Silencios
Al final aprendí a entenderle sin palabras. El leve movimiento de sus manos, la tibieza de su mirada o el lastimoso gesto de su semblante eran suficientes para comprender sus tímidos deseos.
Aprendí a leer en sus silencios y que una caricia se transformaba en el consuelo de la despedida.
Aprendí a leer en sus silencios y que una caricia se transformaba en el consuelo de la despedida.
Oh, Mª Jesús. Qué historia tan bonita, y con qué delicadeza la tratas. Todo son gestos pequeñitos, apenas atisbos de comunicación, pero suficientes para expresar ese anhelo básico, elemental, de todos los seres humanos: No estar solos.
ResponderEliminarPrecioso.
Besos.
Es increíble todo lo que se puede expresar sin palabras, cuando hay un entendimiento profundo, que sólo lo dan el cariño y el amor en su versión más amplia y generosa.
EliminarGracias, Notincgas, por tus palabras.
Un abrazo silencioso y agradecido.
Un micro que te sumerge en una atmósfera delicada con cada palabra. A lo mejor tengo una impresión equivocada pero tu historia me transmite la imagen de un enfermo terminal a quien las fuerzas van abandonando poco a poco y de otra persona que lo cuida con cariño porque lo ama. Nos muestras la pérdida gradual de la comunicación sonora compensada con otro lenguaje más íntimo, el del silencio.
ResponderEliminarUna maravilla, Mª Jesús. ¡Felicidades!
Un abrazo.
Vicente
Has acertado de lleno, Vicente, como si hubieras presenciado la escena a través de una ventana. Tal es así que me he emocionado cuando te leía al atinar tan certeramente en tu comentario.
EliminarMuchas gracias, Vicente, por tu excelente aportación.
Un abrazo.
El silencio está injustamente infravalorado. Tu bellísimo relato es una demostración de la ternura que puede encerrar.
ResponderEliminarEnhorabuena, MJ. Espero que tu recuperación vaya viento en popa.
Abracicos.
El silencio, la mirada, las caricias de unas manos, en algunas circunstancias tan excepcionales, identifica sentimientos, equipara situaciones, equilibra posiciones. Pero la mayoría de la gente ya no tiene respeto al silencio, tienes toda la razón, aunque este sería ya otro tema aparte.
EliminarGracias, Patricia, por tu comentario y por los buenos deseos que me mandas.
Un abrazo generoso.
¡Gran microrrelato el que nos has dejado para leer, para disfrutar, María Jesús! Rezuma una exquisitez, desde la primera hasta la última palabra, muy difícil de superar, a la que acompañas con una magnífica elección de adjetivos para calificar cada actividad comunicativa (sin palabras) que nos desgranas: las manos con "leve", la mirada con "tibieza", el gesto de la cara o del rostro con "lastimoso", para bordar el primer párrafo con esos deseos "timidos".
ResponderEliminarPor todo ello, va mi me gusta, a la vez que coincido con la creencia que manifiesta Vicente -esperemos no estar equivocados- de que nos retratas una relación entre alguien con severos problemas de comunicación oral, posiblemente por una grave enfermedad, y una persona que, gracias a su amor, no necesita palabras para entenderlo, sino que se conforma con esos silencios que, a su vez, titulan a tu bellísima historia.
¡Enhorabuena, una vez más, porque relatos así no son frecuentes!
Un fuerte abrazo, amiga.
¡Qué decirte, José Antonio, después de tan generoso comentario! Que aciertas plenamente en tu interpretación de esos silencios que rodean la gravedad del enfermo. De esas habilidades que el familiar aprende a manejar para suplir y compensar la ausencia de las palabras que ya no se escuchan.
EliminarMuchas gracias, amigo, por tu comprensivo y profundo comentario. Como siempre, llegas al análisis profundo y total del asunto.
Un abrazo adornado con palabras de agradecimiento.
Genial microrrelato, M. Jesús. Cuando el amor es tan grande, cuando el conocimiento es grande, no hacen falta palabras. Los silencios se entienden y dan la razón a que una imagen, valen más que mil palabras. Pero menos que cincuenta como las tuyas.
