Otra guerra
El sol del amanecer apenas alcanzaba el horizonte cuando la paz fue turbada por ruido atronador de armas de fuego. Los miembros de la familia, sorprendidos, abandonaron sus confortables lechos corriendo en todas direcciones, aterrados y desorientados.
La temporada de caza había comenzado y las liebres ya no eran libres.
La temporada de caza había comenzado y las liebres ya no eran libres.
Gran relato, Isidro. Nos pones en la piel de los animales, comenzando con una primera parte, y un título, que hace pensar en otro tipo de guerra, para dar ese giro final y rematar con un juego de palabras magnífico.
ResponderEliminarMe ha gustado, amigo Isidro, así que va mi me gusta.
Un abrazo.
Pablo.
Muchas gracias por tus palabras amigo Pablo. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn fuerte abrazo.
Eres grande Pablo. El día que en mi relato no vea tu comentario el primero, me mosquearé y me dará que pensar. Quizás ante la calavera me preguntaré: Le gustará o no le gustará? ¿Estará de vacaciones o no? ¿Estará enfadado o no?... Esa es la cuestión... (Hamlet cap. 3º escena IV)
EliminarFenomenal relato, Isidro. Me ha transmitido una gran desazón. ¡Qué angustia imaginar que en lugar de liebres, hablaras de seres humanos y pensar que de pronto, alguien, pueda arrebatarte la libertad.
ResponderEliminarAbrazos y enhorabuena.
La verdad es que con 50 palabras los sentimientos y detalles sólo se pueden dejar indicados y lo bueno es que efectivamente así queden o así se transmitan.
EliminarGracias Carles por tu comentario.
Un abrazo grande.
Qué susto y qué bueno! De un plumazo nos cambias a los niños, abuelos y padres de familia que nos dejas imaginar por una familia de otra clase. Y después de reírme, me he quedado fatal pensando en ellos, pobrecitos.
ResponderEliminarGrande, Isidro!
Aunque ahí no se dice, pero este relato me lo inspiró una "redacción" mía del colegio (de las que se hacían antes) cuando yo tenía casi catorce años y en esa que era mucho más larga, si hablaba de los abuelos, hermanos etc. y de las carreras ante la escopeta. Por cierto el profesor me felicitó porque decía que la redacción tenía "chispa" yo no entendía bien eso. Con el tiempo lo supe lo que es la "chispa"
EliminarGracias por tus palabras. Un beso.
Genial, Isidro. Las guerras dejan desamparados a cualquiera que las sufra. En este caso a las liebres. A mi también me ha hecho pensar, como a Pablo, en otras guerras. Y como dicen Notincgas y Patricia, si lo trasladamos a nosotros, el sufrimiento y la desprotección nos deja un sentimiento de terror insoportable.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas veces, los temas y tribulaciones cotidianas, si se abordan desde otro ángulo o como en este caso, se personifican en animales, nos hace pensar de una manera más fresca sobre el asunto y eso puede desempolvar sensaciones.
EliminarGracias por leerme y por tu gentil comentario Sandra.
Un beso..
¡Qué ganas de correr me han entrado! Y alcanzar ese horizonte cuajado de leves destellos dorados con el que empiezas el relato.
ResponderEliminarMe ha encantado, Isidro.
Un saludo
Me alegra que te haya sugerido los colores del amanecer, pues en mi mente estaban, pero con 50 "no cabían" Lo has captado bien, tal y como le he comentado a Patricia R. esta idea era más larga.
EliminarMuchas gracias Srta. del Brezo por tus palabras. Un beso.
A punto de salir a correr!!!. Me encantó!!!
ResponderEliminarNo corras que en muchos casos no se sabe que es peor. jejeje!
EliminarMuchas gracias por leerme y por tu comentario.
Un beso.
El tema de la caza, eso sí es otra guerra ... Nuca entenderé por qué al hecho de matar animales lo llaman deporte.
ResponderEliminarMuy bien contado, Isidro.
Un beso.
Malu.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en cuanto a la caza. Yo sólo cazo moscas -las odio-
EliminarNo sé como no da pena tener en el punto de mira a un pobre animal que no te ha hacho nada y dispararle a traición. Si algunos cazadores pudieran sentir durante unos segundos lo que ese ciervo (por ejemplo) siente al haber sido herido y lo que pueden sentir sus crías abandonadas... seguro que habría muchos menos cazadores.
