La despedida
Antes de expirar los fue mirando despacio por última vez. Allí estaban todos reunidos: marido, hijos, yernos, nueras, nietos... contemplándola a su vez desde cada lugar oportuno de la salita; ataviados de toda guisa, agrupados o en solitario, sentados y de pie; apoyados en el aparador, colgados de la pared...
Escrito por Enrique Mochón Romera
Amigo Enrique: este micro está lleno de nostalgia e impecablemente ejecutado. Como siempre nos dibujas, con tus buena letras, una imagen a la perfección. Al principio veo una anciana rodeada de su familia, diciéndoles el último adiós pero, y ahí radica la grandeza del relato y de quién lo escribe, en el último momento vemos que es la soledad la que la acompaña, y miles de recuerdos al verse rodeada por todas las fotografías de sus familiares, puede que alguno muerto, me imagino que el marido, y los demás viviendo su vida, sin ningún tipo de apego por quien les dio todo. Es un relato muy triste por esa soledad que transpira y, esto no es sorpresa, muy bueno. Una genialidad. De los que van a mí libreta de favoritos. Cuando te leo me digo: «Con qué sencillez es capaz de mostrar grandes sentimientos».
ResponderEliminar¡Enhorabuena! Me ha encantado. De los que se te queda en la memoria
Un abrazo.
Pablo.
Querido Pablo, aprecio enormemente cada una de tus muchas palabras, y más sabiendo que tanto tu mente como tu tiempo están ocupados en asuntos infinitamente más importantes que este. Muchas gracias por todos estos desmedidos elogios y toda la suerte del mundo en esta situación que a buen seguro estará resuelta rápida y óptimamente.
EliminarUn fuerte abrazo para todos.
Un relato contado con mucha inteligencia. Desgranas con habilidad la soledad de una moribunda que parece estar arropada por una familia sólo presente en un conjunto de hieráticas figuras en dos dimensiones repartidas por toda la habitación.
ResponderEliminarSe siente la tristeza de su nostálgica despedida, el vacío de vuelta de cada mirada, el desesperado intento de buscar consuelo en la tenue calidez del eco.
Un fascinante relato que por su sencillez aún resulta más emocionante.
Enhorabuena, Enrique.
Un abrazo
Como siempre, me descubro ante tu excepcional comentario. El eco que produce en ti mi relato genera más y mejor literatura que la de mi pequeña propuesta. El caso es que todas esas sensaciones que apuntas de algún modo estaban en mi interior al escribir la historia, lo que hace más meritorias tu sensible interpretación y tu generosa lectura.
EliminarMuchas gracias por todo, Antonio, y un abrazo.
¡Excelente! Así es como se escribe un relato sobre la soledad, de la forma más sencilla y a la vez más original que he leído jamás.
ResponderEliminarImpecable Enrique, no dejas de sorprendernos con tus letras.
Un beso fuerte.
Malu.
Vaya, Malu, de no saber si va a funcionar el relato a recibir palabras como las tuyas va un mundo. Me motivan enormemente para intentar sacar algo decente en otra ocasión, pero también me hacen ver el modo desprendido en que las dices. Muchas gracias por todo y un fuerte abrazo.
Eliminar¡Extraordinario! Has bordado lo que dicen que es la esencia de un cuento, ese narrar una historia sin explicarlo todo, pero con la información sabiamente sugerida para rematarla.
ResponderEliminarMi mejor reverencia con mi sombrero de plumas.
Qué gran honor, Patricia, esas elogiosas palabras y esa reverencia, que por un lado infla mi vanidad, pero que por otro me incomoda (será por la poca costumbre), así que yérgase, Mrs. Richmond, y reciba este agradecido, emocionado y fuerte abrazo.
Eliminar¡Que relato más conmovedor! Bien detallado desde el principio. Me ha encantado lo que en cincuenta palabras has plasmado: la soledad. Te felicito Enrique. Abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Geyna. Me alegra mucho haber logrado conmover con una historia de la que no estaba seguro de sus posibilidades.
EliminarUn abrazo.
