Pequeños monstruos
El niño llamó a su madre porque había visto un monstruo bajo la cama. Ella se agachó para mirar. Dos garras con uñas afiladas la aferraron. Se oyó cómo sus huesos se quebraban y cómo iba siendo devorada. Solo entonces, cuando el monstruo estuvo saciado, el pequeño pudo dormir tranquilo.
Escrito por Cadillac Solitario
Como siempre un nivel muy alto en tu relatos.
ResponderEliminarUn saludo,
Muchas gracias por tu ánimo siempre, Raquel.
EliminarSaludos.
El amor de una madre... no hay nada más hermoso.
ResponderEliminarUn beso de buenas noches. ¡Felices sueños!
Eso es, Patricia. Algunas se ganan el cielo. Gracias por el comentario.
EliminarSaludos.
¡Vaya, Cadillac! Qué imaginación. Impactante y sorprendente. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Gracias por el comentario, Pablo. Se hace lo que se puede entre tantos cincuentistas.
EliminarSaludos.
Una historia que nos recuerda que la mayoría de los monstruos son tan humanos como nosotros.
ResponderEliminarExcelente, Cadillac, es usted un 'Loquillo' y un 'Troglodita', je, je, je.
Saludos.
Ya me gustaría a mí ser un Loquillo y un Troglodita, pero sus canciones sí que las disfruto. En cuanto a los monstruos, los humanos ganamos por goleada: solo hay que escuchar las noticias a diario. Gracias por el comentario, Vicente. Saludos.
EliminarNo tiene precio lo que es capaz de hacer una madre por sus hijos... ;-)
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo
Con esa frase no hace falta añadir nada más. Gracias por pasarte, leer y comentar, Rosy.
EliminarSaludos.
¡Vaya!, parece ser que el monstruo que dormía sobre la cama era tan de temer como el que lo hacía debajo... A veces, detrás de esas caras angelicales habitan verdaderos diablillos. Muy interesante, Cadillac. Saludos
ResponderEliminarEsos pequeños monstruos de cara angelical, como tú dices, son los que a veces deberíamos temer más, Juana. Gracias pr tu comentario.
EliminarSaludos.
Las madres son capaces de los mayores sacrificios, algo muy cierto y que subyace en tu relato, pero éste también tiene otras lecturas, como bien ha apuntado Juana, derivadas de que nunca está de más ser un buen hijo. Ellas también necesitan algo de correspondencia. Ningún niño debería poder dormir tranquilo sabiendo que no volverá a ver a aquella que le dio la vida y acaba de perderla por su causa, sin haber movido ni un dedo durante su destrucción. Ese monstruo pequeño en el futuro será un espécimen egoísta, como poco. Un relato para la reflexión, con un título a tener en cuenta.
ResponderEliminarUn saludo
Hola, Ángel, y gracias por el comentario con tu interesante punto de vista.. Me gusta que los relatos a veces tengan muchas lecturas, algo que casi siempre pasa, ya que cada lector es muy libre de interpretar los textos conforme a sus vivencias y expectativas. Aquí podrían confluir varios temas, como apuntas. Cuando escribí este relato lo concebí sobre todo en un tono metafórico, pensando en esos niños (de todas las edades) tan absorbentes con sus padres, especialmente con sus madres, que las necesitan para todo, en cualquier momento y solo para ellos, y hasta que no logran lo que quieren de ellas, no se dan por satisfechos, sin importarles los sacrificios que tengan que hacer por ellos. Cuántas madres son "devoradas" por los caprichos de sus hijos. Quería jugar en esas cincuenta palabras con quién era realmente el monstruo del relato, hasta el final. Supongo que todos conocemos algun niño de este tipo o el comportamiento que han tenido nuestros hijos cuando quieren algo o nosotros mismos cuando éramos pequeños y nos comportábamos como pequeños monstruos, quizá sin ser conscientes de ello. Tu comentario sí que ha servido para la reflexión, como nos tienes acostumbrados. Otra vez gracias.
EliminarSaludos.
WOW, me quedo sin palabras ...
ResponderEliminarGrandísimo este pequeño monstruo.
Felicidades Cadillac, un beso.
Malu.
Muchas gracias, Malu. Es un placer contar con comentarios como el tuyo. Mi pequeño monstruo también te lo agradece.
EliminarSaludos
Muy impactante, creo que hasta el mismo Freud le hubiera gustado analizarte. Muy buen relato Cadillac.
ResponderEliminarJajajajaja. No sé si a Freud le hubiera gustado analizarme. Lo que sí sé seguro es que yo no me habría dejado analizar ni loco. A saber lo que diría...
EliminarMuchas gracias por comentar, Daniel.
Saludos.
Un final totalmente inesperado. Ya no sé a quién le tengo más miedo: si al monstruo que está bajo la cama, si al que está arriba, o a ti...
ResponderEliminarExcelente, Cadillac.
Un beso.
A mí no, por favor, Sandra, que soy muy normalito. Solo concibo monstruos en mi imaginación, pero como quieras, nunca se sabe... jaja.
EliminarMuchas gracias por el comentario.
Saludos.
Brutal en todas sus acepciones, Cadillac.
ResponderEliminarEl único pero es que al niño pronto se le acabará la carnaza fácil de conseguir para alimentar al monstruo. A partir de ahora tendrá que ir a buscarla fuera.
