Antes la obligación que la devoción
Espera una llamada. Un nuevo lagrimón rebosante declina hasta la comisura de sus labios humedeciéndolos. Suena el teléfono: Salvatore no puede ver un nuevo amanecer. Sereno, vierte la cebolla cortada en la cazuela, extrae su revólver del tercer cajón y apaga el fuego.
Los fettuccine alla sorrentina tendrán que esperar.
Los fettuccine alla sorrentina tendrán que esperar.
¡Qué buenas 50 palabras!!!!! Cuando esperas un lagrimón sentimental, viene la cebolla, después aparece un revólver, después vuelve a la cocina con el fuego... es estupendo, Matrioska. Juegas (sin engaños) con el lector... No sé... este relato tengo que leerlo mucho más despacio
ResponderEliminarMe encanta!!!!!
¡Ah! Si también puede que lo haya, o quizás una venganza... o quizás...¡hummm!
ResponderEliminar¡Qué condimentos tan buenos se hacen con las cebollas!
Luis, no sabes lo que me alegra comprobar que, a pesar de mis quiebros, hayas captado perfectamente el sentido del micro. Seguro que ha sido más gracias a tu ingenio que a mi destreza, porque te aseguro que no las tenía todas conmigo. Muchas gracias y un abrazo.
EliminarEs genial tu relato, Marioska. Me encanta el juego que haces con las lágrimas, las cebollas, el teléfono y ese fuego que se apaga, que no es únicamente el de la cocina.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias, Sandra. Han debido ser los demonios de la “Gaveta 12” de Andrés los que han hecho de las suyas. Un beso.
EliminarMe ha encantado, qué bien has encadenado todos los elementos: lágrimas, cebollas, teléfono, fuego, con mucho más de lo que da de sí una primera lectura. Bravissimo ;o)
ResponderEliminarGracias a que son solo cincuenta palabras, Belén, porque si llega a tener más extensión os ahuyento a todos, jajaja. Muchas gracias por tus palabras. Un beso.
EliminarNos llevas de viaje por el Nápoles menos turístico con solo un nombre propio y una receta inacabada. Una excursión en la que nada es lo que parece.
ResponderEliminarEl estruendo del teléfono rompe la delicadeza sensual de esos labios húmedos y silenciosos, y entre efluvios de cebolla que nublan la vista, nos dan el beso de la muerte.
¡Ay la pasta!
¡Fantástico, Matrioska!
Un beso
Muchas gracias, Margarita. Como le digo a Luis, no sabía si había rizado demasiado el rizo. ¡Sois unos hachas! Habéis descubierto al “soldato” cocinillas de la camorra. Un beso.
EliminarHas cocinado una buena historia, Matrioska. Pasta y mafia combinan estupendamente; y una cosa está clara, en Sorrento se toman el trabajo muy en serio.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Ya se sabe que en la “familia” el trabajo es lo primero. Para ciertas cosas son muy respetuosos y cumplidores ellos. Muchas gracias por tu comentario, Notincgas. Un saludo.
EliminarParece salido de una novela de Camilleri. Sólo falta el comisario Montalvano como postre.
ResponderEliminarMuy bueno, Matrioska.
Montalbano, por supuesto. Qué hartica estoy del maldito autocorrector.
EliminarLo mismo hasta le mete en plantilla porque ya has visto que, para estas cosas, el chico vale un potosí. Muchas gracias, Patricia y un beso.
EliminarEstupendo relato y, como bien mencionan los compañeros, abierto a muchas interpretaciones, todas ellas interesantes. En suma, un relato vivo y ”al dente" que me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vicente.
Muchas gracias, Vicente. Lo que sí sabemos es que Salvatore se debe andar con mucho ojo. Un abrazo.
EliminarMatrioska, soy un fanático de las historias, reales y noveladas, de la mafia. Has sabido combinar a la perfección los condimentos esenciales de una buena historia de la cosa nostra. La comida: fundamental en cualquier mafioso siciliano. La obediencia: el padrino quiere dar el viaje a Salvatore y el trabajo es lo primero así que tú protagonista deja la cocina, quizá aún con lágrimas en los ojos, y no de pena, y se dispone a darle el tiro de gracia a Salvatore.
ResponderEliminarLuego habrá tiempo de acabar esos fettuccine tras haber hecho desaparecer el cuerpo del finado. Yo esta escena la veo más bien en Brooklyn y la sitúo en los años cuarenta.
Ha dado para mucho tus cincuenta palabras. Tu protagonista puede estar tranquilo que le guardaré el secreto. La omertá es sagrada.
Gran micro.
Un besote.
Pablo.
Lo has clavado, Pablo, la imagen que describes es tal cual la tenía yo en la cabeza e intenté narrar jugando un poco al despiste dejando pistas para poder agrupar las piezas al terminar. Muchas gracias por tu visita y, descuida, él sabe que eres uno de los nuestros. Un beso grande.
EliminarPor cierto, somos "tocayos" de apellido. ;-)
Genial microrrelato, Matrioska. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, microrrelatos, me alegra mucho que te haya gustado. Un saludo.
