Acelerando
La mesa camilla, la noche inmensa, la infancia perdida, La ciudad y los perros de Vargas Llosa, los ojos insólitos, la habitación contigua de los abuelos, la enfermedad última y delgada de la abuela, una noche inmensa de vigilia hospitalaria en aquella casa y el miedo, fiel compañero desde entonces.
Hermoso y poético, Miguel.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Me gusta mucho, Miguel. Intuyo alguna historia tras todos estos recuerdos, pero su hermetismo, acentuado por el título, me impide verla. Muy bello en cualquier caso, con un final grande.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Vicente. El título y un poco el esquema derivan de un poema de José Hierro.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Muchas gracias, Enrique. Tu intuición es certera, porque esa escena de la mesa camilla durante la enfermedad terminal de la abuela en una noche interminable con La ciudad y los perros en las manos y el miedo a que pase lo inevitable, esa sensación se te graba para toda la vida.
ResponderEliminarUn saludo.