Has logrado un buen golpe de efecto, engañándonos inicialmente al nombrar cada una de esas falsas compañías. Al saber que todo son ausencias, la soledad se ha adueñado repentinamente de esa habitación y de la moribunda que en sus últimos momentos la habita. Estupendo relato, Enrique. Felicidades y un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Juana. La verdad es que temía que el engaño no funcionara (seguro que muchos no han picado), y en este caso era importante que hubiese sorpresa final, que de repente se hiciera la soledad, con todo lo bueno y malo que esta pueda sugerir.
EliminarUn abrazo.
Ah, prefiero pensar que no es la soledad la que retratas, Enrique, sino la azarosa circunstancia de que la muerte ha sorprendido sola a la protagonista.
ResponderEliminarLarga vida a tus relatos, Enrique, y un abrazo.
Ay, Notincgas, cuánta nobleza de sentimientos te confiere desear esa accidental soledad a la otra. Te aseguro que al escribir la historia no pensé el la causas que la provocaban. No sé hasta qué punto tenemos derecho a abundar gratuitamente en el dolor de nuestros propios personajes, aunque mucho me temo que alguna vez me he pasado con ellos.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Una despedida que se realiza sólo con la mirada y la palabra muda del corazón. Triste por lo que entraña de soledad o de abandono, que nos hace recordar qué desconsolador puede ser el desamparo en la vejez.
ResponderEliminarBello y emotivo, Enrique, siempre tocando el alma.
Un abrazo.
En efecto, María Jesús, una despedida silenciosa, triste también ciertamente, como todo final, aunque yo he preferido centrarme en esa serenidad que, para bien o para mal, viene acentuada por la situación de soledad.
EliminarMuchas gracias por todo, piropos incluidos, y un abrazo.
Por supuesto que también estaba presente esa tristeza al concebir el relato, aunque haya pasado de puntillas sobre ella.
EliminarMe estaba imaginando de todo, no te creas, Enrique, me has hecho pensar, y mucho. En la segunda lectura lo vi claro.
ResponderEliminarMe encanta cuando te sales, con este, creo que lo has hecho.
Mi más sincera ¡Enhorabuena!
Un abrazo
Qué bueno, Rosy. Es que nos han pegado ya tantos tiros que leemos los relatos con la mano en el revólver.
EliminarA mí lo que me encanta es la naturalidad y la sinceridad de tus comentarios, y si son para decirme cosas buenas, más todavía.
Muchas gracias y un abrazo.
¡Pffff! Este es buenísimo. Al acabar de leerlo, el agrio sabor de una palabra se paseaba en mi paladar como un insecto: INGRATITUD.
ResponderEliminarDicen que el agradecimiento es la memoria del corazón, pero algunos son voluntariamente desmemoriados.
Eres un clásico, Enrique.
Aplausos.
¡Mucho cuidado, estimado Vicente! Como no afines tu criterio en tu apreciación de los clásicos te puede pasar como al último protagonista de José Antonio, :). Muchas gracias de todos modos por tus palabras. Me alegran mucho.
EliminarAl plantear esta situación ciñéndome solo a la soledad que rodea a la protagonista, en realidad, dejo en el aire las circunstancias que han provocado esta triste situación, aunque quizá esa ingratitud que apuntas sea la causa más frecuente en casos similares.
Me inclino ante tus aplausos.
Un abrazo.
¡Qué bueno! ¡Qué escena tan sugerente! Sola y moribunda, rodeada de retratos de familiares que bien pudieran ser sus propios fantasmas. Me ha recordado "El cuento de Navidad" de Dickens. Como si ajustara cuentas con su pasado, su presente y, en este caso, ante su próximo final.
ResponderEliminarMe gusta como vas llenando la sala con cada personaje y cada objeto hasta completar un cuadro lleno de matices pero también de muchas preguntas.
Enhorabuena, Enrique. Un abrazo.
