Lágrimas de libertad
Uno, dos, tres...
Los correazos se suceden, uno tras otro hasta llegar a su edad; un castigo por olvidar el cumpleaños de un padre lleno de ira y frustración.
... treinta, treinta y uno...
El pequeño recordaba la fecha, pero callaba; se negaba a vivir con miedo.
... cuarenta y nueve, cincuenta.
Los correazos se suceden, uno tras otro hasta llegar a su edad; un castigo por olvidar el cumpleaños de un padre lleno de ira y frustración.
... treinta, treinta y uno...
El pequeño recordaba la fecha, pero callaba; se negaba a vivir con miedo.
... cuarenta y nueve, cincuenta.
Duro micro el que nos traes, Salvador. Y desgraciadamente real, aunque afortunadamente cada vez menos real (a pesar de que todavía habrá algún bestia como el padre que dibujas).
ResponderEliminarMuy bien contado. Duele cada vez que pones un número.
Me ha gustado.
Saludos.
Pablo
Tremendo, con cada número se te va el alma. Muy bueno.Un beso
ResponderEliminarUn padre (por llamarle algo) que infringe un castigo injusto, brutal e inmerecido a quien debería mimar. Un hijo que sufre pero vence al soportar con dignidad, humillando más al agresor, que acabará por ahogarse en su propia vileza. Una situación extrema, con pocas concesiones, donde triunfa el valor verdadero y el sentido común.
ResponderEliminarUn abrazo, Salvador
El valor contra la testosterona. La inexperta dignidad contra el podrido orgullo.
ResponderEliminarCuando la ira toma el control lo suele hacer a costa de lo que tenemos de humano. Adquiere vida propia para, en este caso, convertir la educación en venganza.
Un impactante relato que me ha recordado a la flagelación ordenada por Pilatos.
Un saludo Salvador.
Me gusta el ritmo que imprimen esos números -(y cómo duelen)- para introducir dos frases tan reveladoras. Gran historia.
ResponderEliminarUn saludo, Salvador.
Buen relato. Al terminar de leerlo no he podido más que empatizar con el chaval y, como dice Pablo más arriba, has logrado que ver un número escrito cause dolor. Y eso tiene mucho mérito.
ResponderEliminarSaludos
Es tremendo y sacude el alma, sobre todo, por la fuerza y rebeldía del pequeño. ¡Arriba la valentía de los que deciden vivir sin miedo!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Salva.
Entre esa sucesión de números creas un mundo complejo entre la perversión del padre y el coraje del pequeño. Duro y magnífico micro, Salvador, felicidades. Un saludo.
ResponderEliminarEspantosos esos números. Desde que da el primer correazo ya se sabe que es un fracaso como padre. Dura y triste historia la que nos cuenta, Salvador, pero tan bien escrita que haces que el lector sienta los latigazos.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias a todos por vuestras palabras, un placer compartir este magnífico blog con gente como vosotros. Abrazos.
ResponderEliminarSalvador, perdona, no me había pasado por aquí ...
ResponderEliminarDuro relato el que nos traes este mes, pero tan bien escrito como solo tú sabes hacerlo.
Un beso.
Malu.