Todo calculado
El viejo físico repasó por última vez todos sus cálculos. Con sólo catorce kilos más acortaría en cuarenta y dos décimas el tiempo de caída libre entre la cornisa y el suelo. Aunque por naturaleza le costaba mucho engordar, decidió aplazar el salto. No quería que se le hiciera largo.
¿Y el viento cuenta? A lo mejor con esos catorce kilos menos es capaz de volar fuera del perfeccionismo cuadriculado que parece gobernar su vida y se fija en la profesora de química que se arregla el moño cada vez que pasa a su lado. Y suspira.
ResponderEliminarDe momento ha ganado el tiempo para cruzarse con la profesora de química. No está todo perdido.
EliminarBesos.
Ay estos físicos... por viejos que sean, siempre calculándolo todo.
ResponderEliminarUn beso Ignacio y felicidades por el relato y por la portada del nuevo libro.
Malu.
Gracias por ambas felicitaciones.
EliminarEn cuanto a la portada, menos de lo que merecéis, seguro.
Wuah!! Me encantó. Muy bueno.
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarMuy buen relato y con suficiente peso específico como para que le dedique un "va mi me gusta" sincero, de los míos. De camino, felicitarte por esa magnífica portada que pronto podremos compartir y saborear en papel. Se ve que además de diseñar espléndidamente también escribes muy bien. Y con imaginación desbordante.
ResponderEliminarUn abrazo, Ignacio, y enhorabuena por tus dos facetas artísticas.
Gracias J.A., como respondo más arriba, menos de lo que merecéis.
EliminarQuerido Ignacio, has conseguido que abra un debate enconado con mi hijo, que es de Ciencias, que me asegura que la masa de un cuerpo no influye en su velocidad de caída, sino su resistencia al aire. Pero yo que soy más de letras estoy contigo en tu teoría, así que enhorabuena por tu relato y originalidad. Y sobre todo por tu magnífica ilustración del próximo libro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jejeje, da la razón a tu hijo que la tiene. Aunque también me considero de letras se me grabó en la mente aquella pregunta de ¿qué llega antes al suelo, el saco de plumas o la bola de plomo? Lo que pasa es que tanto yo como el físico es probable que nos hayamos equivocado adrede.
EliminarBueno, por lo menos podrá abandonarse al placer de comer antes de su elegido y calculado final.
ResponderEliminarMe gusta tu relato porque pone de manifiesto que a menudo se teme más a cómo morir que al hecho en sí de perder la vida, cosa que tu protagonista lleva hasta un extremo que has pintado con bastante sentido del humor.
Tu micro no se me ha hecho ni largo ni corto, lo has elaborado en su punto.
Un saludo
Y por supuesto mi reconocimiento al gran trabajo que has realizado con la portada del libro
EliminarUn individuo fiel a su vocación hasta el final, coherente con su trayectoria y actividad. Parece disciplinado y decidido, pero puede que a partir de ahora le tome afición a tartas y chocolates, que tenga tiempo para reflexionar cuánto echará de menos esos cálculos que tan feliz le hacen. Di la verdad, Ignacio, al final no se arrojó en plan kamikaze, sino que, en su lugar, te contó su historia fallida y tú hiciste esta perla que ahora compartes.
ResponderEliminarPor otro lado y si hablamos de perlas, esa portada vale por un collar entero, algo me ha parecido leerle a Álex sobre ilustraciones interiores también, así que expectantes nos tenéis.
Un abrazo, Ignacio
¡Gracias, Ángel!
EliminarNo son ilustraciones, es la nueva maquetación interior.
Si a Álex se le antoja hacer una edición ilustrada en el décimo aniversario, que me lo vaya pidiendo ya que si no no llego...
Pues el día en el que muera la página (¡tranquilos, espero que quede mucho!) me gustaría hacer una edición definitiva por todo lo alto y tratar de colocarla a nivel "profesional" para ver hasta dónde llega, con vuestro permiso. Pero vaya, es sólo una vaga idea...
EliminarMuy ingenioso, Ignacio. Esperará para no tener que esperar tanto antes de caer.
ResponderEliminarEnhorabuena por la portada.
Un abrazo.
Pablo
Yo me quedé en la vieja fórmula que decía que la velocidad de un deseo es igual al espacio cósmico dividido entre el tiempo atmosférico, y así me va. Pero seguro que ese profesor tuyo me pone al día rápidamente, para que a ninguno se nos haga largo.
ResponderEliminarMe encanta la originalidad de tu texto. Y la portada del libro, ¡gracias!
Un saludo, Ignacio
Muy buena la escusa de tu personajejejeje!!!. Es sabido que hay que tener buenas dotes de valentía para el suicidio y debe ser que él las está recolectando.
ResponderEliminarSi lo ves, le recomiendas la lectura de relatos de "50 Palabras" y probablemente se olvide de su estúpida intención.
Un abrazo Nacho. (Ah! espero ver esas ilustraciones en nuestro 2º tomo)
De sobrepeso a obesidad calculada.
ResponderEliminarUn relato tan imaginativo tenía que venir de un artista tan completo como tú, Ignacio.
ResponderEliminarGracias por la portada del segundo libro, es genial.
Un abrazo.
Curioso planteamiento el de tu personaje dentro de un relato muy original. En cualquier caso creo que el hijo de María Jesús está en lo cierto y, de ser como él dice, dará igual que engorde tu protagonista. Mejor que no lo sepa. A ver si mientras tanto se arrepiente.
ResponderEliminarEnhorabuena, Ignacio, por el relato y por tu estupendo trabajo para la portada.
Saludos.
La paciencia es la madre de la ciencia, dicen.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Ignacio, y aprovecha también para darte la gracias por el arte que has aportado al libro.
Saludos cordiales.
Bueno, igual engordando catorce quilos le da un subidón de colesterol, de azúcar o de lo que sea, y se muere antes! O también puede ser que la profe de química lo ponga a régimen a mitad del engorde... ;-)
ResponderEliminarSaludos!
Carme.
¡Cuarenta y dos décimas! Yo que él ni me lo pensaba y me hartaba a Donuts, aunque no sé por qué me da que prefiere seguir haciendo cálculos un poco más. Muy bueno, Ignacio. Un saludo.
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