Ciegos de amor
Para ellos una cita a ciegas consistía en encontrarse en el parque, cerrar los ojos, imaginar que paseaban por las calles de París, abrazados, oliendo las rosas de los Campos Elíseos mientras se susurraban palabras de amor sin la compañía de sus perros guías. Hasta que un autobús les separó.
Precioso relato de amor, Nicolás, muy bien encarrilado, pero con abrupto y triste final. El título, perfectamente elegido.
ResponderEliminarVa mi "Me gusta" y mi sincera enhorabuena con él.
Un saludo muy cordial.
Hola Nicolás.
ResponderEliminarOriginal y duro relato de amor.
Muy bueno.
Un abrazo.
Tierno y duro a la vez que bonito relato de amor. Muy acertado el título, me gusta.
ResponderEliminarSaludos, Nicolás.
Tremendo. En el momento más emotivo, cuando se despiertan todas las imágenes evocadoras, el romanticismo, ...todo queda interrumpido de repente,y para siempre.
ResponderEliminarTe deja sin sonrisa un buen rato...
Yo prefiero imaginar que tomaron autobuses equivocados y que no supieron reencontrarse ni con sus perros guías. Es un final tonto, sí, pero deja un resquicio de esperanza.
ResponderEliminarMuy bonito, Nicolás.
Buenísimo y con un sorprendente giro que nos trae de bruces a la actualidad. Como siempre te leo con admiración, Nicolás.
ResponderEliminarQué bronca me causó ese autobús que vino a atropellar una hermosa historia de amor.
ResponderEliminarMuy bueno, Nicolás.
Un beso.
Muy bueno, Nicolás. Así no se hubieran separado de sus perros guías la historia hubiera tenido final feliz. Bueno, a lo mejor en otro lugar juntos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Quería decir que si no se hubieran separado de sus perros guías a lo mejor los hubieran salvado.
EliminarY que en otra dimensión, seguro que están juntos y viéndose. El anterior comentario me quedó fatal con el autocorrector.
Saludos.
Pablo
El relato tiene una gran carga emotiva y, a pesar del trágico final, consigue sacarnos una sonrisa de esperanza. Muy buen texto.
ResponderEliminar¡Saludos!
Romántico en su extenso sentido. Me recuerdan los sentimientos desgarradores de los autores románticos franceses, Lamartine o Chateaubriand, que por cierto, me siguen gustando.
ResponderEliminarMuy buen relato Nico.
Un sincero abrazo.
Qué bien juegas con la ceguera, Nicolás, y no sólo con la de los personajes de tu relato; también con la nuestra: no nos abres los ojos hasta oír el pitido del autobús que se nos echa encima sin darnos tiempo a evitar la catástrofe.
ResponderEliminar¡En tu línea!
Un cordial saludo
El amor es ciego pero la imaginaron no conoce la oscuridad. Magnífico relato de amor, y quiero pensar que el autobús era parisino y de vuelta al parque se siguen mirando a los ojos. Un abrazo.
ResponderEliminarEmotiva y triste historia contada de manera magistral. Enhorabuena, Nicolás.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué grande y valiente debe ser un amor en la oscuridad eterna de la ceguera. Qué dramático final les esperaba. Y qué bien nos lo has contado, Nicolas.
ResponderEliminarUn saludo.
Perdón, quise decir Nicolás. :-D
ResponderEliminarUna sucesión de exitosas citas a ciegas que nos truncas de repente, dejándonos huérfanos de esa ternura. Me ha gustado mucho, Nicolás, felicidades. Un saludo.
ResponderEliminarQué bonita cita a ciegas, qué dulce imaginarse en París, crees ver el título cuando aparecen los perros guía, y... te cambia la historia el autobús final!
ResponderEliminarMe gusta! (aunque el abrupto final añade un "pobres" a la caída del romanticismo por los suelos).
Carme.
Muy buena revisión (valga la expresión) del concepto de la cita a ciegas. ¿Podría haber algo de humor negro al final? De un modo u otro me ha gustado bastante.
ResponderEliminarSaludos, Nicolás.
Enrique.
Desde el título hasta el final juegas con la ceguera de forma magistral. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.