Hijo pródigo (I)
La última vez que supimos de Miguel Lupián fue durante la presentación de su libro Trilogía Cthulhu. Como de costumbre, usó su máscara tentacular. Leyó, deliró, habló en lenguas... Ya no pudo quitarse la máscara. Lo vimos perderse en la calle oscura; parecía que se lo tragaba la noche estrellada.
Andrés: seguro que se trataba de Lovecraft que sigue vivo bajo la tierra esperando que haya una señal para controlar la tierra.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
Pablo.
Dicen que le han visto en una vieja ciudad humeante, persiguiendo a las ardillas que se burlan de él porque nunca encontrará la entrada secreta del castillo, la que debe traspasar para robar la piedra de su destino.
ResponderEliminarUn homenaje a un experto en un género muy particular y nada fácil, que en este relato termina sumergido del todo en ese mundo que le apasiona y tan bien conoce, al que realmente pertenece, lo cual explica que siempre se haya manejado en él con maestría.
ResponderEliminarUn saludo
Imagino que andará buscando esas imagenes que nos pone para los retos de Penumbria en twitter.
ResponderEliminarBuen relato Andrés, un saludo.
Buena aproximación a la obra de Lovecraf, actualizada y llena de humor, cosa de agradecer. Me gustó.
ResponderEliminarMmmmmmmm, me da un poco de miedo este escritor, no quiero encontrármelo en la calle oscura ... O quizá sí, supongo que tendrá grandes historias para contar.
ResponderEliminarUn beso Andrés.
Malu.
Andrés este género no es mi fuerte, solo puedo decir que tal y como lo cuentas parece de lo más natural. Me asusta y me encanta a la vez. Enhorabuena! Besos
ResponderEliminarExcelente.
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