Cortar por lo sano
Las lágrimas asomaron una vez más a sus ojos resacosos al contemplar con estupor su macabra obra en ese rostro tan amado. En esa ocasión no intentó tranquilizarla con una promesa vacía. Por la noche, con una botella de coñac se encerró en el baño.
Al día siguiente lo enterraron.
Al día siguiente lo enterraron.
¡¡Este relato tiene el honor de ser el número 2.000!!
ResponderEliminarMe encantan las casualidades, sobre todo cuando son tan agradables como ésta.
EliminarUn abrazo, Álex, y por enésima vez gracias. Jamás podremos agradecerte suficientemente ni este fantástico rinconcito que has creado ni todo el tiempo que nos dedicas.
Qué cruel historia llena de imágenes y qué bien contada, Fina.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese número tan redondo que lleva tu relato y por su calidad
Un beso.
Pablo
Una cruel historia con un final, si no feliz, al menos tranquilizador para ambas partes. Me alegro de que te haya gustado, Pablo.
EliminarUn abrazo.
¡Enhorabuena, Fina! ¡Relato 2.000! Y vaya relato. Por desgracia, no creo que sea lo habitual en ese tipo de desgraciados.
ResponderEliminarPropongo que te den el lazo de honor o algo así de Cincuenta Palabras.
Un besazo al ritmo de las majorettes.
¡¿El lazo de honor?! Quita, quita. Si me tenéis que dar algo, que sea un certificado conforme estoy aprendiendo de todos vosotros, ¿eh? Gracias por tu comentario, Patricia.
EliminarUn abrazo.
Enhorabuena, Fina, por acertar con un relato sobrecogedor e impactante. Y además, de propina, por hacer el número 2.000. Así que, en este caso, doble felicitación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu doble felicitación, María Jesús. La casualidad ha hecho que me mire con otros ojos mi relato.
EliminarUn abrazo.
¡Querida Fina, enhorabuena por ser tu historia la número 2.000!
ResponderEliminarUn micro que no deja indiferente, es fuerte y da mucho que pensar.
Un beso grande.
Malu.
En tales circunstancias, a veces por temor, otras por cobardía y otras por egoísmo, lamentablemente cuesta pensar. Gracias por tus palabras, Malu.
EliminarUn abrazo.
El coñac debía ser del malo, porque ha provocado que me arda el estómago.
ResponderEliminarComo mínimo, la victima del maltratador tendrá un recuerdo perenne en cincuentapalabras.
Buen relato, Fina. Enhorabuena.
Besos
El alcohol siempre es malo para aquel que no sabe beber. Al menos en esa ocasión consiguió proporcionarle agallas.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, Notincgas.
Un abrazo.
Un relato tan redondo como ese número honorífico que el azar le ha asignado y que te mereces, protagonizado por un personaje nefasto, aunque dentro de esa especie los hay peores aún. En éste, al menos -triste consuelo-, se aprecian trazas de arrepentimiento que le conducen al sacrificio para dejar de hacer daño a quien quiere y no merece.
ResponderEliminarUn abrazo, Fina y felicidades de nuevo
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena y a falta de mejor solución, más vale una muerte provocada que una no deseada. Gracias, Ángel.
EliminarUn abrazo.
Qué fuerte, Fina. Cuántos problemas sociales se ven en tu micro: el alcoholismo, el maltrato, la sumisión. Me da pena tu protagonista porque es a la vez victimario y víctima. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn beso y felicitaciones por el relato que además ¡es el número 2000!
Gracias, Sandra. El alcoholismo en una enfermedad que acarrea graves problemas, no sólo para el enfermo sino para quienes con él conviven y es crucial que ambas partes sean conscientes de ello y busquen soluciones.
EliminarUn abrazo.
Estupendo relato, Fina. Este acto final de tu protagonista, sin llegar a redimirlo, sí que atenúa de algún modo el juicio sobre su conducta, al revestirlo de cierta humanidad y hacerlo aparecer como una víctima más de su enfermedad. Muy profundo y humano también tu relato y muy bien contado. Enhorabuena y felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
El alcohol puede llegar a transformar a una buena persona en un auténtico monstruo. Lo importante, como acabo de comentar, es pedir ayuda antes de llegar a tales extremos. Me alegro de que te haya gustado mi relato, Enrique.
EliminarUn abrazo.
Bueno, pues aplaudo su decisión. Ella curará sus heridas, y se librará de su maltratador.
ResponderEliminarBuen micro denuncia, Fina, me ha gustado mucho.
Un abrazo.
También se dice que no hay mal que por bien no venga y creo que esta historia es un buen ejemplo de ello. Gracias por tus palabras, Rosy.
EliminarUn abrazo.
¡Qué tristeza y rabia provocan tu relato! Y es que en este tema es muy difícil separar ficción de realidad.
ResponderEliminarMuy bueno, Fina. Saludos.
En demasiados temas, y desgraciadamente, la realidad supera con creces la ficción y hay finales que muy bien podrían dejar de ser ficticios. Gracias por tu comentario, Jose.
EliminarUn abrazo.
Brrrrr, qué historia! Como dices que no intentó tranquilizarla entiendo que no la mató.