Qué buen análisis de la historia, Jose. Y cuánto me alegro de que te haya traído a la memoria ese magnífico cuento. Dejando a un lado los motivos por los que la muerte la haya sorprendido sola (lo incluiremos en tu capítulo de preguntas), esa posibilidad de ajustar cuentas con tu paso por la vida es un privilegio que no todos tienen. Yo prefiero mirar la escena así y me alegro de, entre otras cosas, haber transmitido también eso.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
Dicen que morir es un acto individual y solitario, con independencia de que en ese tránsito haya o no compañía. Evidentemente, tu protagonista estaba sola, quizá no tanto por dejadez o egoísmo de otras personas, sino porque es una superviviente de muchos de ellos, o por comprensibles circunstancias. Creo que no ha sido una mala muerte la suya, mejor así, en su casa, en su ambiente, con sosiego, sin pensarlo mucho, despidiéndose de todos aunque no estén presentes, sin padecimientos inútiles, propios o ajenos. Lo importante es que a unos y a otros, a los que ya se fueron y a los que aún perduran, los tiene igual cariño, la prueba es ese santuario fotográfico. Seguro que dejará un buen recuerdo en todos ellos, como seguro es también que se encontrará con los que se fueron antes.
ResponderEliminarEl final, por definición, parece que ha de ser triste, pero dado que es inevitable, me atrevo a decir que casi firmaría por el que tú planteas en este impecable relato, posible, sencillo, profundo, que llega.
Un abrazo, Enrique
Ángel, este comentario me parece sencillamente maravilloso. Como es natural, la intención de mi relato puede ser interpretada de muchas maneras, todas válidas a mi parecer, en las que caben la denuncia y la rabia por este tipo de situaciones, y la tristeza, pero está más cerca de la de los que habéis optado por ceñiros a la mera situación de una muerte en soledad.
EliminarCreo que desde tu primera frase, casi con cada palabra, has ido pintando el cuadro interior, lleno de serenidad, que para mí supone el encuentro con ese inevitable momento (a pesar de que, por desgracia, yo no crea en que luego podamos encontrarnos con nadie). De hecho, este no es el primer relato en el que lo describo y en todos ellos he intentado plasmar ese espíritu tranquilo que yo veo que debe rodear a un hecho tan natural cuando ocurre por motivos de vejez o por enfermedades muy prolongadas en las que el ánimo ha ido asumiendo poco a poco la realidad.
Felicidades por esta prosa tuya, tan llena de plenitud y madurez, y muchas gracias por todo, Ángel.
Un abrazo.
La soledad, dicen que es lo peor que puede sufrir se en la vejez.
ResponderEliminarA veces las circunstancias de la vida llevan a una vida lejos de la familia. Pero en casos de enfermedad, siempre debería haber compañía.
Con tu micro consigues dejarnos el corazón en un puño.
Saludos.
Carme.
Estoy totalmente de acuerdo contigo M. Carme, nada peor que sentirse desvalido o enfermo y solo. Quizá en esa mirada pausada de la protagonista sobre cada imagen que la acompaña haya reproches y preguntas sin respuesta. De ser así, espero que disponga de la suficiente magnanimidad como para poder morir en paz con ellos, aunque también la rabia, cuando es legítima, puede proporcionar cierto sosiego.
EliminarMuchas gracias.
Saludos.
Enrique, ¡vaya microrrelato el que nos regala! Una historia que, para mí, es conmovedora; narrada tan estupendamente que deja noqueado al lector con ese sorprendente final.
ResponderEliminar¡Excelente relato!
Saludos.
Qué satisfacción, Beto, recibir comentarios así, y más cuando provienen de gente que escribe tan bien. Como ya he comentado anteriormente no estaba muy seguro de que fuera a gustar, y creo que es sobre todo porque de tanto releerlo para ajustarlo al final acaba perdiendo gran parte de su sentido para uno. Sus palabras me demuestran que lo sigue teniendo para los demás. Muchas gracias por todo y afectuosos saludos.
EliminarTu relato es excelente. Emocional: reflejas la soledad, perfectamente y tú giro es Original. Sobretodo porque insinúas. Espero que llegues a la final, porque tu relato lo vale.
ResponderEliminarUn saludo,
Muchas gracias, Raquel. A veces, por insinuar solamente se puede quedar uno corto. Me alegro de haber logrado el objetivo. En cuanto a llegar a la final cada vez está más difícil con tanto relato bueno, entre ellos el tuyo sin duda. Por cierto que, si no he contado mal, ya van tres relatos con el mismo título este mes. Hay bastantes posibilidades de que al menos haya una "despedida" entre los ocho finalistas.
EliminarUn abrazo.
