La segunda muerte de Aniceto
Aniceto tuvo un colmado en su barrio. Pero hace ya ochenta años que murió, y todo cuanto queda de él ahora es una huella desvaída en el lóbulo temporal de Dolorcitas. Poca cosa. Aunque ahí sigue, meciéndose plácidamente con ella.
Mañana todos hablarán de Dolorcitas. Y de su indeleble recuerdo.
Mañana todos hablarán de Dolorcitas. Y de su indeleble recuerdo.
De padres a hijos... de abuelos a nietos... Así en las ciudades... así en los pueblos. La memoria siempre. Tras un mostrador se conoce a la gente y la gente te conoce a ti. Pasarán ochenta años y siempre quedará alguien, lo suficientemente mayor, para recordarte. A mí me pasa. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Salvador, por este comentario tan bonito. Es verdad que trabajando de cara al público este efecto de permanecer en la memoria de los demás se multiplica. Mi padre ha sido vendedor de fruta desde joven y es imposible pasear con él sin que se vaya parando con todo el mundo.
EliminarQue pases unas felices fiestas. Un abrazo.
Además de por el afecto que les tenía, mi abuelo sufría mucho cuando fallecían sus contemporáneos porque, decía él, se iban acabando los testigos de su vida. Tu relato habla sobre la memoria como una cadena de eslabones cortos pero que nos une a todos: los muertos, los vivos y los que vendrán.
ResponderEliminarMuy bueno, Enrique.
¡Felices fiestas!
Gran sabiduría la de tu abuelo, Vicente. No solo lo que hacemos en vida cobra más relevancia, para bien o para mal, si es presenciado por alguien, sino que también perdura en la memoria ajena y, además, con esa perspectiva diferente del observador. Me gusta esa idea de la cadena que apuntas. Aparte de prolongar nuestra existencia en esa dimensión de los recuerdos, supone un valioso legado de experiencia.
EliminarMuchas gracias por todo, Vicente, un abrazo y Felices Fiestas.
ResponderEliminarMientras vivamos en el recuerdo de alguien, siempre existiremos. En su memoria permanecemos vivos, como le sucedió a Aniceto, que pervivió en la mente de Dolorcitas hasta que esta acabó también con sus días.
Un entrañable relato dedicado al recuerdo y a la memoria de los seres a quien queremos y mantenemos siempre presentes en nuestro interior hasta el final.
Un fuerte abrazo, Enrique, y aprovecho para desearte que pases una feliz Navidad.
Es una idea que escuché hace poco, la de que uno siempre muere dos veces, y lo cierto es que me ha costado bastante hallar el modo de convertirla en relato. En este caso creó que he echado más de menos que nunca la posibilidad de disponer de más palabras, sobre todo para aportar más datos, pero tampoco me he quedado descontento. Me alegro mucho de que te haya gustado, M. Jesús. Un fuerte abrazo también para ti y para Dani (un encanto), y Felices Fiestas.
EliminarQué fabuloso relato, Enrique. Me ha conmovido lo bien que describes esa pequeña eternidad, que no es sino el recuerdo de quien nos quiere. Bravo por ti, espero que pases muy felices fiestas.
ResponderEliminarComo le decía a M Jesús, me habría gustado aportar más datos de los personajes y del contexto. Quizá Dolorcitas era biznieta de Aniceto, o tal vez una niña que acompañaba a su madre a la tienda de este, y se fijara mucho en su enorme bigote o en alguna verruga de su rostro... Pero sin duda su recuerdo era agradable y suponía una parte entrañable de su infancia. Muchas gracias por tu generosidad, Belén, y que pases también unas Felices Fiestas.
EliminarAniceto, Dolorcitas, colmado, huella desvaída, meciéndose plácidamente con ella, indeleble recuerdo...
ResponderEliminarCon tu rico vocabulario y el tino de elegir nombres afines a otra época, nos trasladas de un soplo a otro tiempo que sigue flotando en la memoria de todos los que recuerden a Dolorcitas y a Aniceto: buenas personas, sin duda, cuyo recuerdo nunca morirá.
Siempre he pensado que los grandes escritores son los que de un relato sacado de la vida cotidiana (sin efectos fantásticos ni espectaculares), son capaces de estremecer al lector y deleitarlos con el placer que provoca la lectura de sus obras, tan redondas y sin fisuras, como esta.
