Dolor
Inspira... espira... inspira... espira... Despacio. Siente el dolor. Eso quiere decir que sigues vivo... Vas a necesitar una prótesis para la rodilla derecha y tienes varias costillas rotas. Nada grave todavía. Todo depende de ti. Así que... ¿vas a decirme dónde coño has escondido el dinero? ¿O quieres que continúe?
Perfecto: buena idea, compacto desarrollo, final sorprendente y seductor.
ResponderEliminarUn relato muy bueno con el viejo aroma de la novela negra, de los que se disfrutan porque transmiten con intensidad no sólo lo que les ocurre ahora a los personajes, sino todo lo que arrastran de antes y lo que les puede llegar a pasar.
Enhorabuena, Cadillac.
Un saludo
Muchas gracias por esa disección, Antonio. Intuyo que tú también disfrutas con la novela negra. Que te guste ese aroma en mi relato es toda una satisfacción.
EliminarUn abrazo.
¡Muy bueno, Cadillac! La tortura, siempre útil, para sonsacar una información valiosa descrita en tan solo cincuenta palabras (y un título que ya apunta maneras).
ResponderEliminarVa mi me gusta y con este mi enhorabuena por tan logrado microrrelato.
Saludos.
Muchas gracias, José Antonio. Es que hay gente muy bruta. Si a lo mejor se lo hubiera pedido con amabilidad, no sé, quizá no hubiera tenido que llegar a tanto.
EliminarUn abrazo.
Eso sí que es persuadir, lo demás, tonterías.
ResponderEliminar¡Muy bueno!, Cadillac.
Un saludo
Fíjate que incluso tiene más formas de persuadir, y creo que está deseando utilizarlas. Quizá en otros relatos.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Rosy. Un abrazo.
¡¡Dale el dinero, por Dios, que me está doliendo hasta a mí!!
ResponderEliminarGenial, Cadillac, aunque no son maneras, eh... :D
Un abrazo.
A ver qué decide cuando recupere el aliento. Y tienes razón, no, no son maneras, donde esté la amabilidad para pedir las cosas... ;-)
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Mª Jesús. Un abrazo.
Parece que se preocupa por él, que tras analizar su situación física le anima a seguir, pero en realidad no es más que un alto en el camino para dejar claro a la víctima, de forma fría y aséptica, que sólo tiene dos opciones: facilitar la información o proseguir con el proceso. La tortura, un método tan cruel y antiguo como el hombre, que se deja ver al final del relato, sirve para dar un giro en la idea que se ha forjado en el lector, quien pensaba que el verdugo era un amigo que consolaba del dolor, cuando en realidad él es el causante.
ResponderEliminarSaludos Cadillac.
Gracias, Ángel. Quería que esa frialdad se apreciase en una segunda lectura, cuando ya se sabe quién es la persona que está hablando. Así se ve con otros ojos.
EliminarUn abrazo.
He visto a esa víctima retorciéndose de dolor ante su torturador. Muy visual, espero que saque pronto el dinero de su escondite, porque no estoy yo para tragedias.
ResponderEliminarMuy bueno, Cadillac.
A lo mejor vas a tener que taparte los ojos, Asun. No sé yo cómo acabará la cosa...
EliminarMuchas gracias por el comentario. Un abrazo.
Parece que se ha escapado de una novela siciliana, con capos, sombreros y trajes de rayas.
ResponderEliminarMuy bueno y divertido relato.
Un abrazo Cadillac. (Sé que no es tu nombre, pero como me encantan los Cadillacs, me encanta escribirlo)
A mí sobre todo me gusta el Cadillac de Loquillo, y por supuesto no me importa que lo escribas. Me encantan esas novelas con la trama que imaginas. Y muchas gracias por tu comentario, Isidro.
EliminarUn abrazo.
Puedo oler incluso el aliento del torturador.
ResponderEliminarYo sí quiero que continúes, pero con la historia.
Un saludo, Cadillac
Pues le queda otra rodilla, dos codos, veinte dedos, una lengua, casi treinta dientes... Casi mejor lo dejamos aquí, que Álex es muy estricto con las cincuenta palabras. Pero gracias por tus deseos y por el comentario, Margarita.
EliminarUn abrazo.
Parece que el torturador, además de un profesional en lo suyo, está disfrutando de lo suyo.
ResponderEliminarMuy bueno, Cadillac.
Un abrazo
Pablo
Eso creo yo, Pablo. He tratado de que se viese desde otro punto de vista una vez que se sabe quién es verdaderamente el que está hablando.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Un abrazo.
¡Guau, Cadillac! Una gota de sudor frío resbala por mi frente en estos instantes.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Estoy encantado con tu reacción, Notincgas. Es un placer leer comentarios como este.
EliminarUn abrazo.
Uffff, qué dolor ...
ResponderEliminarMuy buena historia.
Un beso.
Malu.
Ná, si no es ná. Aún le queda otra rodilla para sufrir un poco. Muchas gracias por tu comentario, Malu.
EliminarUn abrazo.
Terrible personaje, sin duda, en el mejor sentido de la palabra, y una escena magníficamente narrada, digna de Scorsese o Tarantino.
ResponderEliminarSaludos, Cadillac.
Vaya honor que me haces, Enrique. Muchísimas gracias. Esto alegra el día a cualquiera.
EliminarUn abrazo.
Genial,desde el principio engancha,piensas en un accidente y que va!,Mucho arte!!
ResponderEliminarHabía que tratar de sorprender de alguna forma. Me alegra haberlo conseguido. Muchas gracias, Burbujita.
EliminarUn abrazo.
Mantienes el suspense, haces que sigamos leyendo queriendo descubrir de dónde le viene el dolor, hasta llegar al descubrimiento final del gangster.
ResponderEliminarMuy bueno!
Un saludo.
Carme.
Muchas gracias por tu comentario, M. Carme. Parece que el objetivo está logrado.
EliminarUn abrazo.
¡Brutal!
ResponderEliminarCadillac Solitario siempre te sales.
Un abrazo,
Qué exagerada, Raquel, pero se agradece de todas formas. Muchas gracias por el comentario.
EliminarUn abrazo.
¡Vaya cómo termina lo que interpreté como una resucitación cardiopulmonar!
ResponderEliminarBuen relato.
Como siga obstinándose en no decir nada, sí que va a necesitar algo más que una resucitación cardiopulmonar. Muchas gracias por el comentario, Ezequiel.
EliminarUn abrazo.