EliminarNo deja de sorprenderme ver cuánto pueden dar de sí cincuentas palabras. Bravissimo, Matrioska.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se agradece mucho la visita y el comentario, Fina. Un abrazo, ragazza.
EliminarBrillante, Matrioska. Un magnífico micro, que imagino como una escena de una peli americana. Un travelling que empieza en el primer plano del cocinero mafioso derramando una lágrima, y poco a poco se va abriendo para dejarnos ver el teléfono, la cazuela con la cebolla y por último, el revólver, que aclara todo el entramado.
ResponderEliminarUna historia narrada con cuatro pinceladas y la genialidad de lo sencillo.
Un beso.
Fantástico ese travelling, Asun, estás contratada para el rodaje. :) Muchas gracias por tu comentario. Un beso.
EliminarHola Matrioska.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato.
Un mafioso que llora por culpa de la cebolla y no por los crímenes que comete. O quizás sí, pero para él, el trabajo es lo primero.
Apuesto a que se acabará comiendo los fettuccini tan tranquilo.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Seguro que no te sorprendo si te confirmo que sí, que ganarías la apuesta. Muchas gracias, Gabriel. Un abrazo.
EliminarPerfecta recreación de cómo el crimen organizado combina lo cotidiano con lo monstruoso (me ha recordado en ese sentido a los Soprano).
ResponderEliminarUna historia que huele a Sicilia, acompañada por los sonidos procedentes del patio de vecinos. Una historia de contrastes, donde una cebolla es capaz de hacer brotar lo que no consiguen los sentimientos. Un asesino que se percibe tan meticuloso en la elaboración de la pasta como seguramente lo será en su 'trabajo'
En fin, Matrioska: Un regalo repleto de matices con todo la fascinación del cine negro.
Enhorabuena. Un abrazo
Ya te echaba de menos, Antonio, hasta los ojos se me empezaban a llenar de lagrimones que, al final, han rebosado de alegría tras leer tu comentario. Muchas gracias y un abrazo.
ResponderEliminar¿Seré yo?... lo digo por lo de Salvatore. Muy bueno
ResponderEliminarPues no sabría que decirte, yo que tú, por si acaso, me escondería. Muchas gracias, Salvatore. Un saludo.
EliminarUn auténtico profesional ese 'soldato' tanto en el manejo de la cuchara como del revólver. Pero siempre hay prioridades en la profesión: el deber es el deber.
ResponderEliminarMagnífico, Matrioska.
Un saludo.
Muchas gracias, María Jesús. Este chico es muy virtuoso, está llamado a ser el nuevo Capo de la Cosa Nostra. Tiempo al tiempo. Un saludo.
EliminarYo me he ido a Sicilia y he podido oír esa llamada y oler la cebolla, es más, casi se me cae el lagrimón.
ResponderEliminarPerfectamente descrita la escena, Matrioska, te felicito, podría ser nominada para los Óscar.
Un beso.
Malu.
La verdad es que los Fettuchine, aunque algo más tarde, le salieron de cine. Muchas gracias, Malu. Un beso.
EliminarMuy bien relatada la escena. Como si la tuviese delante. Pero he pensado que el protagonista, como hace mucha gente en su trabajo, podrīa llevarse una fiambrera. Lo de la fiambrera da juego en este relato...
ResponderEliminarUn abrazo, Matriosca
Jajaja, muy bien traído lo de la fiambrera. Al pobre es que le pilló pelando la cebolla para la salsa. Además, seguro que no iba a tardar mucho en resolver el “asuntillo” y volver a la faena. Muchas gracias por comentar, Joaquín. Un abrazo.
EliminarEn cincuenta palabras nos has mostrado el ambiente y el espíritu de esa mafia que integra la muerte como un elemento más en la cotidianidad de sus vidas. Muy bueno, Matrioska. Un abrazo.
ResponderEliminarAgradezco mucho tus palabras, Salvador. Un abrazo.
EliminarPobre Salvatore. Mucho me temo que este cocinero es implacable con un cuchillo, o el arma que sea, en la mano. Menudo plato has preparado con tan pocos ingredientes. Has demostrado que la fast-food puede ser muy buena a veces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enrique.
El chico es diestro con cualquier cosa que le caiga en las manos, ya lo siento por Salvatore. Muchas gracias por pararte a comentar, Enrique. Un abrazo.
EliminarUna verdadera pena que esos "fettuccine alla sorrentina" tuvieran que esperar. Eso pensaría, de saberlo, el pobre Salvatore, a quien no le auguro yo que vaya a seguir disfrutando mucho más de la cocina italiana.
ResponderEliminarBuen microrrelato, Matrioska. Va mi "Me gusta" y mi enhorabuena.
Un saludo.
Yo diría que Salvatore poco va a disfrutar ya de nada. Muchas gracias, José Antonio, por la visita, el comentario y el "me gusta". Un saludo.
EliminarHola Matrioska, me extrañaría no ver tu micro entre los elegidos de este mes... a mí me parece de mención.
ResponderEliminarUn abrazo
Te agradezco mucho el comentario, Rosy, pero con tanto talento y tantos micros donde elegir, las probabilidades siempre son bajitas. :) Un beso.
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