La mejor de la ofi
Literalmente vivía en su puesto de trabajo. Su labor era casi perfecta, aunque nunca la felicitasen por ello. Al menor fallo tenía que aguantar estoicamente las agresiones verbales y físicas de los compañeros.
Pero un día se acabó. Resultó más barato comprar una nueva que cambiar sus cartuchos de tinta.
Pero un día se acabó. Resultó más barato comprar una nueva que cambiar sus cartuchos de tinta.
¡Qué ingrata la vida de esa magnífica imitadora de escritos! Día a día repitiendo con total exactitud un folio tras otro y otro, en agotadoras jornadas bajo la presión de aburridos funcionarios… Y eso por no hablar de lo discreta, sumisa y disciplinada. Qué humillante, terminar siendo sustituida por otra más joven. Una incomprendida, la pobre.
ResponderEliminarMuy original, Dani. ¡Enhorabuena y suerte!
Un beso.
¡Cuánta ingratitud hay por ahí suelta! Cuando la necesitaban, bien que acudían a ella, pero al menor contratiempo le dan puertas y sin miramiento alguno.
ResponderEliminarBuen micro, Dani. A partir de ahora, cada vez que tenga que deshacerme de algún artilugio, lo jubilaré con honores. ¡Qué menos!
Un saludo.
Siempre están ahí, en su puesto de trabajo y dándolo todo. Y nosotros explotándolas al máximo y solo protestando cuando no funcionan bien. Ingratitud elevada a la máxima potencia...
ResponderEliminarUn beso, Dani.
Malu.
Muchas gracias a todas! Perdón por no haberos contestado antes, pero he andado un tanto ocupado, en parte por culpa de una impresora (mucho menos trabajadora que la protagonista)
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