Señor maestro, padrino, amigo: se ha superado.
P.D. te recuerdo que (quitando lo de padrino) le hubiera puesto las mismas palabras o parecidas a quien hubiera escrito el micro que descansa allá arriba... y en mi mente, así que puedes contestarme lo que quieras menos que mis palabras son provocadas por nuestra amistad (un tesoro para mí), pues la han provocado tu buen hacer.
Un fuerte abrazo, Enrique, amigo mío.
Pablo.
No me digas, amigo Pablo, que nuestra amistad (un enorme tesoro para mí también, y lo sabes, ;-)) no influye en comentarios tan entusiastas como el que me haces, por más que esta historia te haya gustado especialmente. Con todo, te concedo que he intentado esmerarme en esos detalles a los que te refieres, como la elección del vocabulario. Es algo que he ido aprendiendo de vosotros. Me refiero a que no debemos conformarnos con transmitir en 50 palabras la idea que llevamos en la cabeza, sino buscar siempre un modo mejor de expresarla, que seguramente lo hay, y ahora solemos disponer de un mes para esa faena. Aquí, entre otras cosas, he querido que ese rescoldo de existencia fuera lo más acogedor posible para el protagonista, y pensé que nada mejor para eso que una entrañable abuelita que mantuviera (como más abajo ha apreciado Patricia) el nombre de aquella niña que "registró" quizá algunos de los mejores años de su vida.
EliminarMuchas gracias una vez más, Pablo, por todo, y espero que estés pasando unas fiestas tan grandemente felices como mereces. Un fuerte abrazo.
A mí la que me gusta es Dolorcitas. Si Aniceto murió hace 80 años y ella ha conservado el nombre por el que, seguramente, él la conoció, en vez de ser doña Dolores, como mandaba su edad, me quito el sombrero ante ella. Y me atrevo a pedir un aplauso como último homenaje para una mujer que supo vivir ajena al olvido que no pudo borrar lo bueno que encontró.
ResponderEliminarY otro aplauso para Enrique. ¡Feliz Navidad!
Cuánto me alegro de que valores ese detalle del nombre de la protagonista. No en todas las historias los recuerdos de los personajes son agradables (en algunos casos hasta sería mejor que desaparecieran), pero en esta historia se trataba de todo lo contrario; por eso, con ese diminutivo cariñoso he querido unirlos en aquel tiempo pasado que compartieron, y significar de paso que la memoria que ella conserva de aquello es agradable. Muchas gracias, Patricia. Soy yo quien te aplaude a ti por esa lectura tan aguda como sensible, y por un sinfín de cosas más. Un fuerte abrazo y Feliz Navidad.
EliminarLo has bordado, Enrique. La muerte solo llega verdaderamente cuando se deja de recodar a la persona que ya no está. Ese es el gran misterio de la eternidad, ser recordados por alguien que nos quiere o por algo que hemos creado y que perdure eternamente.
ResponderEliminarFelicidades por tus 30 relatos, un abrazo navideño y todo mi recuerdo para tí.
Esa es una de las ideas sobre la eternidad que comparto. Y dándola por buena, es evidente que la inmensa mayoría de nosotros sobreviviremos poco tiempo tras nuestra primera muerte. La paradoja está, creo, en que los interesados no podremos asistir a ese sucedáneo de existencia. Tampoco creo que estemos en situación de que nos importe mucho, ;-).
EliminarMuchas gracias, Asun, por todo, incluida tu felicitación. Yo también me felicito por llevar tanto tiempo participando en 50 y hacerlo cada vez con más ganas.
Otro abrazo festivo para ti y otro para esa huella tuya, cada vez más intensa, en mi lóbulo temporal.
Veo en Dolorcitas ese amor que Penélope profesaba por Ulises. Solo que Aniceto partió hacia un destino definitivo y Dolorcitas no teje ni espera, sino que meciéndose lo recuerda. Y ambas lo hacen con la perseverancia que infunde el amor verdadero.
ResponderEliminarPrecioso, Enrique. Y felicitaciones por tus 30 relatos.
Un abrazo y ¡felices fiestas!
Sobre todo no espera (me encanta esta idea que aportas), por motivos obvios, a no ser que en su idea de eternidad esté contemplado un posible encuentro con él en el más allá. Y apuesto también por la verdad de ese lazo afectivo, que bien pudiera ser de amor familiar o simplemente de afecto hacia alguien con una presencia importante en su infancia.
