Quid pro quo
Se le cayó la gorra cuando trataba de colocar un tablero carcomido a modo de puerta en su casi derruida cabaña. Fui a recogérsela, entonces, nos miramos a los ojos. Lo traje a casa. Me confesó que jamás había vivido en una, y yo… que nunca había tenido un abuelo.
Rosy, preciosa historia la que nos traes. Un ejemplo de sinergia. Amor por partida doble. Y muy bien escrito. Perfecto. Como Álex no acaba de poner el botón de me encanta tendré que darle a me gusta en Facebook y a retuitear.
ResponderEliminarUn besote.
Pablo
Hola Pablo, como casi siempre, el primero, dando un toque super amabilísimo a este blog, ¡qué haríamos sin tus comentarios...! irnos a pique, seguro.
EliminarUn abrazo y mil, ¡gracias!
Un tierno flechazo entre las ruinas de una vida y el derrumbe de la soledad.
ResponderEliminarA veces dos soledades juntas suman una mayor. Espero que no sea este el caso.
Bonito relato, Rosy. Me ha gustado.
Un saludo
Gracias Antonio, me encantan tus palabras.
EliminarUn abrazo.
¡Precioso! Al llegar al final me han entrado unas ganas locas de aplaudir.
ResponderEliminarTodos para ti: plas, plas, plas, plas.
Y un beso.
Uyyy qué aplausos mas preciosos, y qué bien sientan jajaja, aunque no me merezca tantos, sagerá...
EliminarUn beso, Patricia.
Bonita historia. Muy sentimental y cálida.
ResponderEliminarFelicidades, Rosy.
Hola, Maria Jesús, es que las historias de abueletes,nos ponen siempre muy tiernas...
EliminarGracias por leerme.
Un abrazo
Adoptando un abuelo. Trueque de emociones, en un mundo solitario.
ResponderEliminarSí, esto es un trueque en toda regla.
EliminarGracias y saludos.
En estos tiempos en los que parece de moda (y está bien) adoptar animales abandonados o maltratados, no sucede lo mismo con las personas. Un relato muy humano, con un título apropiado, pues al final, hasta la caridad más desprendida es a cambio de algo; apropiado también por utilizar el latín, que ya sólo se ve en los cómics de Astérix, una lengua no sé si muerta o viva, pero hermosa sin duda, que algunos hasta hemos estudiado.
ResponderEliminarUn abrazo, Rosy
Uyyy donde quedan aquellas clases de latín y griego...
EliminarGracias ángel, siempre tienes hermosa palabras para mí.
Un abrazo.
Muy bueno, bueno, buenisimo. Un saludo, Rosy.
ResponderEliminarMe encanta tu entusiasmo.
EliminarUn saludo, y agradezco que te hayas parado.
Rosy, una historia tierna, de esperanza. Un personaje con un alto sentido de solidaridad. ¡Qué bueno que ambos salen ganando! Mis saludos y mi “me gusta”.
ResponderEliminarHola, Beto, amigo, seguro que como mi personaje hay muchos pero que no lo cuentan...
EliminarGracias por tu visita.
Un abrazo.
Preciosa y tierna historia la que nos has dejado, Rosy. En unos tiempos en los que cada uno va por su lado, llama la atención que aún existan personas que acudan en ayuda de quienes la necesitan.
ResponderEliminarVa mi "Me gusta" porque destila algo de esperanza en el ser humano (al menos en tu relato).
Saludos.
Le decía a Beto, que seguro hay muchas personas que ejercen esa solidaridad de la que hablas, pero las buenas acciones a veces no se cuentan...
EliminarGracias Jose Antonio, por tu "me gusta", y por tu bonito comentario.
¡Aplausos, aplausos!
ResponderEliminarCómo me ha gustado, Rosy. La lagrimilla que me ha asomado en la última frase da fe de ello.
¡Besos!
Gracias, preciosa, hasta aquí me han llegado esos aplausos.
EliminarUn besote
Entrañable historia, Rosy. Y muy bien contada.
ResponderEliminarY no te digo más porque la estoy saboreando, y disfrutando, como dice José Antonio, de ese rayo de esperanza.
Saludos.
Gracias, Margarita, me alegro de que haya gustado.
EliminarUn abrazo
Necesidades físicas y emocionales se funden en este tierno relato. Enhorabuena, Rosy. Un abrazo.
ResponderEliminarEso es, así se resume la idea de este micro. Gracias Salvador.
EliminarUn abrazo.
Qué bueno, me ha encantado ese intercambio de inquietudes que ha sido posible gracias a tu maestría.
ResponderEliminarUn beso.
Paloma, agradecida con tu comentario.
ResponderEliminarUn beso
Y ambos tan felices. Un micro muy tierno, Rosy. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Matrioska.
ResponderEliminarSaludos
Qué bonito, conmovedor y, sobre todo, bienintencionado. Seguramente cosas de estas pasan también en la vida real. Si alguna vez empiezan a ocurrir de modo sistemático, aunque solo sea por sentido práctico, ganaremos todos, sin duda.
ResponderEliminarEnhorabuena, Rosy, y un abrazo.
Enrique.
Gracias Enrique por comentarme, estoy segura, que las buenas acciones, si no son para dar ejemplo, el presumir con ellas...
EliminarUn abrazo.
Preciosa historia Rosy. Un encuentro fortuito que el destino lo hizo posible. Ahora solo les queda el compartir una vida.
ResponderEliminarPrecioso, tienes una sensibilidad especial a la hora de escribir. Me encanta.
un beso grande preciosa.
Mª Belén, de tu comentario, me quedo con una frase, que aunque no sé si me la merezco, a mí me ha encantado. ¡¡¡Gracias!!!
EliminarUn besote
Muy bonita la historia Rosy. Siento el retraso en mis comentarios este mes. Pero este micro no podía dejar de comentarlo porque es precioso.
ResponderEliminarUn beso.
Malu.
Gracias Malu, no te excuses, si mi abuelete te ha llegado, es lo que importa.
ResponderEliminarUn beso, bonita.