La revolución del Reino de Ozz
Cuando la abeja asaltó el trono, toda la colmena zumbó de júbilo. La nueva reina cumplió su palabra y promulgó derechos para la clase obrera y el comercio justo de la miel. La proliferación de zánganos desbarató la producción y el malestar de los mercados apicultores precipitó un éxodo definitivo.
Alex, tus pequeños insectos nos proporcionan una visión certera del mundo y de la historia, regímenes dictatoriales o democráticos que transitan por este mundo nuestro siempre sujetos a poderes fácticos que escapan a su control. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Salvador! Sí, quería poner el foco en cómo el sistema global y nuestra propia naturaleza transitan con un rumbo difícil (imposible, incluso) de rectificar. Un abrazo.
EliminarGenial tu análisis de una sociedad anticapitalista, qué pena que las buenas intenciones de esa reina socialista se hayan frustrado. Como siempre, hay zánganos que aprovechan la situación para arruinarlo todo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu fábula con trasfondo político, Alex.
Aprovecho para agradecerte tu esfuerzo para que esta comunidad de abejas cincuentistas pueda ser viable, afortunadamente en esta colmena no hay ningún zángano, y sí mucha miel en forma de micros.
Un abrazo.
¡Gracias, Asun! Soy una abeja reina muy orgullosa de su colmena, te lo aseguro ;-) Un abrazo.
EliminarUna genialidad con mucha miga, Álex.
ResponderEliminarEmpezando por el ingenioso título -Ozz, que podría haber sido Ozzzz- aprovechando el reino del mago (me ha encantado) y siguiendo con esa metáfora que es tan real en aquellos sitios donde son todos buenos principios, y por culpa de tanto zángano, malos finales. El éxodo definitivo de las abejas me parece un final excelente por dos cosas: recuerda el éxodo que tienen que emprender los habitantes de cualquier país con zánganos cercanos al poder para sobrevivir y, por otra parte, deja claro que un país empieza a morir cuando existe ese éxodo irremediable, que en este caso, tratándose de abejas, es verdaramente preocupante debido a que llevará a la extinción del mismo.
Me ha gustado mucho, Álex. De los que le daría al botón de me encanta si existiera.
Un fuerte abrazo.
Pablo.
Muchas gracias por tu esmerado (como siempre) comentario, Pablo. La verdad es que estuve a puntito de llamarle "Ozzz" al reino pero, una vez puesto, "Ozz" me resultó un poco más elegante. Aunque la metáfora se puede aplicar a lugares concretos (Grecia, Siria...), en realidad sirve para toda sociedad que tenga la ilusa pretensión de cambiar el sistema en el que vive, puesto que dicha sociedad está directamente ligada a muchísimas otras, cuyo peso acabará encauzando todo en un proceso en el que el pueblo acabará mucho peor que antes (el éxodo / extinción del mismo tal y como era), llevándonos a la penosa conclusión de que a falta de una quimérica revolución global el mejor movimiento es permanecer como silenciosos cómplices. Sí, a veces me paso de cínico.
Eliminar¡Un abrazo!
Ya por terminar de rizar el rizo, imagina que uno de los apicultores hubiera invertido en otras colmenas o quisiera incrementar el precio de la miel y estuviera interesado en destruir la de Ozz y por eso introdujera la revolución y los zánganos. ¡Y a ver en qué otra colmena iban a querer montar una revolución similar! Pues con especuladores, materias primas (petróleo), deuda e industrias farmacéutica y armamentística de por medio, se pone la cosa más interesante.
EliminarTotalmente de acuerdo, Álex. Y gracias por tan esmerada respuesta. ;-)
EliminarUn abrazo.
Pablo
¡Hola, Álex!
ResponderEliminarGenial tu disección de una historia que, tristemente, se parece a la de tantos países. Me has traído a la memoria «Rebelión en la granja» del inigualable George Orwell, una de mis lecturas favoritas.
Felicidades.
Vicente.
¡Gracias, Vicente! Tengo pendiente ese libro (bueno, ni siquiera he leído propiamente a Orwell), gracias por recordármelo. Un saludo.
EliminarNo dejes de leerlo, Alex, es un libro genial y atemporal. Al igual que 1984, también de Orwell, uno de mis libros preferidos.
EliminarAl igual que a Vicente, a mí también me ha recordado "Rebelión en la granja".