EliminarMuchas gracias por tu interesante visión y amable lectura, por tus felicitaciones... por todo, y recibe mis mejores deseos para estas fiestas.
Vivimos como si fuéramos eternos, sin querer pensar que no viviremos siempre, o que al menos algo de nosotros nos sobrevivirá; las fotografías, la pintura, escribir, son intentos, a veces inconscientes, para tratar de alcanzar esa meta. De la misma forma, hay personas que dejan una huella en nosotros, se trata de algo físico, un registro grabado en una porción del cerebro, pero también es algo inmaterial y por lo tanto permanente. Cuando Dolorcitas ya no esté, allá donde vaya se llevará con ella el recuerdo de Aniceto, al tiempo que habrá dejado su impronta en otros. Me niego a pensar que todo termina un día, a alguna parte debe ir esa esencia vital que somos, junto con los recuerdos de los que estamos hechos.
ResponderEliminarUn relato profundo, entrañable, narrado maravillosamente y muy apropiado para las fechas en las que nos encontramos, pues infunde la esperanza última, la de sobrevivir.
Un abrazo, Enrique. Que pases muy felices fiestas en compañía de los tuyos
Sinceramente, lo que yo encuentro profundo, entrañable y maravillosamente narrado es tu comentario.
EliminarDe las posibles expectativas de inmortalidad, yo en principio veo dos que podrían aceptarse como ciertas; una, ésta de nuestro recuerdo en los demás (de la que me ha sorprendido esa acertada distinción que haces entre sus dos variantes: material e inmaterial), y la otra, la que nos ofrece por ejemplo un campo de amapolas, que año tras año está ahí, junto al camino que transitamos, siempre el mismo campo, pero con distintas plantas. La mayor parte del resto de inmortalidades posibles creo que pasan por la aceptación o no de nuestra intuición, deseos, creencias..., o como tú bien dices, porque nuestra razón simplemente se niegue a pensar en lo contrario. En alguna ocasión he comentado por aquí que me gustaría mucho ser creyente. Debe de consolar mucho pensar que los que se van no lo hacen para siempre y que tú correrás la misma suerte. Por el momento me tengo que conformar a base de recuerdos y amapolas.
Muchas gracias, Ángel, y un abrazo. Espero y deseo que estéis disfrutando mucho de estas fiestas.
Veo en Dolorcitas la perdurabilidad del recuerdo que impide morir del todo a aquellos que amamos. Quizá, aunque siempre nos acompañen, su memoria se aviva en estas fiestas tan familiares.
ResponderEliminarUn relato de exquisita belleza, Enrique. Un gran abrazo y felices fiestas.
Ha sido una completa casualidad que el tema de este relato tenga relación con ese sentimiento agridulce que nos acompaña durante las navidades.
EliminarEn efecto, Dolorcitas puede personalizar esa memoria de los que te conocieron y que dilata de algún modo nuestra permanencia en este mundo. Todos quisiéramos, supongo, que ese recuerdo que hemos dejado fuera bueno, aunque pienso que hasta los más malos, con el paso del tiempo, acaban siendo recordados como santos varones.
Muchas gracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado. Que pases tú también unas felices fiestas. Un abrazo.
Hay personas que siempre tendrán un rinconcito en mi lóbulo temporal para ellos. Así que... Que quieres que te diga Enrique, tú microrelato me ha llegado a la amígdala. Jajaja
ResponderEliminarUn abrazo y feliz Navidad.
Un inmenso honor que este humilde relato se quede rondando aunque solo sea unos momentos entre tus recuerdos.
EliminarMuchas gracias por comentar, Raquel, y un abrazo.¡Felices Fiestas!
Querido Enrique: iba a decirte que imagino a Dolorcitas con sus finas canas recogidas en un moño, los pies colgando en la mecedora frente al fuego del hogar, sus brazos cruzados sujetando la mañanita con la que abriga sus últimos movimientos, los ojos cerrados tras un suspiro y la sonrisa serena de quien sabe que llega el momento tan ansiado del reencuentro. Pero no, no te lo diré porque quién puede decir algo así después de leer "una huella desvaída en el lóbulo temporal". Creo que a partir de ahora la palabra "recuerdo" caerá en el olvido.
