Me sigue dejando sin palabras
Don Teodosio provocaba escalofríos a su paso. Todos huían su semblante hermético e inexpresivo. Pedrito argüía que era un zombi. Yo sabía que no. Aquella mañana, cuando mi madre lo saludó, vi, de reojo, cómo se inflaban sus mejillas y sonreía. Claro que, siendo ella, eso no era nada extraordinario.
Si es que lo que no consiga una mujer... sobre todo si se trata de una mujer extraordinaria (como parece ser el caso) y quedan cenizas ;) Me ha gustado la historia, Gabriel.
ResponderEliminarUn saludo.