Hermann K.
—Hay un bicho en el dormitorio —me dijo mi mujer.
—¿Un bicho? ¿Y qué quieres que haga?
—Está claro lo que quiero que hagas.
Fui al dormitorio y allí lo vi, correteando indiferente. Imaginé que era Gregorio Samsa y que Gregorio Samsa era mi hijo. Y lo aplasté sin contemplaciones.
—¿Un bicho? ¿Y qué quieres que haga?
—Está claro lo que quiero que hagas.
Fui al dormitorio y allí lo vi, correteando indiferente. Imaginé que era Gregorio Samsa y que Gregorio Samsa era mi hijo. Y lo aplasté sin contemplaciones.
¡Madre mía cómo estaban del niño!, recuerdo la veces que yo he querido "cargarme" a los a míos.... jajaja
ResponderEliminarMuy bueno, aunque espero que sea broma ;-)
También pudo cuidarle y amaestrearle.
ResponderEliminarJajaja ¿su hijo le recuerdo a un "parásito"? Yo me lo imagino cómo unos padres mayores, y al Gregorio le echo unos 30 y pico. Y me hace mucha gracia.
ResponderEliminarMe gusta mucho que recurras a los diálogos, con 50 palabrejas se hace una cosa muy artesanal... de hilar bien fino.
Un saludo,
Me ha gustado mucho ese guiño al relato de Kafka, Plácido, esta vez desde el punto de vista de unos padres a los que parece habérseles presentado la ocasión para deshacerse por fin de su hijo. Un final lógicamente kafkiano en un excelente relato que nace de la crisálida de la metamorfosis.
ResponderEliminarUna saludo.
Si yo también he visto el guiño a la metamorfosis de kafka. La verdad es que es un relato muy bueno.
EliminarUn curioso homenaje al autor de "La metamorfosis" en su aniversario, con lo imposible engarzado en lo cotidiano de una forma natural, lo cual es muy kafkiano, igual que ese desenlace drástico.
ResponderEliminarUn saludo
Ah, me ha encantado este homenaje a Kafka, con un final tan kafkiano, valga la redundància.
ResponderEliminarBravo, Plácido.
Saludos cordiales.
Imagino al pobre bicho, correteando y huyendo asustado. Y ese hombre, zapatilla en mano, persiguiéndolo con la intención de acabar con su vida.
ResponderEliminar"¡No soy Gregorio, solo soy una cucaracha!".
Muy original tu referencia a tan magnífica novela, a la que le das un final alternativo.
Un abrazo.
Desde luego, qué injusta es la vida. Al pobre y bueno Gregorio, ni Kafka ni tú, Plácido, le dais un respiro. Supongo que tu protagonista y su mujer, después de deshacerse del bicho, volverían felices y contentos al dormitorio. Me ha encantado. Un saludo.
ResponderEliminarCuando queremos verdaderamente hacer algo, si no tenemos razones para ello, a veces nos las fabricamos. Seguramente el verdadero Hermann Kafka acostumbraba a buscar argumentos que legitimaran aquella "manía" hacia su propio hijo. Buen relato.
ResponderEliminarSaludos, Plácido
Plácido, solo un genio puede homenajear a otro genio con un relato de gran calidad y tú, lo has conseguido.
ResponderEliminarEnhorabuena, Plácido.
Un abrazo.
Pablo
Plácido no hay mejor manera de eliminar un bicho que personificarlo antes de matarlo en alguien que te cae mal, así no tienes ascos ni remilgos y zassss!! le atizas.
ResponderEliminarMuy buen relato, me ha gustado mucho. Un saludo.
Cuando leo tu relato, tengo la misma sensación de asfixia que me causó Kafka. Y me parece a mí que eso es bueno, Plácido.
ResponderEliminarUn saludo
He leído varias veces tu relato, Plácido, y he sentido el placer que tu protagonista tuvo que sentir cuando aplastó al bicho. Trasladas perfectamente ese sentimiento y eso no es fácil.
ResponderEliminar¡Enhorabuena! Va mi me gusta y con él un saludo afectuoso.