Salto de gato a pantera
Pasó melancólica su mano alrededor de la cabecita suave del gato que, sumiso, le miraba con ojos de melocotón. Ensimismada, con la mente lejos, recordaba el viejo sueño en el que yacía junto a una negra pantera, la acariciaba y ambas corrían jugando. Eran otros tiempos, esos que resultan indemostrables.
Ese lejano sueño parece se hizo, en alguna forma, realidad.
ResponderEliminarEn realidad no se sabe si se trata de sueños o de recuerdos que van más allá del tiempo y el espacio. Gracias Ricardo.
EliminarEs verdad que, aunque de alguna manera nos acompañan siempre, los sueños e ideales de juventud van adaptándose gradualmente a las circunstancias de la adultez. La vida pasa rápido y es difícil no entregarse a la nostalgia de vez en cuando, buscando reconocer las marcas de nuestro pasado en el presente.
ResponderEliminarMuy bueno, María Teresa.
Te envío un gran saludo.
Es un relato entrañable para todos los que amamos a las mascotas y que, al tiempo, creemos en un mundo mágico más allá de la razón. Gracias María Teresa.
ResponderEliminarMe recuerda un poco a la mujer pantera.
ResponderEliminarLos sueños nunca se saben si fueron realidad. Este puede que así sea.
Saludos.
Pablo