señor cura, ni lo uno, ni lo otro. Y el monaguillo, tan bien descrito, me ha recordado esas risillas de los monaguillos cuando yo era pequeña e iba los domingos a misa ... seguro que estaba resentido por no cobrar una pequeña paga después de la misa, digo yo ...
    José Antonio, un me gusta muy merecido, sería muy raro que no gustaran tus relatos, la verdad, porque todos los meses nos dejas genialidades y el de este mes no se queda atrás.
    Un beso fuerte.
    Malu.

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    1. Muchísimas gracias por tus siempre amables palabras, Malu.
      Aclararte que el resentimiento del monaguillo no es tan solo por esa paga dominical. Detrás de ese rencor malévolo están ciertos "actos impuros" que el párroco veía en los demás y, en cambio, era incapaz de verlos en sí mismo (o no los quería ver), cuando se sabía que los había cometido. Ahí está el castigo de la divina justicia.
      Y que te gusten mis relatos ya es para mí suficiente recompensa. Me sobra, incluso, la recompensa celestial. Y leerte, eso ya es el paraíso perdido.
      Un beso para ti.

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  18. Jejeje me encanta. La ironía, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.
    Felicitaciones por el micro.

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    1. Gracias, Raquel, por tu comentario. Y me alegra que te haya encantado. Hay ironía en el micro pero también venganza (y justicia) divina.
      Un saludo.

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  19. Me ha encantado tu micro, muy bueno y lamentablemente muy cierto. A la larga de tanto predicar sin practicar, se les devuelve el mal que han hecho. Lastima que los curas no crean en el karma.

    Saludos.

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    1. Muchísimas gracias, Jean, por tu comentario. Y efectivamente, los curas no creen en el karma y este párroco aún menos. Por eso, me da a mí, que arderá en el infierno. Por su mal obrar.
      Muchos saludos para ti también.

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