ResponderEliminarMis mejores deseos para el nuevo año.
Un beso navideño
Pues no sabes cuánto me alegro de que no me lo hayas dicho, porque de lo contrario, tras leer su maestría, su enorme calidad literaria, me habría sentido tan empequeñecido que habría arrojado a la hoguera toda mi obra. Menudo comentario, Margarita. Muchas gracias por apreciar ese modo mío de expresar un recuerdo; he recurrido a él para dar más presencia física al bueno de Aniceto.
EliminarTe mando un beso lleno de mis mejores deseos, que no son otros sino que se cumplan todos los tuyos.
Nadie muere del todo mientras permanezca vivo en el corazón de alguien. Enhorabuena, Enrique, por haber alcanzado los 30 relatos con esta historia tan entrañable y cuyo mensaje se pone de manifiesto en estas fechas más que en cualquier otra época del año.
ResponderEliminarUn abrazo y Feliz Navidad.
Muchas gracias por todo, Fina. Esa era la idea que quería transmitir, aunque no he querido dejar de contemplar también la de esa muerte definitiva.
EliminarEspero que pases unas Felices Fiestas. Por mi parte te mando un fuerte abrazo.
Qué sensación tan placentera recuperar instantes agradables o evocadores del pasado y cómo éstos florecen una y otra vez en nuestros labios.
ResponderEliminarSi nuestra Dolorcitas ha hablado a sus nietos de su infancia y de Aniceto, aún les quedarán algunos buenos momentos que compartir.
Precioso relato, Enrique.
Te deseo que pases unas felices fiestas.
Un abrazo.
Pues es una posibilidad en la que no había pensado, la del recuerdo indirecto que los nietos de Dolorcitas puedan tener de Aniceto. Sería en ese caso una imagen algo distorsionada de él, pero que aún conservaría una parte de su esencia, refiriéndonos siempre, claro, y eso vale para todos los comentarios sobre esta historia, al interior de la persona, porque desde la era de la fotografía es raro que no quede alguna foto por ahí que ponga fisonomía a las personas recordadas.
EliminarMuchas gracias, Jose. Encantado siempre de recibir tus comentarios.
Felices Fiestas para ti también. Un abrazo.
No se muere del todo hasta que no lo hace la última persona que te recuerda y conserva retazos de lo que fuiste y compartiste. Es como si se impregnaran los sentidos con un eco que no quiere dejar de vibrar y que establece un vínculo casi mágico con quienes nos dejaron, a veces tan intenso que ni el efecto de vivir puede borrar.
ResponderEliminarEres un verdadero maestro en dotar de alma a las historias que cuentas, Enrique. Sencillas, pero de una riqueza de matices que calan tan profundo que se hacen indelebles.
Enhorabuena por tantos y tan buenos relatos.
Felices fiestas y un gran abrazo navideño.
Muchas gracias, Antonio, por tus felicitaciones y por todas las cosas buenas que dices sobre mis historias. Lo cierto es que siempre busco la sencillez, pero nunca estoy seguro de que vayan a llegar lo suficiente, y mucho menos de que puedan calar. Quizá por eso encuentro tanta satisfacción al recibir comentarios como los tuyos, concienzudos, profundos y creativos al mismo tiempo, y más cuando queda claro en ellos que te ha gustado mi propuesta.
EliminarMe gusta mucho esa idea que dices de "impregnación de los sentidos"; me parece tan acertada como sugerente, reveladora.
Un abrazo y mis mejores deseos de Felicidad.
¿Y si pudiéramos alquilar una Dolorcitas que nos recordara durante ochenta años más y de, este modo, asegurarnos que nuestra vida se alargaría durante ese periodo, ni que fuera dentro del lóbulo temporal de otra persona?
ResponderEliminar¿Y si la eternidad pudiera conseguirse con un implante?
Disculpa los desvaríos, Enrique, debe ser cosa de la edad...
¡Felices fiestas!
Pero de qué desvaríos hablas, Notinc. Creo que acabas de dar con la clave. No somos mucho más que nuestra memoria, y al paso que vamos no creo que tarden mucho en descargarla en un pendrive antes de nuestra muerte, y entregar uno a cada familiar, o quién sabe, cargarla en un androide, y a seguir por aquí mientras dure la batería... Bueno, disculpame tú ahora; debo ser mayor que tú...
