Esas pequeñas cosas
…tres, cuatro y cinco. Te mato y me cuento veinte: del treinta al cincuenta. Tamborileo de dados. Uno, ¡encima! Sonrisas. ¡Qué mala eres! Que no tengo suerte.
—Rosa, ¿qué dice?
—Nada, nada...
La enfermera marcha cerrando y la anciana sigue a lo suyo, allí sola en su habitación como estaba.
—Rosa, ¿qué dice?
—Nada, nada...
La enfermera marcha cerrando y la anciana sigue a lo suyo, allí sola en su habitación como estaba.
En cincuenta palabras has hecho un boceto de la situación en que vemos a nuestros ancianos familiares, sin reconocernos y parándose en un momento de su vida que fueron felices, como tu Serratiano título indica, con esas pequeñas cosas. Con un parchís en este caso.
ResponderEliminarUn saludo, Manu.
Pablo.
Un micro triste pero a la vez tierno y emotivo. Muchos ancianos atesoran esos pequeños recuerdos en la mente que son los que les permiten seguir anclados a la vida. Me ha gustado mucho, Manu. Un saludo.
ResponderEliminarA mí me parece que Rosa tan sólo intenta evadirse de la soledad que la rodea recreando esos momentos de su pasado. Conmovedor relato y triste realidad la que se ven obligados a vivir muchos ancianos. Me ha gustado, Manu.
ResponderEliminarUn saludo.
Terrible la soledad que viven muchos ancianos, que los lleva a conversar consigo mismos, rescatando recuerdos y reviviéndolos como única alternativa.
ResponderEliminarBuena historia, Manu.
Un saludo.
Alguien, con mucha más imaginación que yo, podría ver y entender que Rosa, la protagonista del relato, tiene un amigo (o amiga) imaginario(a). Pero, como ya digo, adolezco de esa fantasía creativa y solamente soy capaz de ver a una anciana en su solitaria habitación, pasando el tiempo, el que le queda.
ResponderEliminarVa mi "Me gusta", Manu, y mi reconocimiento por tu historia, que llega al corazón del lector.
Saludos cordiales.