ResponderEliminarUn beso.
Pablo
Así es, Pablo, sólo hay que ponerse en la piel del otro, mirarlo a los ojos y descubrir lo que su mirada transmite, e incluso lo que ya no transmite. Así de fácil y así de complicado.
EliminarUn abrazo agradecido, Pablo, por tu comentario.
Ma Jesús, si te digo grande, me quedo corta. Qué maravilla de relato, es de una belleza exquisita.
ResponderEliminarYo voy a discrepar solo un poquito con Vicente y José Antonio, creo que se trata de una persona discapacitada, ya nos sacarás tú de dudas.
Y por cierto, reivindico los silencios, me parece que deben ser obligatorios en muchas situaciones.
Te mando un beso enorme y te doy las gracias por este regalo que nos has dejado este mes.
Malu.
Querida Malu, esta vez has rozado la solución, (que perfectamente podría haber sido tu propuesta), pero no. En ese caso se trata de un enfermo terminal, días, momentos antes de su despedida: cuando las fuerzas te abandonan y la mente se pierde en caminos tortuosos sin salida. Cuando la única comunicación ya posible es la presión cariñosa de una mano, una mirada comprensiva o una sonrisa sin retorno.
EliminarComo tú, estoy tan de acuerdo en reivindicar los silencios en tantísimas ocasiones que me haría una pancarta y me la colgaría no pocas veces en la vida.
Muchas gracias, Malu, por tus palabras tan cariñosas. Otro beso y un abrazo enormes para ti.
Los seres humanos disponemos de esa maravilla para la comunicación, única en la naturaleza, a la que llamamos lenguaje. El problema es que a veces se hace de él un uso perverso, al solapar otras formas de transmitir mensajes no menos importantes, hay demasiada palabrería para no decir nada. El tacto, un gesto, una mirada, envueltas en silencio, pueden decir mucho más y de manera más breve y eficaz que el discurso del mejor orador. Cuando dos personas congenian no hacen falta explicaciones. La palabra escrita también se transmite en silencio y puede tener mucha fuerza, como lo demuestran este medio centenar de ellas.
ResponderEliminarUn abrazo, María Jesús
Qué bien lo has explicado, Ángel. ¿Qué más se puede añadir tras tu comentario tan certero y delicado? Pocos como tú podrían darnos una lección del lenguaje y del uso de la palabra, pero incluso también en su reverso silencioso. Esos silencios que nos sumergen en la calma y sosiego tan necesarios en ciertos momentos tan delicados de la despedida.
EliminarUn abrazo cordial, repleto de palabras de agradecimiento.
Es curioso como tus palabras pierden protagonismo y consistencia a medida que avanza el relato y se diluyen en el silencio hasta lograr pasar inadvertidas. Parece magia.
ResponderEliminar¡Felicidades, María Jesús!
Un beso
De la palabra al silencio, pasando por la delicadeza del gesto, de la expresión afectuosa que sólo entienden aquellos que les une el cariño.
EliminarMuchas gracias, Margarita. Contigo nunca exigiremos silencios.
Un abrazo.
Te leí anoche, María Jesús, pero tuve que guardar silencio ante un micro tan emotivo y sentido en el que me resulta imposible no verme reflejada. Enhorabuena por ser capaz de plasmar con palabras lo que el corazón dicta. Algo que en ocasiones no es nada fácil, me consta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sólo quien vive esta experiencia vital es capaz de comprender en profundidad esas sensaciones que transmite el silencio.
EliminarLa vida se empeña en unirnos emocionalmente, más aún si cabe, a nuestros seres queridos en aquellos momentos en que su incapacidad ya les priva del habla o en el duro trance de su marcha definitiva. ¿Será por eso que nos facilita, como compensación, esa comunicación a través de silencios y gestos tan cargados de contenido?
Gracias, Fina, por tu silencio reposado y por tus palabras tan amables.
Un abrazo, siempre.