EliminarMuchas gracias, Carles. Un abrazo y Felices Fiestas.
Qué gran verdad es esa de que mientras vives en el recuerdo de alguien, es que sigues vivo. Un gran micro, Enrique. Muchas felicidades y un beso.
ResponderEliminarAsí lo pienso yo también, Marioska, aunque sin duda debe ser un concepto de vida algo distinto del convencional, :-). Me alegro mucho de que te guste. Muchas gracias y un montón de felicidades. Un beso.
EliminarEnrique, genial relato sobre el recuerdo y sobre la huella que dejamos en la vida, que el viento poco a poco va borrando. Un abrazo y felices fiestas.
ResponderEliminarQué evocador ese viento que acaba por borrar hasta nuestro último recuerdo, haciéndonos desaparecer como gotas de agua en el mar, como lágrimas en la lluvia.
EliminarMuchas gracias por comentar y Felices Fiestas. Un abrazo, Salvador.
Mientras alguien exista en la memoria, está vivo.
ResponderEliminarMi lucha es conservar recuerdos, como verdaderos tesoros.
Bonito relato.
Felicidades.
Me parece algo muy altruista ese planteamiento tuyo de intentar prolongar las vidas ajenas mediante la memoria propia. Guardo tu actitud en mi recuerdo, en el apartado de rasgos humanos entrañables.
EliminarMuchas gracias, Crispín, y Felices Fiestas. Un abrazo.
Sé que lo han dicho ya casi todo, pero es cierto que se vive mientras te recuerden. Tu relato destila añoranza, sencillez y vida.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Quique.
Felicidad para los próximos 365 días. El año que viene seguiremos hablando.
Añoranza, sencillez, vida... Quizá una de las cosas que más añoramos sea la sencillez de la vida de antes. Todo cambia cada vez más deprisa. Nuestra infancia fue muy diferente de la de nuestros hijos, pero es que la de nuestros hijos menores tampoco se parece demasiado a la de los mayores. Y en cambio, seguro que la de nuestros abuelos fue casi idéntica a la de nuestros bisabuelos.
EliminarBueno, creo que estoy saliéndome un poco del tema, pero para eso estamos, para hablar un poco. Un fuerte abrazo, Isidro, y seguimos con la charla en el 2016, que espero que sea estupendo para todos. Felicidades.
Me encantan los nombres de tus protagonistas. Nos trasladas a otros tiempos, donde el colmado era un todo y todo encontrar en ellos.
ResponderEliminarEl tiempo pasa, las generaciones van conservando el negocio y la esencia sigue existiendo.
un 50 que destila ternura y que evoca nombres, recuerdos e historias.
Fantástico Enrique.
Un abrazo y un beso.
No he tenido más remedio que irme al pasado para escenificar la vida de Aniceto. Es cierto que actualmente hay comercios muy parecidos a aquellos, con la misma variedad de productos y hasta el mismo olor, pero quizá no tengan el mismo encanto. Por poner un solo ejemplo, ahora la cuenta de lo que te llevas no la hacen con un lápiz sobre un trozo de papel de estraza, ;-).
EliminarMuchas gracias por todo, Belén. Un abrazo y un beso con mis mejores deseos para estas fiestas.
Enrique, genial micro donde relatas la idea de vivir mientras se nos recuerde. Muy bello. Enhorabuena! Y Felicidades por tus 30 50 palabras. Un abrazo
ResponderEliminarMe sorprende ver que el efecto logrado por mi historia haya sido en cierto modo esperanzador y optimista, porque surgió de una idea que escuché sobre esa segunda y definitiva muerte que se sufre cuando muere la última persona en el mundo capaz de recordarte.
EliminarMuchas gracias por todo, Pilar, incluidas tu felicitación y enhorabuena. Un abrazo y que tengas unas felices fiestas.
Cierto es que una persona no muere mientras sea recordada, sea el motivo que sea por el que se la recuerde. Con este relato tan magistralmente contado me has traído a la mente varios personajes de mi pueblo fallecidos hace muchos años, pero de los que siempre he oído hablar por anectotas graciosas o curiosas, a algunos ni les he conocido en persona.
ResponderEliminar¡Un relato de 10! Querido Enrique, te mando un beso enorme y mis mejores deseos para ti y los tuyos en estas fiestas.
