Siglo XIX
Ian Smith solo creía lo que veía. Y cuando le dijeron que un negro podía blanquearse lavándolo, quiso verlo. Eligió una negra para sumar el placer al experimento. La lavó hasta el cansancio y gozó un mundo, pero solo para ver que cuanto más la frotaba más negra se ponía.
Quizá Mr. Smith debería haberse lavado él por dentro. Aunque su alma negra no la iba a limpiar por muchos lavados que le dieran.
ResponderEliminarSaludos.
Pablo
No entiendo la necesidad del tal Ian Smith ese...
ResponderEliminarSaludos.
Un personaje inseseable.
ResponderEliminarSaludos.
Triste, muy triste experimento.
ResponderEliminar¡Ver para creer!, y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarLo has contado muy bien para conseguir tanta repulsa con tu historia.
Un saludo.
Muy triste aquel que como Santo Tomás tiene que ver para creer. Y más triste aún ese ser tan repugnante que realiza tales experimentos.
ResponderEliminarMuy bien contada esta historia, que sea en la época que sea en la que se produzca, es denunciable y debería ser penado.
Un beso.
Malu.