Si ya la muerte es de por sí triste, que te llegue en la más absoluta soledad es el "summum" de la tristeza. Pero esta soledad, Enrique, como bien nos haces ver no es por voluntad propia sino por dejadez ajena, de esos familiares que creen que una foto resuelve su ausencia (salvo el marido, que entiendo que se marchó antes).
ResponderEliminarBuen relato sobre la soledad de las personas mayores quienes, muchas veces, no tienen más que recuerdos de imágenes inmóviles.
Va mi me gusta, aunque la historia que narras no me guste sino que me llena de profunda tristeza.
Un fuerte abrazo y enhorabuena por tan excelente narración.
Amigo José Antonio, estoy respondiendo vuestros comentarios intentando no contradecirme, y seguramente ya lo haya hecho. Ya sabemos la cantidad de ideas e imágenes que nos rondan mientras concebimos un relato, muchas de ellas opuestas, y la mayoría para ser desechadas sin más remedio. En este caso no ha sido de otro modo, y todas las ideas que os sugiere el relato de algún modo lo han forjado, si bien yo he optado por dejarlo en esa escena o momento de encuentro a solas con la muerte, intentando que la posible sorpresa final acentuara el dramatismo.
EliminarEncantado de que te haya gustado. Muchas gracias y un abrazo.
Impresionante escena cargada de una fuerza emocional impactante. Conmociona. Felicidades, Enrique, tu micro es sensacional. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya, Matrioska, tu comentario sí que conmociona; tan breve como intenso. Es una gran satisfacción que te haya producido esas sensaciones. Muchas gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
Disculpa mi retraso en comentar tu micro, Enrique. Después de lo que han dicho los demás, poco me queda por añadir. Una presentación genial, con un giro final sorprendente y que cambia completamente el sentido de una muerte que parecía plácida y rodeada de seres queridos, pero que realmente ocurre en la más absoluta soledad.
ResponderEliminarDe lo mejor de este mes. Enhorabuena.
Un beso.
Mejor disculpa tú el mío en responder, Asun. Hay veces que es que no se puede.
EliminarLa muerte y la soledad son dos asuntos tan dramáticos como recurrentes en nuestras historias, pero no me importa volver a ellos porque qué mejor que hablar de aquello que nos conmueve. Quizá esa salita se parezca bastante a la de mi padre, pero sin duda quien miraba las fotos era yo. Creo que no sabría escribir de otro modo.
Muchas gracias por todo y un beso.
Los sentimientos y, sobre todo, la fuerza de estos, tristemente, no son un boomerang. Genial y originalísima forma de transmitir la soledad. Un abrazo, Enrique.
ResponderEliminarA veces la vida nos sorprende gratamente en ese sentido, devolviéndonos de golpe todo el cariño que hemos dado, pero no es algo demasiado frecuente. Tampoco creo que ninguna de las dos situaciones nos haga cambiar sensiblemente de actitud. Lo importante para mí es que cuando llegue ese momento lo pueda afrontar con la conciencia serena.
EliminarMuchas gracias, Salvador, por tus amables palabras.
Un abrazo.
Nada que añadir. Un relato conmovedor en el que, sin hacer juicoos de valor, la soledad y la tristeza son los protagonistas.
ResponderEliminarDe algún modo mi historia es una escena y, siendo así, cumple por los pelos el requisito de que ocurra algo para poder ser considerada relato. Hay cuadros que nos transmiten sentimientos solo con mirarlos, como ocurre al leer esas dos palabras tuyas: soledad y tristeza. Creo que el mérito de que esta imagen pueda conmover está en la sensibilidad de quien lo lee.
EliminarMuchas gracias, Crispín.
Un abrazo.
Qué talento, Enrique. Qué bien lo has contado. Ese "colgados de la pared..." tiene una fuerza aplastante que da vuelta todo el relato. Una genialidad.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias, Sandra. Un comentario muy gratificante. Como he dicho en alguna de mis respuestas no las tenía todas conmigo con este relato, sobre todo porque creía que esa última frase podía llegar "tarde". Parece que no ha sido así.
ResponderEliminarUn abrazo.
Imagino a la pobre anciana justificando una vez más, y la última, la ausencia de todos sus seres queridos. Conmovedor y triste relato, Enrique, que a mí me toca la fibra más sensible. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarUn abrazo.