ResponderEliminarIgualmente no me sirven sus lágrimas ni su suicidio. Debería haberlo hecho antes de maltratar a nadie. Si uno tiene problemas debe buscar ayuda y soluciones, no causar "problemas" a otro.
Buen micro Fina.
Carme.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, M. Carme. En alguna ocasión leí que un borracho violento jamás se hace daño a sí mismo, ¿por qué, entonces, hacerlo a quienes quiere? Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Un gran relato sobre el remordimiento, sobre la dependencia. Rara vez nos reconocemos como 'los malos' y cuando lo hacemos puede resultar tan insoportable como a tu protagonista
ResponderEliminarMe ha gustado, Fina. Un abrazo
En tales casos, si somos incapaces de pedir ayuda, acabar con el monstruo en el que nos hemos convertido es sin duda la mejor opción. Me alegra saber que te ha gustado mi relato.
EliminarUn abrazo, Antonio.
Yo no se muy bien que decir, Fina. Me parece un relato fantástico, genial. Tantas emociones contradictorias y mezcladas en una relación tóxica, al parecer con el alcohol como base del problema, tal y como ocurre en tantas ocasiones. Y ese momento de "lucidez" para proteger de si mismo a la persona amada. Ufff,.. para mi, GENIAL. Un abrazo.
ResponderEliminarPd- Grande, muy grande. ;)
¡¿Dejarte a ti sin palabras?! ¡Caramba! Esto sí que es todo un logro, je, je, je.
EliminarUn abrazo, Grau.
Tu relato es una mezcla perfecta de crueldad, maltrato y arrepentimiento llevado al extremo del suicidio.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Fina.
Un beso, y felicidades a ti y a todos por llegar a los 2000 (ahora a por los 3000)
Me alegra saber que te ha gustado, Asun, y me uno a tu felicitación para todos vosotros.
EliminarUn abrazo.
Doble felicitación, una por el buen relato y otra por el galardón moral y honor de ser el relato 2000.
ResponderEliminar¡Qué fuerte Fina!
Dos abrazos te debo.
Sí que es todo un honor, Isidro. No digamos ya el chute de amor propio que me ha inyectado: rodeada de tan excelentes escritores como sois todos, al menos algo me llevo ;)
EliminarA ver cuándo puedo cobrarme esos dos abrazos tuyos. Mientras tanto, te mando uno virtual.
Triste historia, la de ella y la de él, con un final ¿feliz?
ResponderEliminarDe lo que no hay duda es de la felicitación que mereces por partida doble, ¡enhorabuena!
Un beso
Un final también triste, pero que, al menos, acabó con la pesadilla en la que ambos vivían.
EliminarGracias por tu felicitación, Margarita.
Un abrazo.
No creo que el alcohol le vaya a ayudar en nada, y tampoco sería deseable que use la botella para hacer alguna barbaridad. Parece arrepentido, aunque me queda la duda de si ya es demasiado tarde. Buen relato para reflexionar. Enhorabuena por este relato redondo para celebrar los 2000 de la página. Un saludo.
ResponderEliminarEn mi opinión, el alcohol nunca ayuda. Gracias por tu comentario, Juana.
EliminarUn abrazo.
Promesas volátiles como el alcohol y lágrimas de cocodrilo. Relato para la reflexión. Muy bueno, Fina. Un abrazo.
ResponderEliminarFueran o no esas lágrimas de cocodrilo, lo que es innegable es que en tales circunstancias pedir perdón sirve de bien poco. Celebro que te haya gustado mi relato, Salvador.
EliminarUn abrazo.
Felicidades, Fina, has construido un micro, para mí, redondo. Solo tres enfoques te han servido para contar mucho: una botella de coñac, promesas vacías y, por último, un título, cortar por lo sano, que cierra la historia. Un micro digno de auparse como el número 2.000. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Matrioska. Tú lo has sintetizado a la perfección.
EliminarUn abrazo.
Fina, ¡gran microhistoria la tuya y magnífico título! Y lo es no solo por lo bien narrada y estructurada que está, sino también por el tema que tocas, con un giro narrativo final... diferente. Ya sabes, porque así te lo he hecho saber por otra vía, que me gusta mucho que en tu historia, por una vez y ojalá sirviera de precedente, se trastoque el orden: primero que se suicide el maltratador, para que así quede salva la víctima, y no como, lamentablemente, sucede en la triste realidad diaria.
ResponderEliminarAsí que va mi me gusta y con este, además, un aplauso sonoro y merecido por ser el microrrelato número 2.000 de esta querida web literaria. ¡¡Buen broche para cifra tan significativa!!
Un beso.
Un maltratador es demasiado cobarde para quitarse la vida. Gracias por leer todas mis historias con tan buenos ojos y por esas palabras tan amables que siempre me dedicas, José Antonio.
EliminarUn abrazo.
Este duro, pero buen relato ha hecho que recuerde esta greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después”. Muy bueno Fina, felicitaciones por esa llegada a tiempo para ser el relato 2 000 de 50 Palabras.
ResponderEliminarSaludos.
¡Uf! Estaba casi convencida de que no llegaba, no creas, pero al final los cálculos me salieron bien (je, je, je). Es bromaaaaaaa. No conocía esa greguería, pero a partir de ahora se convertirá en unas de mis preferidas. Gracias, Beto, por dármela a conocer, por tu felicitación y por tu comentario.
EliminarUn abrazo.