Saludos cordiales.
Seguro que a cualquier niño, de esos monstruosos, no le cuesta nada buscar carnaza en otra parte para seguir sintiéndose seguro... o quizá aprenda la lección demasiado tarde y la próxima carnaza sea él. Merecido lo tendría.
EliminarGracias por el comentario, Notincgas.
Saludos.
¡Atiza! Creo que es la primera vez que me alegro de no tener hijos ;)
ResponderEliminarMuy bueno, Cadillac.
Un saludo.
Es que hay algunos que son "muy" monstruos, Fina. De eso te has librado.
EliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y tu comentario.
Saludos.
Ostras!!!! Me he sentido devorada por el monstruo. Menos mal que la cama nido de los míos no tiene peligro... Aunque habrá otros monstruos seguro. Enhorabuena!!! Besitos
ResponderEliminarEsos mosntruos pueden acechar en cualquier lugar: debajo de las camas, a la hora de las comidas, en un centro comercial... tienes donde elegir. Muchas gracias por el comentario, Carmen.
EliminarSaludos.
Me encanta. Incluso el monstruo.
ResponderEliminarUn saludo, Cadillac
Es que el monstruo era muy atractivo, Margarita, a pesar de sus manos tan feas y sus uñas afiladas. Muchas gracias por el comentario.
EliminarSaludos.
¡A veces los monstruos habitan por encima y por debajo de las camas! Terroríficamente bueno, Cadillac.
ResponderEliminarUn saludo.
Incluso a veces hasta no dudamos de quiénes son más monstruos entre unos y otros. Gracias por tu comentario, Mª Jesus.
EliminarSaludos.
Cadillac, todavía no me he repuesto del susto. A veces cuesta mucho mantener a raya a nuestros propios mostruos y más tenerlos satisfechos. Muy bueno el micro. Enhorabuena. Un abrazo
ResponderEliminarMantenerlos a raya quizá resulte un poco más fácil, con mucha fuerza de voluntad. Satisfacerlos... bufff, eso es más peliagudo. Gracias por el comentario, Pilar, y espero que se te haya pasado el susto ya.
EliminarSaludos.
Un niño encantador tu protagonista. El micro es muy bueno, haces que se vea toda la escena y que se remuevan un montón de sensaciones distintas y contradictorias. Me ha encantado, Cadillac, felicidades. Un saludo.
ResponderEliminarDe esos niños hay por ahí unos cuantos. Que un micro pueda producir sensaciones contradictorias a un mismo lector me parece todo un halago. Muchas gracias por comentar tus impresiones, Matrioska.
EliminarSaludos.
Ya no pienso mirar debajo de ninguna cama... jajaja
ResponderEliminarTen cuidado también con lo que puedas encontrarte encima de ella. Gracias por tu comentario, Olga.
EliminarSaludos.
¡Me encanta! :D
ResponderEliminarY eso que soy madre... ^_^
Muchas gracias, *L*. Ya es mérito entonces, siendo madre.
EliminarSaludos.
Me encantó tu relato, esa madre devorada por el monstruo que esconde su hijo debajo de la cama, muy alegórico. Yo como madre me he sentido en ocasiones devorada previo descuartizamiento (yo tengo tres de esos pequeños monstruos). Afortunadamente por las mañanas amanecía viva y con todas mis extremidades en su sitio.
ResponderEliminarEste mes no me atrevo ni a darte un abrazo ni mucho menos un beso, no vayas a tener el monstruo por ahí cerca. Te saludo con la mano desde lejos, por si acaso.
Lo del descuartizamiento es un "plus" que no me cabía en cincuenta palabras, pero me parece muy visual. Menos mal que tú amanecías sin daños colaterales. Muchas gracias por comentar, Asun. Los abrazos para el próximo mes, entonces.
EliminarSaludos (desde lejos).
Caramba con el monstruo... (o/y con el niño!). Sorprendente y original planteamiento.
ResponderEliminarDestaco como remarcas lo que se oye: huesos que se quiebran y cómo la devoran. Hasta parece que salpica. Pero el niño ni se immuta.
Sin "la metáfora" ciertamente hay niños que son la bomba.
Saludos! (... y felicidades ;-)
Carme.
Así es, Carme. Hay niños y monstruos, y a veces se juntan los dos y estalla la bomba. Gracias por tu comentario y tus felicitaciones.
EliminarSaludos.
Llego muy tarde al comentario, tan tarde que ya se ha celebrado la votación mensual, de cuyo resultado ya me alegré en su momento y lo vuelvo a hacer aquí y ahora.
ResponderEliminarSobre tu relato, poco más que añadir a lo que ya han comentado los anteriores compañeros. Me parece un magnífico relato, muy bien escrito y con un trasfondo (o varios) que lo hacen, si cabe, mucho más interesante.
Va mi me gusta, aunque tarde, porque eres merecedor de ello y de mucho más. Bueno, lo de ser el mejor relato del mes ya tiene su enjundia.
Un saludo y un abrazo, Cadillac. ¡¡Enhorabuena!!
Muchas gracias por el comentario, José Antonio. Lo de ser el mejor relato del mes nunca me había pasado, así que lo estoy disfrutando como nunca.
ResponderEliminarSaludos.
Si la madre se dejó devorar... que monstruo habrá sido!
ResponderEliminar