Una muda promesa es decir no
—¿Me invitarás a cenar?
"Haré más que invitarte a cenar: compartiré contigo mi mesa, mi tiempo, mi cama, mi armario, mi alma...", pensó en contestar perdido en el pétreo iris marrón de sus ojos.
Alma se giró al fin, decepcionada ocultó una lagrima; no pudo escuchar, sentir sus sentimientos.
"Haré más que invitarte a cenar: compartiré contigo mi mesa, mi tiempo, mi cama, mi armario, mi alma...", pensó en contestar perdido en el pétreo iris marrón de sus ojos.
Alma se giró al fin, decepcionada ocultó una lagrima; no pudo escuchar, sentir sus sentimientos.
Las palabras, en determinadas ocasiones, no deben ser pensadas, sino dichas. Porque luego pasa lo que pasa.
ResponderEliminarVa mi me gusta, Rosa María, por este amor interrumpido por no pronunciarse esas palabras que la otra persona quiere oír. Y también te doy, de camino, mi cálida bienvenida a esta familia literaria de cincuentistas.
Muchas gracias.
EliminarHe estado, y aun estoy, un poco alejada de la civilización, lo que me dificulta la conexión.
Procuraré conectarme un poco mas a menudo.
Saludos
Cuantas sensaciones quedan captadas en tus cincuenta palabras.
ResponderEliminarMe gustó dar lectura a tu narración.
Gracias Ricardo. Me hace tanta ilusión el que te haya gustado.
EliminarSaludos
Argh! Te dan ganas de decirles algo... No se pueden ir así!
ResponderEliminarPero es possible que así acaben, antes de empezar, algunas historias.
En fin...
Bienvenida Rosa María.
Carme.
Efectivamente, lo que queda sin pronunciar no existe para los demás. Cuántas veces al día se repetirá lo que tan bien nos narras en tu micro. Un saludo, Rosa María, y bienvenida.
ResponderEliminarCreo que hay que darle una segunda oportunidad a esta pareja, esto no puede quedar así.
ResponderEliminarReflejas perfectamente los sentimientos de ambos dos, uno por no decir y otro por no poder oír lo que quiere.
Un beso, me ha gustado Rosa.
Malu.
Muchas Gracias.
ResponderEliminarUn saludo muy fuerte.