Un extraño entre nosotras
Querido diario:
Mi papá volvió hace ya unas semanas. Siempre está serio. A veces grita, tira cosas o llora. Apenas me acordaba de su cara, aunque tenía una foto suya.
Mamá dice que tenga paciencia, que la guerra es mala. Creo que tiene razón, cambia el alma a las personas.
Mi papá volvió hace ya unas semanas. Siempre está serio. A veces grita, tira cosas o llora. Apenas me acordaba de su cara, aunque tenía una foto suya.
Mamá dice que tenga paciencia, que la guerra es mala. Creo que tiene razón, cambia el alma a las personas.
Una experiencia tan tremenda ha de cambiar a la gente. Debe ser duro digerir tanto horror, llevar a cuestas el remordimiento haber sobrevivido a costa de matar. Al menos puede contarlo, quizá debiera hacerlo para eludir esos demonios y comenzar a rehacer su vida, por él y por sus seres queridos, que no tienen la culpa.
ResponderEliminarUn saludo
Si, se me ocurrió estudiando el TEPT trastorno de estrés postraumatico que sufren los soldados cuando regresan de la guerra. Y la verdad, es que es muy duro también para los seres queridos, que ven que se marcha un hombre y regresa otro muy distinto.
EliminarOtro saludo a ti también ;-D
Muy lindo relato. Un claro signo de estrés postraumatico. Lo plasmaste muy bien en tus palabras. Te felicito.
ResponderEliminarSaludos! :)!
Gracias Paste por comentarme. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn saludo,
Supongo que después de una experiencia tan brutal, nunca se puede volver a ser la misma persona. Si el motivo de la ausencia hubiese sido otro, tan sólo el hecho de volver a casa sería casi suficiente para restablecer la normalidad en el día a día. Pero el que vuelve de la guerra, viene con muchas heridas abiertas, y necesitará mucho tiempo, comprensión y cariño para poder seguir adelante. El título muy acertado, creo que es un extraño para los demás, y sobre todo para él mismo. Muy interesante, Raquel. De esos temas con miga (muy dura en este caso) para reflexionar. Saludos
ResponderEliminarGracias Juana por tus palabras.
EliminarUn saludo
Desde la estupenda elección del título, tu relato describe a la perfección la irrupción de la guerra en el ambiente doméstico. Cual virus mortal, la violencia deja su simiente en la mente de los involucrados, extendiendo los «daños colaterales» hasta las vidas de sus seres queridos. Puedo imaginar el shock que experimenta una familia cuando uno de sus miembros vuelve de la guerra convertido en otra persona, igualmente, para quien ha estado lejos y regresa al hogar en busca de refugio, el sentirse rechazado lo reingresa al infierno del que creía haber salido.
ResponderEliminarMuy bueno, Raquel.
Un abrazo.
Gracias Vicente. Supongo que también me ha influido la serie "Homeland" o la película "el francotirador", en la elección del título y las reflexiones, que llevan implícitas, porque me dejaron muy tocada cuando las vi. La verdad es que el TEPT de los soldados retornados da mucho en que pensar.
EliminarUn abrazo
Las guerras no solo "matan" a quienes la sufren, es la familia la que tiene que bregar con ellos, de vuelta a casa.
ResponderEliminarMuy triste, Raquel. me ha gustado.
Gracias Rosy
EliminarLas guerras matan a los que no las proclaman ni entienden el por qué están pegando tiros.
ResponderEliminarLuego la tristeza les dura toda la vida.
Pues si, tienes toda la razón. El otro día justo vi en un documental de la 2*guerra mundial que decía que 2/3 de las víctimas fueron civiles. Al final, ya se sabe las guerras las idean unos, y las consecuencias las pagan otros.
EliminarUn saludo Pablo,
Muy buena reflexión, Raquel, la que nos ofreces sobre los efectos posteriores que se producen tras la participación de las personas en las guerras. Se mandan soldados al frente, pero regresan a sus casas desconocidos y desubicados.