Este mes has estado especialmente brillante, Álex. Mis más sinceras felicitaciones.
ResponderEliminarAbrazos.
Mis más sinceras gracias, pues. ¡Un abrazo!
EliminarY ya sabemos lo que ocurre si desaparecen las abejas.
ResponderEliminarLástima que, mires donde mires, siempre haya al menos un zángano.
Genial también esa onomatopeya del título, Älex.
¡Felicidades!
¡Gracias, Margarita!
EliminarSeguramente sepas ese chiste de los dos viejos camaradas. Uno de ellos se quejaba amargamente de que todo lo que les habían contado sobre el comunismo había resultado ser mentira, y el otro le replicaba que lo peor no era eso, sino que todo lo que se sabía sobre el capitalismo continuaba siendo absolutamente cierto.
ResponderEliminarSiempre había culpado a la condición humana de esta situación, pero veo que las abejas también se las traen.
Muy bueno, Álex, dejándonos como de costumbre un último pensamiento sobre el que reflexionar.
Un abrazo.
Pues no lo conocía, no, pero me ha encantado, muchas gracias. Ya me he animado con un análisis en respuesta a Pablo, pero con lo que has puesto se condensa la idea perfectamente, la verdad. ¡Un abrazo, Enrique!
EliminarYa se sabe lo que pasa cuando hay tanto zángano suelto ... Que por mucha reina o dirigente con ganas y con fuerzas, todo se va al garete.
ResponderEliminarMuy bueno para cerrar el mes de agosto y a partir de mañana todo el mundo a ponerse las pilas que se acabaron las vacaciones.
Un beso fuerte Álex, como siempre, me gusta y mucho.
Malu.
¡Muchas gracias, Malu! Y los zánganos son sólo uno de los problemas; probablemente los apicultores tengan aún más influencia sobre la colmena. Un beso.
EliminarEs que no hay sistema político que funcione. En todos lados hay zánganos (de todas las especies) dispuestos a estropearlo todo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, Álex.
Un beso.
¡Y apicultores, Sandra, que se os olvida! ;-) Un beso y muchas gracias.
EliminarÁlex, de Grecia a Hispania la situación de las "abejas" no es, ni mucho menos, "dulce".
ResponderEliminarPero, fíjate que todos los días, desde el alba hasta el ocaso, nos empeñamos en que no deje de haber "miel" con la que mantener vivas nuestras imperfecciones. Esa persistencia es lo que hace que la "colmena" persevere y transite por la Historia, con caídas, remontes, alegrías (pocas) y desesperanzas (las más). ¿Qué nos deparará el futuro?
Me da que el futuro es producir más miel para los apicultores, de una manera u otra. Al fin y al cabo, las colmenas son suyas, ¿no? ;-)
EliminarPues fíjate que yo he visto en tu relato la actual situación política de Grecia, en la que la Troika apicultora deshizo las aspiraciones de la reina Tsipras surgida de un pueblo heleno acostumbrado a un cierto hedonismo.
ResponderEliminarBuen relato, Alex.
Es perfectamente posible, sí. Como ya he ido diciendo en otros comentarios, se puede aplicar de forma genérica a cualquier sociedad si cambiamos las palabras. El tema del "éxodo" de las abejas tiene tela hoy en día, también. ¡Un saludo y gracias, Antonio!
EliminarFantástico micro. En este momento trágico que vivimos de grandes éxodos, planteas un enfoque tan crudo como real de la sociedad que entre todos hemos ido creando. Todo un acierto, Álex. Un beso.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Al final las que lo pasan mal son las pobres abejitas. Un beso.
EliminarLa miel es bien dulce -ya sabemos-, pero tu relato, amigo Álex, nos deja cierto amargor, un sabor acíbar... tanto como la vida misma.
ResponderEliminar¡Buen relato, muy real y actual!
¡Muchas gracias, José Antonio!
EliminarEres el George Orwel de la sociedad apícola. Muy buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Maldito Orwell. Cada generación es más difícil dar con algo genuinamente original, pardiez. ¡Un abrazo y gracias!
EliminarNo te lo tomes a mal, es una gran honra.
EliminarAl final da lo mismo lo que hagas y como lo hagas ,¿Estamos predestinados?Algunos como tú lo estáis como buenos escritores.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Demasiado amable por tu parte, José María! Un abrazo.
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