Amargura
Se había ido sin despedirse dejando tras él un regusto amargo de whisky, sexo y sudor. La había tratado con cierta violencia impaciente pero mucho mejor que otros; la dulzura escaseaba últimamente. A lo mejor volvía a verle, nunca se sabe. En la mesilla de noche, incómodos, reposaban cincuenta euros.
El regusto rutinario y/o amargo de una simple transacción y un billete, es el rastro que suele dejar el oficio más viejo del mundo, aunque tu relato, y ahí está lo original, deja entrever una puerta abierta a algo diferente, quizá a un atisbo de amor.
ResponderEliminarUn saludo
Hay algo tierno en la narración del sórdido encuentro, en esa esperanza que ella abriga de volver a encontrarse, en esa indiferencia hacia el dinero recibido.
ResponderEliminarBuen relato. Me ha gustado mucho, Arturo.
Un saludo.
Es un relato en el que he sentido de lleno la soledad, inmensamente transmitida por el deseo de querer recoger algo de quién nada ha querido dar, sólo eyacular sus ganas.
ResponderEliminarLa fantasía abunda cuando el amor escasea.
Muy bien retratado el vacío en el que habitan ciertas personas. Me ha gustado mucho, Arturo.
Uff, el titulo y los 50€ reposando incómodos dicen mucho. Por lo menos este cliente no ha sido de los peores. Cuánta,soledad y cuánta amargura.
ResponderEliminarMuy bueno, Arturo. Un beso.
Malu.