Nuestro peor enemigo, nuestro propio temor
Subía veloz las escaleras. Le seguía muy de cerca, veía la sombra subir tras él. Piso a piso el miedo le invadía, corría mucho pero la sombra seguía ahí. Presa del pánico, saltó por la ventana del octavo.
Tendido, muerto, la sombra seguía ahí, pegada como siempre a sus pies.
Tendido, muerto, la sombra seguía ahí, pegada como siempre a sus pies.
Lo que más miedo nos da es lo cotidiano, lo que tenemos delante nuestra en todo momento.
ResponderEliminarBuen relato, Valentín.
Enfrentarse a uno mismo y algunos ni a su sombra pueden.
ResponderEliminarHay cosas de las cuales nos es imposible huir, de nosotros mismos, por ejemplo.
ResponderEliminarSaludos.
Si es que ya se sabe: no te puedes fiar ni de tu sombra, que a la primera de cambio te la pega.
ResponderEliminarVa mi me gusta y con este mi sincera enhorabuena por tu historia de miedos propios, los peores porque no tienes posibilidad alguna de evitarlos.
Un saludo.
Al enemigo exterior se le puede combatir, los límites son claros, el problema es cuando le tenemos dentro. Nada mejor para sintetizar esta realidad que esa sombra que nunca nos abandona.
ResponderEliminarSaludos
Muchos miedos son sólo nuestros. Que apreciemos provenientes del exterior es una mera ilusión; como el infantil, o no tanto, miedo a la oscuridad o a la soledad.
ResponderEliminarTu historia es un delicioso e ingenioso thriller con un final impecable, a la altura de la excelente factura de la narración.
Me ha gustado mucho, Velentín.
Un saludo
Nuestra sombra y nuestros temores nos acompañan toda la vida y, por lo que veo, también después de esta.
ResponderEliminarMe ha gustado. Un beso Valentín.
Malu.
Con el título lo dices todo, Valentín. Los miedos irracionales son como nuestra sombra, persistentes e inseparables. Me ha gustado mucho cómo lo has contado. Un saludo.
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