Para siempre
Fue a agradecerle los años de felicidad y a despedirse. Ya no cabían segundas partes. Pero antes de marcharse, aceptó el vaso de leche dulce.
En la cama, relajados, ella le susurró:
—La canela no me excita.
—Cuando te arda el estómago, descubrirás que lo de hoy no era canela.
En la cama, relajados, ella le susurró:
—La canela no me excita.
—Cuando te arda el estómago, descubrirás que lo de hoy no era canela.
No hay segunda oportunidad para la victima. La desledida fue definitiva. Sin entrar en el tema de la violencia, el relato es genial
ResponderEliminarAcostumbrada a tus relatos soñadores (no logro olvidarme de 'Mi paloma'), me he quedado de piedra cuando ha llegado el giro final de estas 50 palabras. El impacto ha sido tal que sigo aturdida. Supongo que eso me pasa por pensar que tu pluma siempre escribe relatos optimistas.
ResponderEliminarBrillante y redondo, señor Jarque.
Besazos.
Digno de una película de Hitchcock.
ResponderEliminarGenial.
Saludos.
Pablo
Pretender que algo sea "para siempre" es muy loable, desde luego, pero siempre y cuando la otra parte también esté de acuerdo con ello. De no ser así, lo que podría haber sido un acto de amor, sería en realidad algo más parecido a un crimen. Este mes casi hemos coincidido en el tema, aunque desde perspectivas diferentes.
ResponderEliminarPara no variar, un texto enorme, como su autor, al que mando un abrazo
Lo bueno del amor es que conoces los puntos débiles del otro para apoyarlos y fortalecerlos si se puede; lo malo es que puedes quebrarlos con un simple vaso de leche dulce.
ResponderEliminarCanela fina tus letras, Nicolás. Ese es mi punto débil, y lo sabes ;)
Un abrazo.
Inquietante y definitivo final. Espléndido, Nicolás. De todas formas no sé por qué me asombro, si ya nos tienes acostumbrados a magníficos relatos.
ResponderEliminarVa mi "Me gusta" (no podría ser de otra manera), mi reconocimiento y, con ambos, un saludo muy cordial.
¡Suerte!
Un relato gozosamente macabro, Nicolás. Consigues arrancar un sentimiento de desprecio en la última frase como colofón de una historia buen conducida.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Un saludo
Jodor!!!
ResponderEliminarMuy bueno.
Un beso, Nicolás.
Nicolás, muy bueno. me ha recordado a una escena genial de una película de Hitchcock, "Sospecha", aunque en este caso la leche era inofensiva. Un abrazo..
ResponderEliminarMuy bueno Nicolás. Me imagino la cara de ambos tras la última frase., en la oscuridad, sobre la cama, cara al techo, ¡Qué poema! "Mefistófeles y acongojada Cándida"
ResponderEliminarMuy bueno Nicolás. Va mi abrazo y mi me gusta.
Si es que el dulce nos pierde... y ese toque de canela que enseguida se echa en falta... muy bueno Nico, enhorabuena y suerte.
ResponderEliminarUn abrazo!!
¡Muchas gracias a todos por vuestros comentarios!
ResponderEliminarAbrazos colectivos.
Este relato también merece su comentario de animo por su genialidad.
ResponderEliminarBravo. Me encanta el tema, el tono y la solución a un problema largamente padecido. A lo mejor alguien piensa que es justificarlo. No No justifico la violencia, sino la genialidad. No deja de ser ficción.
Nos presentas con total claridad la siniestra escena. Felicidades, Nicolás. Un saludo.
ResponderEliminarJa, ja... Cariño, lo del pollo tampoco era pimentón...
ResponderEliminarGenial... Como siempre. A mí la canela me encanta pero mejor yo me la preparo Jejeje
ResponderEliminarSi ya lo digo yo, a un novio despechado, ni agua...
ResponderEliminarMuy bueno Nicolás.
Un abrazo
Bien escrito Nicolás, con un giro perfecto al final.
ResponderEliminar