Malu.
Yo también tengo "recuerdos" de personas, muchos de ellos familiares, a los que no he visto nunca ni en foto. Y ahí están tambien, viviendo de algún modo, repitiendo una y otra vez aquellos actos remarcables por los que son recordados, como los personajes de una novela. Vidas ajenas unas y otras que permanecen en el tiempo, acompañándonos, y de las que siempre hay algo que aprender.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y tu generosa opinión, querida Malu. Otro beso gigante para ti y, cómo no, mis mejores deseos para ti y los tuyos en estos días, y todos los que vengan, por supuesto.
Todos somos un poco Dolorcitas. En mi familia, pasa sobre todo con uno de mis abuelos al que no conocimos ninguno de los hermanos porque murió joven. Sin embargo, hemos oído hablar siempre tanto de él a mi madre y a mis tíos que siempre nos ha resultado muy cercano. Sus charcarrillos son muy comentados en toda la familia; hay palabras inventadas y dichos curiosos de él, que los nietos y bisnietos los van repitiendo y hasta sus amigos también los conocen. Me parece muy interesante este micro, Enrique. Recordar a los ausentes, sobre todo si han sido queridos, es el mejor homenaje que podemos hacerles y la mejor manera de mostrar nuestra gratitud.
ResponderEliminarFelices fiestas y lo mejor para el 2016. Un abrazo navideño.
Sin duda es bueno recordar a los ausentes y transmitir la idea más completa de lo que fueron en vida a nuestros descendientes, aunque a menudo tendemos a idealizarlos, cosa que no creo que les importe mucho en caso de que puedan ser testigos de ello desde algún sitio, ;-). Muchas gracias por tu generoso comentario, Juana. Te mando un fuerte abrazo y mis mejores deseos de felicidad. Nos leemos en 2016. A ver si nos reconocemos en enero...
EliminarEnrique, este es un relato muy bonito. Creo que mientras tengamos memoria nuestros seres queridos siempre estarán con nosotros, lo sé porque mis abuelos murieron antes de yo nacer, pero los he conocido por las historias que me han contado mis padres y otras personas. Me ha gustado tu microrrelato.
ResponderEliminarSaludos.
Sin duda esa memoria que te transmitieron hizo que tu carencia de abuelos, de algún modo, no fuera tal. Ese remanente de nosotros mismos que nuestro recuerdo nos proporciona supongo que consuela algo en el momento de nuestra muerte.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Beto, y tu generosa valoración.
Un abrazo y Feliz año 2016.
Y si además esos recuerdos "hablan" bien de nosotros, es el mejor legado que podemos dejar a nuestros sucesores...
ResponderEliminarQué micro tan especial. Me ha encantado, Enrique, aunque no sé si te has fijado, que el título es buenísimo, (te lo has currado ;-))
Un abrazo con un deseo muy especial, que tengas un fructífero 2016.
Quizá mucha gente se porte mejor de lo que sus entrañas le dicen por miedo a dejar un mal recuerdo de sí mismos. No me parece mal. Si a eso añadimos lo que algunos dicen, que deberíamos portarnos con todo el mundo como si se fueran a morir al día siguiente, al final esto puede acabar siendo el paraíso, qué digo, la casa de la pradera. El título viene a significar la primera intención de mi relato, aunque por apartarme de la idea fea de la muerte definitiva, al final me he ido casi al lado opuesto.
EliminarMuchas gracias, Rosy, y Muchas Felicidades para estas fiestas y el nuevo año. Un fuerte abrazo.
Enrique, qué bonito... que alguien te recuerde 80 años...
ResponderEliminarEntrañables tus personajes.
Un beso
Muchas gracias, M. Carme. Pienso que es todo cuanto se puede pedir cuando uno es parte de esa inmensa mayoría de gente normal en cuanto a grado de celebridad.
EliminarUn beso.
Enrique me ha gustado muchísimo, ojalá sea así, y solo muramos definitivamente cuando ya nadie nos recuerde.
ResponderEliminarUn abrazo,
María Cueto
Sí, María. No veo motivo para que no sea así, teniendo siempre en cuenta que ese concepto de existencia es bastante diferente del ordinario. Muchas gracias por pasarte. Me gustan mucho tus visitas.
EliminarUn abrazo.