Lo superfluo
¡Aquel sueño parecía tan real! Cuando llegó a su casa, lo abrazaron sus abuelos y su hermana, hermosa como en el retrato sobre el piano. Él recordó que su valija había quedado en el tren.
—No te preocupes, ya no la necesitas— dijeron, llevándolo al cuarto donde estaba su féretro.
—No te preocupes, ya no la necesitas— dijeron, llevándolo al cuarto donde estaba su féretro.
Estoy seguro que muchos quisiéramos una muerte así, plena de cariñosos abrazos de bienvenida. Donde lo material no importe y pueda quedarse en la valija.
ResponderEliminarMuy bonito, Lucía. Me ha gustado muchísimo.
Vicente
¡Gracias, Vicente! Esto es un gran incentivo, para escribir y para no tenerle miedo a lo que viene después....
EliminarMe gusta esa esperanza que nos muestras, Lucía, pero, sobre todo, la imagen desgarrada de dolor y desolación de unos padres ante la vía del tren que aparece en un segundo plano de tu relato.
ResponderEliminarUn saludo
¡Gracias, Margarita! Eso me gusta de los relatos breves, los planos que se superponen...
EliminarQué afán tenemos los humanos por nuestras pertenencias, el protagonista de tu micro no se quiere separar de ellas ni siquiera tras haber cruzado al otro lado. Por suerte ahí está su familia para hacerle ver que no necesita nada más que el cariño de los suyos cuando se reencuentran.
ResponderEliminarUn abrazo, Lucía.
¡Gracis, Asun! Sí, es cierto. Hay que olvidarse de tantos objetos que impiden que el viento fluya...
EliminarIgnoramos cómo habrá sido su muerte, aunque todo apunta a que esta ha sido solo un paréntesis, un fundido negro quizá, tras el que continúa su "existencia" de la manera más dulce posible. Precioso relato maravillosamente contado.
ResponderEliminarEnhorabuena, Lucía.
Saludos.
¡Gracias, Enrique! La verdad es que ese tema me fascina, aparece en muchos de mis textos...
Eliminar¿Un accidente ferroviario para una muerte imprevista? Podría ser, pero de lo que sí estoy seguro (y corrígeme si me equivoco, Lucía) es de que sus abuelos y su hermana tampoco estaban ya entre nosotros.
ResponderEliminarVa mi me gusta porque, entre otras cosas, me ha gustado mucho esa imagen de la muerte como un sueño.
Enhorabuena por tu historia y mis saludos más cordiales.
¡Gracias, José Antonio! La muerte ss un sueño, o como decía Calderón, la vida es sueño... ¿Cuál es el límite entre la ilusión y la realidad?
Eliminar¡Buenísimo Lucía! Estoy con José Antonio, la hermana y los abuelos también están muertos.
ResponderEliminarMe parece que queda perfectamente claro el mensaje que dejas sobre lo superfluo, pero los seres humanos somos así, no queremos despegarnos de nuestras posesiones ni muertos.
Besos.
Malu.
¡Gracias, Malu! Sí, están muertos. Parece ser que nuestros queridos nos esperan del otro lado...
EliminarEsa muerte, rodeada de los familiares, es la mar de placentera. un gran detalle lo de la valija.
ResponderEliminarUn beso, Lucía.
Pablo
¡Gracias, Pablo! Al parecer, al principio del cambio de vida hay confusión... Bueno, no me morí todavía, es lo que dicen...
EliminarPensamientos todavía un tanto "terrenales" del que ya ha dejado de serlo.
ResponderEliminarBuen detalle la foto de la hermana, que quizá no conoció, o simplemente mostrando que está como entonces, sin el paso de los años.
Un saludo,
Carme.
¡Gracias, Carme! Ojalá sea así, ¿no?
EliminarLo has contado tan bien que creo que hasta sobraría el dato del féretro. Felicidades, Lucía. Un saludo.
ResponderEliminar¡Gracias, Matrioska! Tienes razón...
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