ResponderEliminarVa mi me gusta con el sabor amargo de que inevitablemente todo parece indicar que seguirá habiendo guerras. Ya lo dejó escrito Bertold Brecht:
"La guerra que vendrá
no es la primera.
Hubo otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos,
el pueblo llano pasaba hambre.
Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también."
Saludos.
Gran verdad. En la guerra todos perdemos. Siempre se pierde. Y desgraciadamente estás reflexiones son tema de actualidad ahora mismo. Atentados terroristas de la "yihad", Francia declarándose en guerra. Ya veremos en que acaba todo esto.
EliminarLa reflexión de esa niña es un canto a la esperanza.
ResponderEliminarSaludos, Raquel
Gracias Margarita.
EliminarSi mi idea era esa, y tomar el tema de la guerra desde la mirada inocente de una niña.
Un saludo,
El título resume perfectamente el relato, una triste realidad, unas secuelas que solo el amor y el tiempo pueden curar. Muy bueno, Raquel. Un abrazo.
ResponderEliminarTerrible situación la de esta familia en la que la niña que no reconoce a su padre en el hombre que ha regresado de la guerra. Espero que pronto se recupere, aunque lo veo complicado.
ResponderEliminarUn abrazo, Raquel.
He ahí otros daños colaterales de los que no se suele hablar y de difícil reparación, me temo.
ResponderEliminarSaludos, Raquel.
La guerra no borra los rostros, pero los descompone y difumina cuando contemplan la materialización del infierno. La guerra nos arroja mucho más de lo que podemos soportar, nos sitúa al borde de la nada y por ello cambia para siempre la perspectiva de lo que nos rodea, de nosotros mismos.
ResponderEliminarMamá tiene sazón; debe tener paciencia y dar tiempo a que papá recomponga lo que pueda y como pueda; la peor víctima de una guerra es la que sobrevive.
Buen relato, Raquel.
Un abrazo.
Buena idea dar la voz a una niña, desde su diario, escribiendo su tristeza y decepción con el estado del padre que vuelve.
ResponderEliminarEsperemos que el cariño y la comprensión le ayuden a retomar cierta normalidad, aunque puede tener heridas que no sean nada fáciles de curar.
Un saludo,
Carme.
Una magnífica reflexión en un magnífico micro. Enhorabuena!!! Besitos
ResponderEliminarUna historia muy emotiva, Raquel. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué no nos toque en los difíciles momentos que vivimos!
ResponderEliminarQué tema tan duro, Raquel y qué bien lo has contado, sin "sensiblerías", sin excesivos dramatismos, pero llegando directo al corazón.
ResponderEliminarUn beso.
Malu.
Esta podría ser la consigna para aquellos que nos manejan, Un consejo para que no nos metan donde no queremos ir y una lección para los que queremos aprender a escribir.
ResponderEliminarUna triste realidad con la que regresan muchos combatientes tras vivir ese horror y que, además de ellos, sufren sus familias. Que lo relates desde la perspectiva de un niño le da más dramatismo si cabe. Felicidades, Raquel. Un beso.
ResponderEliminarRaquel, muy buen micro. Las guerras nunca dejan indiferente a nadie, secuelas que se prolongan por mucho tiempo y que provocan a su vez, daños colaterales. Nunca de olvida. Enhorabuena! Besos
ResponderEliminarEs muy difícil dejar esos días atrás, días que se clavan en la memoria con la fuerza de los disparos, días que ya quedan en la mente como imágenes indelebles. ¿Quién puede llevar una vida normal después de haber visto tantas aberraciones? La guerra termina, pero no para quien la vivió. Y las consecuencias también las sufre la familia. Ni siquiera el tiempo cura ciertas heridas. Compadezco a esa niña, que extraña a su padre; a esa mujer, que quiere a su marido; y a ese hombre que, tal vez, nunca pueda regresar del todo de la guerra.
ResponderEliminarUn relato muy conmovedor, Raquel. Me impresiona que hayas tenido una visión tan clara de esa situación y que te hayas puesto tan bien en los zapatos de esa niña.
Un beso.