La despedida
Se pasó toda la ceremonia de pie, recibiendo a los visitantes con una sonrisa. Departió con ellos, tratando de consolar a los más apenados, hasta que llegaron los operarios de la funeraria. Entonces, con aplomo, se introdujo en el ataúd y con gran emoción se despidió del mundo hasta siempre.
El estilo marca la diferencia. Y es, sin duda, tu seña de identidad.
ResponderEliminarTe lanzo una rosa y un beso.
Sencillamente, genial.
ResponderEliminarLa buena educación es algo que no abunda en nuestros días. Sin embargo, creo que todos conocemos personas que aún después de muertos, si pudieran, seguirían tratando a sus congéneres con corrección.
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos.
Para no repetir el comentario de Rafa Olivares, yo te digo: ¡¡Genialmente sencillo!!
ResponderEliminarVa mi me gusta, Nicolás, porque es de esos microrrelatos que te dejan boquiabierto desde el propio título, tan elemental, hasta el propio punto final, con ese simple "se despidió del mundo hasta siempre".
Un saludo muy cordial.
Qué idea genial poder estar con tus seres queridos y consolarlos de tu propia muerte hasta el último minuto. Y esperar a que llegue el cajón para uno mismo meterse dentro. Muy original.
ResponderEliminarUn beso, Nicolás
No defraudas nunca, Nicolás. Hasta para morirse hay que ser formal y cortés. Un abrazo y... te acompaño en el sentimiento ;o)
ResponderEliminarNicolás, sólo se me ocurre decirte que es una obra de arte: tanto por el argumento, como por la forma de escribirlo. Otro que apunto en mí libreta de favoritos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Despedirse con honor. Muy grato tu relato.
ResponderEliminarGenial, Nicolás. Seguro que el difunto se ha quedado con las ganas de marcharse después a comer con sus familiares y amigos y poder escuchar todas las cosas que dicen sobre él (todas buenas, por supuesto).
ResponderEliminarUn abrazo.
Jejejjeje
ResponderEliminarPero qué clase tienes, Nicolás.
ResponderEliminarGran relato, pero sobre todo, enorme personaje.
Saludos.
Qué muerto más educado, qué buen anfitrión.
ResponderEliminarBuena apuesta, Nicolás.
Un abrazo
Nunca se vio un difunto tan atento y considerado. Pensándolo un poco, qué bueno que fueran así estas despedidas, para unos y para el otro. En fin, Nicolás, mi despedida es con una gratísima sensación. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
Se suele decir que para que todos hablen bien de una persona hay que esperar a que haya muerto. Tu protagonista ha conseguido adelantar esos comentarios, una excepción que sorprende, como siempre sorprenden tus relatos sin excepción.
ResponderEliminarEres grande, Nicolás, tú sí que eres un maestro.
Un abrazo
Creo que todos deberíamos tener derecho a morir con dignidad o, mejor aún, a dejar de vivir sin ella. Qué gran muerte la de tu personaje, despidiéndose con el mejor de los adioses, el del consuelo.
ResponderEliminarUn relato elegante y exquisitamente bien redactado, que demuestra lo valioso del regalo de una despedida, porque consigue quedarse para siempre en primera línea del recuerdo.
Un saludo.
¡Muchas gracias a todos por vuestros comentarios!
ResponderEliminarEducado y atento finado este que nos traes, Nicolás.
ResponderEliminarMe ha gustado el sorprendente desenlace de la historia.
Saludos cordiales
Que te reciba el difunto con una sonrisa... =8-O
ResponderEliminarOriginal relato!
Un saludo.
Carme.
En la sencillez y la maestría se mueve tu 50. Nos traes una tétrica imagen que resulta entrañable y llena de galantería por parte del difunto. Muy bueno como siempre, eres un hacha de las letras. Un beso bien grande. :)
ResponderEliminarMuy buen micro, Nicolás, felicidades. Un saludo.
ResponderEliminarOriginal para morir, original para escribir, genial para seguir escribiendo.
ResponderEliminarA las primeras palabras se intuía una muerte incidental. Luego coronas el relato con gran acierto.
Tenia errores mecanográficos, por eso lo he repetido.
Saludos.
un caballero hasta el final
ResponderEliminarHay que ser educado con las visitas hasta después de muerto.
ResponderEliminarOriginal como pocos.
Un beso Nicolás.
Malu.
¡Somos tocayos de microrrelato junto con Enrique Moncho! Y ningún relato se parece: el tuyo es un juego de falsas apariencias porque crees que el narrador es un familiar y no el difunto. El de Enrique es un precioso relato sobre la soledad, y el mio pone el acento en el que se queda pero sufre la ausencia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tú relato, un fantasma muy educado. Tengo un relato que publique aquí que se le parece, pero que es todo lo contrario. Incluso pensé titularlo la despedida. Se llama antisocial, por si quieres echarle un vistazo.
En fin, no me enrollo más, me ha gustado mucho. Un saludo
Genial Nicolás. Lo he visto meterse en el ataúd Jeje. Enhorabuena. Besitos
ResponderEliminarNo sé por qué he pensado que el finado bien podrías ser tú. Lo bueno de no conocernos es que dejamos libre la imaginación para vestirnos unos a otros con adjetivos no calificativos.
ResponderEliminarUn saludo, Nicolás.