Comparto perfectamente esa idea que expresas a Fina sobre el empeño que pone la vida en ayudarnos en situaciones como la de tu historia. Yo lo definiría como un proceso urgente de adaptación a las circunstancias, en el que sin duda la persona que necesita las atenciones también participaría, transmitiendo mucho más con menos. En cualquier caso, el conocimiento mutuo que proporcionan los lazos afectivos, junto con la experiencia de una larga relación, ayuda bastante.
ResponderEliminarEnhorabuena, Mª Jesús, por tan excelente y sensible modo de sumergirnos en el interior humano, demostrando una vez más que las más grandes y conmovedoras aventuras están bajo nuestra piel.
Un abrazo.
Por supuesto, Enrique, que los lazos afectivos son fundamentales, ya que hacen más comprensibles los gestos —¿quizás porque proceden del mismo gen?—. En cualquier caso, son expresiones excepcionales, porque salen del corazón y los silencios casi… sagrados.
EliminarTe agradezco tu atento comentario.
Un fuerte y sonoro abrazo.
Tierno y entrañable relato donde los silencios van cubriendo a las palabras, pero la comunicación sigue viva por la vía de las emociones. Me ha gustado mucho, Mª Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarCuando los silencios son tan expresivos que exceden a la palabra; tú lo has dicho, Salvador.
EliminarGracias por tu amable aportación.
Abrazos.
Preciosa, Maria Jesús, esta plácida despedida sin palabras, pero con una carga emotiva muy importante.
ResponderEliminarLa comunicación no verbal es la que nos queda cuando ya no es posible articular palabra, y es tan poderosa que nos deja imágenes indelebles en la retina y el cerebro.
Un beso.
Cuánta razón tienes: se recuerdan mejor los gestos que las palabras, casi como si quedasen dibujados en el cerebro. El esfuerzo emocional que exigen merecen al menos esa recompensa.
EliminarMuchas gracias, Asun, por tu comentario.
Otro beso para ti.
ResponderEliminarQué bien nos cuentas ese duro trance de asistir a la extinción de la vida de un ser querido. Es verdad que un simple e imperceptible gesto o mirada, pueden decir incluso mucho más que las palabras. Me ha emocionado tu micro, Mª Jesús, felicidades. Un beso.
Gracias, Matrioska, a mí me emociona que se compartan esas profundas sensaciones.
EliminarUn beso.
Muy delicado y lírico. Excelente descripción.
ResponderEliminarMe encantó.
Un saludo
Gracias, Josep, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn saludo.
Muy emotiva esta comunicación tan intensa que nos traes, a pesar de la ausencia de palabras. Me ha tocado, y más de una vez, una experiencia así, y sé perfectamente de lo que nos hablas, Mª Jesús. No se puede expresar mejor de lo que lo has hecho. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarQuerida Juana, entonces sabrás muy bien de esa comunicación intuitiva y casi extrasensorial. Creo que esas experiencias, aunque a veces dolorosas, enriquecen siempre a la persona que auxilia.
EliminarOtro abrazo agradecido para ti.
M. Jesús, de que manera tan preciosa has explicado un momento tan duro como el de la despedida de un ser querido que no puede comunicarse. En una situación tan dolorosa aprendes a leer el mínimo gesto, sobran las palabras, basta con el contacto visual o una caricia. Me ha encantado. Enhorabuena! Besos
ResponderEliminarEn momentos tan duros y definitivos, cualquier gesto acompaña y consuela, tanto o más que el más grande y elocuente discurso. De eso estoy convencida porque lo viví.
EliminarGracias, Pilar, por comentar.
Un gran abrazo.
Delicadeza, calma, suavidad, ternura, cariño, ... - todo eso y más nos llega.
ResponderEliminar(Seguro que repito comentarios anteriores, eso me pasa por comentar tarde)
Me gusta mucho lo de "leer en sus silencios".
Saludos,
Carme.
Gracias, Carme, por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Entiendo que es una marcha para siempre... y puede que el calor de unas manos, llenen más que las palabras.
ResponderEliminarMuy bonito, MªJesús.
Un abrazo
Es un adiós definitivo, Rosy, y las manos transmiten mucho más de lo que imaginamos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Abrazos.