Puntualidad
Nunca había llegado tarde a una cita. Pero hoy, iba apurado. Faltaban diez segundos para el encuentro y aún tenía que bajar dieciocho pisos hasta la entrada del edificio. Salió apresurado y tardó menos de seis segundos, pero llegó puntual. El impacto salpicó de rojo los zapatos de la chica.
Como siempre, guardas esa escena final que sorprende. La puntualidad de este chico es enfermiza. Tanta que llegó con cuatro segundos de antelación. La chica no le va a la zaga pues también llegó antes. Ahora, para charlar con él, quizá tenga que subir ella esos 18 pisos y tomar el mismo camino que él.
ResponderEliminarOriginal y divertido como de costumbre.
Un me gusta y un abrazo.
Pablo
Pablo, has sacado material para otro microrrelato de continuación.
EliminarGracias.
Fuerte abrazo.
Cuando algo se convierte en obsesión hasta tal punto de que cualquier cosa vale ...
ResponderEliminarValoro muchísimo a las personas puntuales, pero esto ya es llevarlo a límites extremos y pasarlos con creces.
Muy bueno Rafa, un beso.
Malu.
Los extremos nunca son buenos, cierta flexibilidad estaría bien.
EliminarGracias, Malu.
Besos.
Quiso ser tan preciso que terminó por precipitarse...
ResponderEliminarBien narrada tu historia y mejor resuelta.
Va mi "Me gusta" y un cordial saludo, Rafael.
Un honor tu comentario, José Antonio.
EliminarUn abrazo.
Y yo que me tenía por la puntualidad hecha persona… pero es que tu protagonista me gana ¡¡¡y con diferencia!!! Excelente relato, Rafa. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
No trates de competir con mi personaje. Permítete algo de margen, Fina.
EliminarGracias.
Un beso.
Impactante, iba a decir.
ResponderEliminarTu ya me entiendes.
Felicidades!
Impactante y salpicante.
EliminarGracias, Luisa.
Es que hay gente que se toma muy a pecho lo de ser puntual... Me ha encantado!
ResponderEliminarO se es o no se es. No valen medias tintas.
EliminarGracias, Ana.
Una narración tan trepidante como drástica la decisión de su protagonista. Un buen relato que me ha hecho recordar los dibujos animados de mi infancia.
ResponderEliminarUn saludo, Rafa
Buen recuerdo, el de esas caídas inocuas.
EliminarSaludos, Antonio.
Excelente relato, Rafa, con un gran desenlace.
ResponderEliminarMeditándolo un poquito, tal vez la chica no es otra que la muerte misma.
Saludos.
Si no era ella no andaría muy lejos. Buen apunte.
EliminarSaludos, Vicente.
"Antes que llegar tarde... perder la vida"
ResponderEliminar¡Madredelamorhermoso qué exagerados son algunos!
Buen micro, Rafa.
Un abrazo.
o ese de "por verte tuerto me salto un ojo". El objetivo es el objetivo y hay que ir a por él a toda costa.
EliminarGracias y abrazos para Rosy.
Jajaja. Me muero de risa contigo, Rafa. ¡Menos de seis segundos en bajar dieciocho pisos! Seguro que batió todos los récords, eso sí, utilizando métodos muy poco ortodoxos. Me ha gustado mucho cómo has construido el micro y tu gran sentido del humor. Un beso.
ResponderEliminarEsas risas son el mejor halago, Matrioska.
EliminarBesos.
Hay ocasiones, que más vale llegar tarde... Pero llegar. Un humor ácido el de tu relato, 50palabras que cumpleno a la perfección su cometido.
ResponderEliminarUn saludo (que espero que te llegue sin retraso, pero sin manchar nada de rojo)
Ha llegado a tiempo, sin necesidad de forzar ni acelerar nada.
EliminarUn abrazo, Raquel.
Qué visual tu relato, he hecho el gesto de spatyar los pies instintivamente. Un abrazo!
ResponderEliminarPocos se han dado cuenta de que la mayor tragedia del relato es que luego no salten las manchas de los zapatos y tenga que tirarlos.
EliminarBesos, Belén.
A veces es mejor llegar un poco tarde que no llegar. La obsesión por la puntualidad ha puesto fin a una cita que podría haber sido todo un éxito.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, por la originalidad y por el final drástico e inesperado.
Un abrazo.
Seguro que la chica no olvidará nunca esa cita. Quedaría impactada (también), digo yo.
EliminarUn abrazo, Asun.
Valoro la puntualidad y trato de practicarla, pero después de leer tu relato se tambalean todos mis principios y me dan ganas de ser algo más flexible.
ResponderEliminarEstoy seguro de que no has dejado ningún detalle al azar, y antes de ponerte a escribir te has documentado sobre las fórmulas para el movimiento de los cuerpos en caída libre, hasta llegar a ese resultado de 18 pisos en 6 segundos. Si digo esto es porque me consta que eres un escritor profesional y serio, aunque también sabes provocar las mejores sonrisas.
Un abrazo, Rafa
Te confesaré la verdad; lo probé desde un noveno piso y el resultado lo multipliqué por dos.
EliminarProfesional tú que vives de las letras, yo solo las pago; cuando puedo.
Abrazo fuerte, Ángel.
La obsesión te hace mirar a través de un lente con un aumento tan grande que termina desformándolo todo. Muy bueno, Rafa.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, te puede llevar a descubrir lo rápido que sube el suelo cuando asomas todo el cuerpo desde la azotea.
EliminarOtro beso de retorno.
jajajaj se sube el suelo, genial! :-D
EliminarUn cumplidor rotundo y decidido. Y es que los hay obsesionados con la puntualidad, ¡eh!, que lo arriesgan todo por cumplir.
ResponderEliminarSimpático relato, Rafa, todavía resuena el porrazo del impacto en mis oídos.
Un saludo.
Mantener el prestigio que tanto a costado alcanzar bien merece un pequeño sacrificio.
EliminarBesos, Mª Jesús.
Rafa que relato tan bueno, que final, me ha impactado tanto como el impacto contra el suelo del protagonista. Genial, un me gusta enorme. Un abrazo.
ResponderEliminarImpactado me quedo yo con tus comentarios.
EliminarGracias, Javier.
Un abrazo.
Un hombre de convicciones sólidas y que, además, tampoco ha querido hacer esperar a la muerte, jajaja. Muy divertido, Rafa. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta leerte, Rafa. Aquí y donde te encuentro.
ResponderEliminarUn abrazo