¡Maldito domingo!
Pasó el día entero maldiciendo, contemplando enfurecido a la gente que pasaba a su lado por el parque, sonriendo, tomando el sol, tomados de la mano. Se durmió pronto, esperando que terminara esta tortura.
Al día siguiente madrugó a su trabajo, el único lugar que hacía más soportable su soledad.
Al día siguiente madrugó a su trabajo, el único lugar que hacía más soportable su soledad.
Quizás sobre decir que el trabajo, más allá de acercarnos el sustento, nos brinda cierto reconocimiento social, lo cual es muy satisfactorio. El problema es cuando las cuestiones laborales consumen por completo nuestras vidas y la construcción de vínculos afectivos se deja de lado.
ResponderEliminarMuy bueno, Miguel.
Saludos.
Sin pretenderlo, han quedado juntos dos relatos sobre el mismo tema: los fines de semana de dos personas solitarias, con distintas formas de combatirlo: él maldiciendo, ella buscando emociones fuertes.
ResponderEliminarUn saludo.
Personaje solitario donde los haya y además gruñón, yo le daría un consejito para los fines de semana y es que salga a la calle y experimente a hablar con personas, quizá esa soledad desaparezca así.
ResponderEliminarUn beso.
Malu.
No es tan raro encontrar algún tipo de esta catadura: desaliento, angustia o indiferencia ante casi todo lo que les rodea. Sólo le salva de su aislamiento el contacto con los compañeros de trabajo, y a veces ni eso. Triste personaje el que nos dibujas, Miguel, y no tan infrecuente como parece, yo conozco alguno...
ResponderEliminarMe ha gustado tu historia.
Un saludo.
Hay personas que, efectivamente, prefieren estar en sus trabajos antes que pasar los días libres completamente solos y aburridos. Bien narrado, Miguel. Un saludo.
ResponderEliminarQué bien has expresado la incompatibilidad de los fines de semana con la soledad. Tener que quedarse en casa sin ni siquiera el ruido de fondo de la impresora y del timbre del teléfono que interrumpe los pensamientos es una agonía cuando hay tanto para compartir y no se tiene con quién.
ResponderEliminarUn saludo, Miguel
¡Que triste tu relato! Debe ser horrible querer trabajar porque no tienes nada "mejor ". Aunque si te entusiasma tu trabajo... Aún así tengo dudas...
ResponderEliminarMe ha gustado.