La tierra de la abundancia
"Arroyos diáfanos y verdes bosques..., zumbar de abejas sobre fértiles praderas..., cántaros repletos de leche y miel...": la nana de la abuela Zila. El último pensamiento de Abdul cada noche al dormir. Su último pensamiento.
Parecía sonreír, dijeron, cuando fue arrojado a la orilla por las frías aguas del estrecho.
Parecía sonreír, dijeron, cuando fue arrojado a la orilla por las frías aguas del estrecho.
Real como el drama de la inmigración.
ResponderEliminarSuerte, Enrique
Así es, M. Jesús. Una realidad que de momento nos toca de refilón y ante la que lo más cómodo es ignorarla.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Enrique.
Qué penita de gente... afortunados somos y encima siempre quejándonos.
ResponderEliminarMuy bonito, Enrique, qué suerte y qué gozada leerte, que escribas cosas tan buenas y tan bien escritas.
Felicidades.
Un abrazo.
Es cierto que estas cosas nos deberían ayudar a ver de otro modo nuestra realidad, al tiempo que sensibilizarnos con la suya.
EliminarMuchas gracias por todo, Rosy. Solo puedo decir lo mismo de ti. Esto de leernos y comentarnos unos a otros va creando un vínculo muy entrañable.
Un abrazo.
Enrique.
Y al otro lado, mentes preclaras discutiendo las tasas de refugiados por países, ajenos a que cada número es una persona e insensibles a las miles de esperanzas que naufragan para siempre por nuestros mares.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Si al final todo es cuestión de números, pero a la cantidad resultante luego hay que restarle los intereses propios y sumarle la mejor de las intenciones, y ahí, al final, es donde fallan todos. Torpes.
EliminarMuchas gracias, Patricia, y un abrazo.
Enrique.
Querido Enrique, escribes de una forma dulce una cruda e ingrata realidad. ¡Qué te voy a decir que no sepas! Que tu escritura es impecable, que el tema elegido es muy acertado y que, a pesar de ser duro, lo tratas como a una cuna de un bebé, meciendo suavemente las palabras.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por otra gran obra! Y van 23 nada más y nada menos.
Un abrazo, escritor (y pintor de pincel fino y elegante).
Pablo
Me alegro de que lo veas así, Pablo. Siempre hay un modo menos violento de ver una tragedia sin que con ello dejemos de verla como tal. Todo es cuestión de sensibilización y no solo por parte de los que toman las decisiones.
EliminarMuchas gracias, Pablo. Con incondicionales como tú da gusto publicar relatos.
Un abrazo, flamante campeón.
Enrique.
Sueños que no se cumplen, promesas que son mentira, el abismo entre un mundo y otro, la leve frontera del azar que designa el nacimiento en uno de los lados, al mismo tiempo que un color de piel que condiciona toda una existencia. Un drama humano que parece imposible de solucionar, que va en aumento, y que tú has tratado con suma delicadeza y buen hacer.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique
Poco que añadir a la perfecta síntesis que has hecho, Ángel. Bueno, sí, que cómo es que no lo vemos todos así, cuando es tan claro y rotundo. Habría que empezar hablando de egoísmo e indolencia, aunque también sabemos que esas circunstancias que sufren las estamos provocando en parte nosotros, y ahí la palabras que tendríamos que utilizar suenan demasiado fuerte.
EliminarMuchas gracias como siempre por tu amabilidad y buen criterio, entre otras muchas cosas.
Un abrazo.
Enrique.
Triste historia la de los inmigrantes que intentan llegar a nuestras costas en busca del paraíso soñado, y en muchos casos sólo encuentran drama, tristeza y desesperación. Qué gran sensibilidad nos demuestras, Enrique, al abordar este delicado tema. Me ha gustado y mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Solo la desesperación te puede llevar a jugarte la vida de ese modo buscando un lugar menos malo. A estas alturas todos ellos deben ser conscientes de que ese paraíso no es tal, pero es que no les queda otra opción si no es la muerte, en ese caso segura. Bueno, y qué hago yo contándote cosas que todos sabemos.
EliminarMuchas gracias, M. Jesús. Siempre es un placer recibir tus comentarios.
Un abrazo.
Enrique.
¡Qué triste! Tantas personas huyendo de la miseria y de las guerras y les recibimos con alambres de espino.
ResponderEliminarMe gusta como retratas y despides al personaje, el respeto que le muestras. Sus recuerdos y deseos no son tan diferentes a los que podemos tener cada uno de nosotros.
