Arrecife de sueños
Enfermo, subió a la barcaza con miedo, con terror. Su familia necesitaba esperanza, un futuro, y él iba en su busca. Cuando las fuerzas abandonaron su cuerpo pidió perdón a su mujer e hijos.
Los tiburones se habían habituado a seguir la estela que dejaban los sueños; siempre caía carnaza.
Los tiburones se habían habituado a seguir la estela que dejaban los sueños; siempre caía carnaza.
Estimado Salvador: siempre me impresiona cómo en cincuenta palabras se puede dejar un relato en el que se digan tantas cosas: los sueños del que emigra, la muerte en el intento, el recuerdo de los suyos y el triste final con los tiburones habituados a tragarse los sueños. Todo en cincuenta palabras. Te ha salido un micro muy triste, muy real y muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Salvador, me ha dejado enganchado la frase con la que culminas tu emotivo relato. Cómo abundan esos carroñeros que viven de la desesperanza, que se sustentan de fracasos y desmotivaciones ajenas para acrecentar su egolatría, su envidia. Su miseria.
ResponderEliminarUn muy buen arranque de semana.
Saludos
Nos hablas de los sueños, miedos y fracasos de los que solo quieren vivir una vida digna para ellos y para sus hijos y que deben enfrentarse a los desalmados carroñeros devoradores de vidas e ilusiones. Duro relato, Salvador, pero magníficamente contado. Un saludo.
ResponderEliminar¡Ah, esos tiburones que devoran sueños, qué gran imagen!
ResponderEliminarGran relato, Salvador.
Saludos cordiales
Amigo Salvador, ¡qué regalazo de micro! Pero quiero resaltar sobre todo el hallazgo del título y la imagen de los tiburones siguiendo la estela. Es un relato que te quita las ganas de seguir leyendo otros para no perder el regusto.
ResponderEliminarUn abrazo.
La “estela que dejan los sueños” de los más pobres es el camino que recorre la muerte. A pesar de lo triste, tu relato esta contado con mucha sensibilidad. Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos Salvador.
Genial relato tanto por el fondo como la forma de contarlo.
ResponderEliminarSin más palabras.
Suerte y un abrazo.
¡Magnífico relato, Salvador!
ResponderEliminarComienzas con el bronco sonido producido por la barcaza que se astilla contra el arrecife y las olas furiosas golpeando los restos y vas disminuyendo el volumen a medida que a tu protagonista se le acaban las fuerzas para terminar con el silencio estrepitoso de unos sueños desangrados.
Buen concierto de letras.
Un cordial saludo.
Un hombre que se ofrece entero, que llega al límite de sus fuerzas para intentar que se cumpla el sueño de dar a los suyos lo que en justicia merecen y no tienen. De pequeño, mi madre me decía que al que hace todo lo que puede no se le debe exigir más, una frase que sigo teniendo presente, por eso, aparte de otros aciertos ya destacados, quiero resaltar el hecho de que tu personaje lucha hasta que las fuerzas le abandonan, y aún así pide perdón.
ResponderEliminarUn texto con mucha fuerza
Un abrazo, Salvador
WOW, Salvador este micro es una maravilla, desde el título, hasta la última frase, que me parece brillante. Un micro magnífico, un beso grande, felicidades.
ResponderEliminarMalu.
Esos tiburones de pesadilla están por todas partes, extendiendo el arrecife hasta vallas tan inhumanas como ellos.
ResponderEliminarDuro, pero le has dado un tono precioso.
Un abrazo, Salvador.
El tema de la inmigración es recurrente en bastante de mis relatos. Grandes dosis de indignación, pero también mala conciencia y autocrítica, siempre se puede hacer más. Muchas gracias por vuestras palabras y por haber desgranado el relato aportando matices enriquecedores. Un enorme abrazo para todos y feliz verano.
ResponderEliminarEl tema de la inmigración es recurrente en bastante de mis relatos. Grandes dosis de indignación, pero también mala conciencia y autocrítica, siempre se puede hacer más. Muchas gracias por vuestras palabras y por haber desgranado el relato aportando matices enriquecedores. Un enorme abrazo para todos y feliz verano.
ResponderEliminarMe acabas de poner la piel de gallina, Salvador. Hay temas que no por recurrentes son menos efectivos y más cuando se narran de manera tan magistral. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
Además de con la belleza de todo el relato, especialmente el último párrafo, soberbio, me quedo con esa inabarcable bondad, pureza del protagonista, igualable tan sólo por su impotencia ante tanta adversidad.
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena y un abrazo, Salvador.
Enrique.
Fina, Enrique, muchas gracias por vuestras amables y gratificantes palabras. Un abrazo.
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