Un abrazo y muchas gracias por tus palabras.
Cuando la caza se integraba en un eslabón de la cadena alimenticia tenía sentido, pero cuando el único fin es el placer se convierte en una sinrazón, como tu gran relato ha reflejado. Enhorabuena y un abrazo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo y te digo lo mismo que a Malú. Yo tampoco entiendo la caza hoy por hoy.
EliminarGracias Salvador y un abrazo.
Si las pobres liebres no tienen ya bastante con sus depredadores naturales, llegan los animales de las escopetas arrasando porque, para sentirse saludables, tienen que quitarle la vida a otros seres vivos. Lo mismo pasa con los que “juegan” con su armamento a destrozar vidas humanas. Me gusta tu micro y cómo nos has llevado con él a la confusión. Un saludo, Isidro.
ResponderEliminarCuando se utiliza despectivamente el término "animal" como sinónimo de bruto o salvaje, a quien más le define es la Hombre, pues los animales no son crueles ni con su especie ni con otras. El Hombre sí.
EliminarGracias y un abrazo Matrioska.
Me encanta cómo nos mantienes engañados a lo largo de todo el primer párrafo y cómo la última frase nos lleva a reflexionar. A mí ganas me han entrado de hacerme vegana. Felicidades, Isidro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jejeje! es que soy un mentiroso y me gusta engañar al público.
EliminarMuchas gracias Fina por leerme.
Besos.
Espero que no haya ninguna baja en esta guerra y que los cazadores se tengan que conformar con un arroz vegetariano.
ResponderEliminarMe ha gustado, Isidro.
Un abrazo.
Yo también confío en la mala puntería de esos cazadores y que se comiesen un arroz vegetariano o un bocata de nocilla.
EliminarGracias por tu comentario.
Besos.
Grande Isidro. Me ha encantado la sensacion al leerlo que se trataba de una guerra en algun lugar del mundo y de repente se trata de otra guerra aun peor. Contra algo que no se puede defender. Me ha gustado mucho, aunque mando mi repulsa ante el matar por diversion.
ResponderEliminarMuchas gracias Tony, ya sé que tampoco te gusta la caza, pero es lo que hay.
EliminarUn abrazo.
Estupendo alegato contra la caza, desde dentro, como mayor efecto tiene, y con sorpresa. Bueno y oportuno el juego de palabras del final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enrique.
Gracias Enrique por leerme. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
¡Qué manera más gráfica de hacernos ver lo cruel que es la guerra, sean quienes sean las víctimas!
ResponderEliminarComienzas, Isidro, con una descripción casi militar para adentrarnos en la historia en sí de una familia perseguida (aún no sabemos quiénes son) que ve que su apacible vida ha dejado de serlo. Finalmente ¡zas!, se ha abierto la veda. Y terminas con un logrado juego de palabras: liebre, libre. ¡A correr toca! Y echemos mano, incluso, de nuestros amuletos (¿vale una pata de conejo?).
Va mi "Me gusta" y mi enhorabuena por tu historia, que sigo pensando que tiene un trasfondo más allá de los anecdótido de que haya comenzado la temporada de caza menor.
Un saludo muy cordial.
Indudablemente que tiene ese trasfondo que alude a la desazón, pánico e indefensión que producen las guerras, con sus persecuciones y matanzas.
EliminarMuchas gracias por tu generoso comentario.
Un fuerte abrazo José Antonio.
Desde ya me hago fan tuya. Por lo bien que escribes y porque me has robado el corazón tratando un tema que me preocupa.
ResponderEliminarOpino que hay una carga importante de sadismo en alguien que mata a un ser indefenso por diversión, por alcanzar un trofeo, o por colgar luego su cabeza en el salón de su casa... mira que tengo años y sigo sin entenderlo.
Un abrazo y ¡gracias!
Yo he intentado muchas veces ponerme en los zapatos del cazador, sobre todo de esos de "caza mayor" que incluso a través de la mirilla telescópica de su arma, tienen la cara de un ciervo o cualquier otro animal y aún así son capaces de disparar !!!!!????. No entiendo, pues no hay odio, ni venganza, ni necesidad.
EliminarMuchas gracias por tu halagador comentario.
Un abrazo