Extraordinario relato, Enrique, tejido con gran sensibilidad.
Un fuerte abrazo.
Qué gráfica y contundente tu manera de describir la situación. Es algo que enriquece este relato. Por mi parte solo he intentado transmitir eso que dices más adelante de que solo nos diferencian las circunstancias. Bien mirado, ese abismo que apunta Ángel es el que hace que nos identifiquemos más con las víctimas de un crucero que con las de una patera. Triste, sí, como tú bien dices.
EliminarMuchas gracias, Jose, y un abrazo.
Enrique.
No sé si quedarme con el título, o con esos cántaros llenos de miel, o con la transparencia del arroyo cantarín, o con la melodía que susurra la abuela Zila como un grito lastimero entre tantos sueños infantiles, o con tus fértiles palabras, o con la sensibilidad que imprimes en cada una de tus historias.
ResponderEliminarNo sé, Enrique.
De momento, recibe mi cálido abrazo.
Muchas gracias, Margarita. Ya sabemos todos los que andamos por aquí que 50 palabras se gastan enseguida. He intentado escogerlas lo mejor posible, aunque siempre te quedas con la cosa de que podías haber afinado más. En cualquier caso lo importante era transmitir la idea, y creo que ha quedado clara. Me alegro de que te haya gustado así.
EliminarUn abrazo nada frío para ti también.
Enrique.
Leído tu relato y los comentarios que me preceden, me quedo con las siguientes palabras: Bonito, dulce, suavemente, delicadeza, triste, sensibilidad, pero sobre todo, RESPETO.
ResponderEliminarAbrazos, Enrique.
Qué bien, Notinc; respeto. Me alegro mucho de haber significado eso sobre todo. Cuántas cosas se podrían arreglar con la sola aplicación sin concesiones de esa palabra.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Enrique.
El gran drama humano de los últimos tiempos tratado de una manera tan delicada que logra, con creces, el efecto buscado: la condena de esa cruel realidad. Enhorabuena, Enrique, por este micro digno de matrícula de honor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy gratificante esto que me dices. No creo que un relato pueda cambiar nada, aunque sí que mi intención era precisamente esa, la de condenar el hecho de una forma amable, y me alegro que pienses que he acertado.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Enrique.
Y finalmente, ni arroyos diáfanos (más bien sucios) ni verdes bosques (muchos quemados), las abejas cada vez menos zumbantes y presentes y las praderas, menos fértiles pero sí más fertilizadas. Y esos cántaros de leche y de miel, solamente para quienes pueden pagarlos...
ResponderEliminarEra una nana, la de la abuela Zila, y se convirtió en un pensamiento, el de Abdul. Eso sí, tuvo la dignidad de sonreír cuando llegó, si bien no pudo terminar de ver (mejor así) los numerosos obstáculos que le tenían preparado para cuando cruzase aquellas frías aguas, donde terminó dejando su vida.
Enrique, ¡magnífico relato (no es una novedad)!, tratando un tema que cada vez, por su triste cotidianidad, nos hace más y más insensibles a ese terrible drama humano. Historias como la tuya espero que sirvan para mantener en vilo nuestras conciencias, al menos las de las personas con corazón.
Va mi "Me gusta" y un fuerte abrazo, que siempre es un placer leerte. Por cierto te escuché en la Cadena SER y cómo metiste la cuña del libro. ¡Jajajaja! Álex te debe una. O cincuenta y pico.
Pues no, de lo que decía la abuela Zila creo que no queda mucho, pero tengo la impresión de que cuando nosotros bajamos un escalón ellos se hunden dos metros más en el suelo. Al igual que esa nana se convirtió en un pensamiento en Abdul, me conformo con su mi historia dibuje uno de él en nuestra mente. Que de alguna manera esa sonrisa helada la podamos sertir también nosotros aunque solo sea por un instante.
EliminarY cambiando de tema, fue un placer mencionar a Álex y a su libro, aunque confío en que su estabilidad no dependa de ello, jajaja!.
Muchas gracias por todo, José Antonio, y a ver si tengo tiempo de responder y hacer más comentarios porque llevo el mismo plan que un tal Tardasoma, :).
Un abrazo.
Enrique.
Aunque pueda parecer contradictorio al tratar sobre una terrible tragedia, tu micro me parece muy hermoso. Has puesto luz y humanidad en lo que para el mundo no son ya más que números. Felicidades, Enrique, por este micro y por tu gran sensibilidad. Un saludo.
