El agua que respira
Suspiró, pero no se alivió.
—¡Anímate, hombre! No puedes estar así todo el tiempo. Ánimo, ¡si el mar está lleno de peces!
—Pero el problema, querido amigo, es que ella es el mar.
Se hundió en su tristeza, buceó por sus añorados recuerdos y se ahogó con sus agrias lágrimas.
—¡Anímate, hombre! No puedes estar así todo el tiempo. Ánimo, ¡si el mar está lleno de peces!
—Pero el problema, querido amigo, es que ella es el mar.
Se hundió en su tristeza, buceó por sus añorados recuerdos y se ahogó con sus agrias lágrimas.
... es que ella es el mar. ¡Qué romántico!
ResponderEliminarY es que el desamor, sólo con amor se cura. El amigo no puede hacer otra cosa que escuchar, que ya es bastante.
Me gusta tu relato, Saioa. Saludos.
Ella era el mar. Suscribo a José Bravo, muy romántico.
Eliminar¡Oh! Pero qué bonito... Una historia de desamor bañada por el mar.
ResponderEliminarSe cumple el dicho aquel de "la primavera la sangre altera". Ya van unos cuantos relatos de amor y desamor en estos días. Muy romántico.
Un beso Saoia.
Malu.
Un acierto encadenar el trivial consejo del amigo con la metáfora de "ella es el mar"; y el título, otro acierto.
ResponderEliminarBien por ti, Saioa.
Saludos
¡Cuánto amor emana tu relato, Saioa! Me ha gustado.
ResponderEliminarUn saludo.
Un pez puede sustituir a otro, pero el mar no tiene recambio. Como agua que es, es vida, imprescindible y necesaria, pero al mismo tiempo también tiene implícita la capacidad de hundirnos. La historia de un hermoso y duro desamor bien retratado.
ResponderEliminarSaludos