Me pregunto si hay algo en casos como este que te haga ver que te encuentras ante la muerte. Quizá para ella solo sea una vez más de esas que tú dices. En cualquier caso la escena no es nada alegre, aunque prefiero quedarme con ese instante único, intimo, en el que todos nos veremos alguna vez, y vete a saber en qué circunstancias. Mientras tanto creo que todos tenemos algún caso más o menos cercano, triste siempre, con el que relacionar el relato.
EliminarMuchas gracias por todo, Fina, y un abrazo.
Me gusta la atmósfera tibia que creas, Enrique, y también el ritmo tranquilo de tu historia y la decoración abigarrada de la sala de estar.
ResponderEliminarLeo tus palabras, y las releo y las vuelvo a leer y cada vez me gustan más.
Dices por ahí arriba que describes solo una escena; sin embargo, yo creo que cuentas toda una vida a través de esas fotografías enmarcardas que han ido llenando los espacios que dejaron vacíos sus protagonistas. De pie, solos o en grupo, pero todos con una sonrisa porque tenemos la buena costumbre de retratar los momentos felices para que pasen a la posteridad, por si nos falla la memoria, por si estamos solos en el momento de expirar.
Un cordial abrazo.
Como siempre, Margarita, yendo más allá de lo que cuento, enriqueciéndolo.
EliminarTodos tenemos en la mente una salita como esta, abigarrada de muebles, y los muebles a su vez abigarrados de fotos, figuras, suvenires, vajillas y mil cosas más con las que contar no solo una vida. Pero no había caído en ese detalle que apuntas sobre los rostros sonrientes; y es verdad. Seguro que había alguno de ella también así, sonriendo feliz, mirando a la posteridad, y a su otra imagen sentada, diciendo adiós. Y lo dejo aquí, porque veo que me estoy embalando, metiéndome en la historia otra vez, y ahora hay que pensar en la siguiente, ;).
Muchas gracias por todo y un abrazo.
Joer, qué virguria!! Qué obra maestra!!! Enhorabuena!! ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias, Marca. Todo un trofeo estas palabras tuyas.
EliminarSaludos.
Enhorabuena Enrique! Merecido premio. Muy buen relato, creo que volviéndolo a leer lo que más me ha gustado es imaginar que viéramos desde nuestras propias fotos estáticas. Alguna vez hay fotos cuyas miradas imponen. Este tema te gusta mucho, ya leí otros relatos tuyos sobre ese último instante. En este hay paz pero supongo que también anhelo de compañía y afecto. Nada le sobra, me gusta mucho la sencillez. Me acordé de una canción que me gusta mucho de Enrique Urquijo o de Los secretos que se llama colgado. Que dice algo así como: me quedé como un cuadro a su pared colgado... Creo que te gustaría
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte,
María Cueto.
Muchas gracias, María. Sí que es un tema recurrente en mí y la verdad es que no sé por qué pues hace tiempo que no me preocupa demasiado mi propia muerte. Gran idea esa que sugieres de que pudiéramos ver desde nuestras fotos. Las posibilidades serían tan siniestras como divertidas. Me gusta también que hayas apreciado la sencillez en mi relato; es algo que siempre busco. Y por supuesto que me encanta esa canción de Los Secretos, como casi todo lo que tienen, y en especial lo que lleva el sello de Enrique Urquijo. Un abrazo fuerte, María. Nos vemos por la madriguera.
EliminarJoder, con lo bueno que es tu relato y acabo de ver que no te hice ningún comentario.
ResponderEliminarNo me lo perdones, me conformaré con tu foto de buena persona en los comentarios de los demás.
En serio: Me parece genial el relato. Apuesto a que quedará en el podium de los mejores de 2015.
Un abrazo.
¡Isidro! Comienzo así mi respuesta para llamar tu atención si lo ves en "Últimos comentarios". Cuánto me alegro de que te haya gustado. Y no creo que haya nada que perdonar, hombre. Yo soy el primero que no comenta todo lo que quisiera, unas veces por falta de tiempo y otras por descuido. Muchas gracias por todo, incluidos tus buenos augurios. Yo apuesto por que quedaré fuera del podio, pero por los pelos, ;). Un abrazo.
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