ResponderEliminarPensé que esta perspectiva, desde dentro, y con la comprensión necesaria, que tampoco cuesta tanto ponerse en su lugar, se podría lograr una mayor sensibilización, aunque no creo que nadie que se preocupe por leer estas cosas necesite ninguna concienciación. De todos modos, al contar con tan pocas palabras se queda todo a expensas de muy pocas frases y nunca estás seguro de haber logrado lo que querías. Me alegro de que pienses que sí.
EliminarMuchas gracias, Matrioska, y un abrazo.
Enrique.
La última frase es un mazazo en toda regla, tanto como estar soñando que tu vida va a mejorar y despertar en la cruda realidad. Chapó.
ResponderEliminarAbrazos, Enrique.
Un sueño alimentado por la terrible necesidad. A veces buscamos una última frase que dé fuerza al relato, pero en este caso, por desgracia, el final estaba servido de antemano.
EliminarMuchas gracias, María, y un abrazo.
Enrique.
Dulcemente brutal. Me encanta.
ResponderEliminarMuchas gracia, Shantala. Tu comentario puede parecer un oxímoron, pero la realidad es igual de contradictoria a menudo.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Enrique.
Querido Enrique, no me he repuesto de las "Décadas de decadencia" y me rematas con "La tierra de la abundancia". Un tema de rabiosa (nunca mejor dicho) actualidad, los "grandes" de Europa discutiendo cómo repartir a estos viajeros esperanzados y el resto del mundo mirando hacia otro lado.
ResponderEliminarEl micro muy grande, como solo tú sabes hacerlo.
Un beso enorme.
Malu.
Muchísimas gracias, Malu. Me estas acostumbrando a recibir los mejores elogios por tu parte y eso no es bueno.
EliminarEn cuanto a todas estas soluciones que parecen buscar los países grandes, qué poca confianza nos dan, verdad? Yo tengo la ingenua teoría de que con un simple programa informático, quizá más sencillo que el de muchos videojuegos, se podrían solucionar los mayores males del planeta. El único inconveniente estaría en que los condicionantes del software no iban a gustar a muchos. Que es más o menos lo que está pasando ahora, y por eso juegan a otras cosas.
Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.
Enrique.
Magnifico como todo lo tuyo, cada día mas "Magic"
ResponderEliminarCuanto me alegro de que te entretengas leyendo estas cosas, Manolo. Yo llevo ya un tiempo en ello y hasta ahora no me cansa, al contrario. Lo único, que me deja menos tiempo para leer, pero creo que merece la pena. ¿Te decides tú a mandar algo? Creatividad desde luego no te falta.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Magic, jajaja.
Enrique, una dramática realidad que nos recuerda la injusticia de este mundo. Hasta que no se termine con este problema la palabra humanidad nos viene un poco grande. Muy buen relato que nos lleva a reflexionar sobre nuestro inmovilismo. Un abrazo.
ResponderEliminarHay tantos defectos inherentes a la propia naturaleza del ser humano que a veces pienso que sobrevaloramos el significado de la palabra humanidad. Aunque sí, tomándolo como ese concepto que aglutina las más nobles virtudes, es cierto que nos queda enorme. Ese inmovilismo que tú apuntas y sus causas quizá sean los mayores obstáculos para tomar el buen camino.
EliminarMuchas gracias, Salvador, y un abrazo.
Enrique.
Lo primero que empaca un emigrante son los recuerdos de la vida que se deja atrás, se carga de sueños y parte a buscar una nueva, la que nunca consigue porque su vieja vida se pierde en el camino o se ahoga en peligrosas aguas. Buen microrrelato, una tragedia narrada literariamente, suerte.
ResponderEliminarSaludos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Beto. Y aunque parezca una perogrullada decir que no hay nada que nos diferencie de ellos, en realidad no lo es, pues hay muchos que no están de acuerdo.
EliminarMuchas gracias y saludos.
Enrique.
Enhorabuena, mi querido amigo, por volver a ser finalista de relatos en cadena.
ResponderEliminarEres muy grande. Que suerte tiene la SER de contar con un autor como tú.
Un abrazo, genio.
Pablo
Pero qué atento eres, Pablo. Tú sí que eres grande. Muchísimas gracias y un fuerte abrazo, amigo.
EliminarEnrique.