Mentiras y verdades
Con el sonido de los trenes, hubo de repetir su nombre hasta que le devolvieron la mirada aquellos ojos que tanto lo amaron. Se contaron —se ocultaron— casi treinta años en breves minutos. La mano leve en la ventanilla y la voz de él ahogada por el tren:
—Me equivoqué.
—Me equivoqué.
Siempre hay que reconocer las equivocaciones, aunque parezca tarde. La escena de tu relato bien pudo ser una amarga y definitiva despedida pero, gracias a una confesión de último minuto, aún queda lugar para la esperanza.
ResponderEliminarMuy lindo, Carmen. Un fuerte abrazo.
Vicente
P.D. Aprovecho para informarle a Álex que creo que en el vínculo a tu página de Twitter hay un pequeño error.
Gracias por tu comentario, Vicente. Él reconoce su error del pasado. Probablemente la abandonó, pero no se atreve a decírselo directamente. De ahí la tristeza de este breve encuentro. Un abrazo.
EliminarSi después de treinta años una mujer decide subirse al tren y escapar, la que seguro que no se equivoca es ella. Digo.
ResponderEliminarMuy buen título, Carmen, para esta historia abierta a la imaginación.
Un abrazo.
Hola, Patricia. Esta mujer ha amado mucho al protagonista y, como él, oculta su desdicha amorosa. Si hubiese oído esas dos palabras, quizá no hubiese subido a ese tren. Pero caben más interpretaciones, por lo que voy leyendo. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
EliminarA veces hay que esperar al último momento para decir lo que se tenía que haber dicho quizá desde el primero. Los trenes tienen mucho encanto y algo mágico, no es extraño que por fin haya sucedido lo que tenía que suceder con uno de por medio.
ResponderEliminarVerte, hablarte y leerte, un placer
He comprado un billete de tren para este abrazo, que espero llegue sin retraso hasta esa buena tierra que besa el mar
Gracias, Ángel. Solo en una estación con un tren que los separa de nuevo podía imaginar la escena. Lástima que, aunque se amen o se hayan amado, no sean capaces de subir al tren que les estaba destinado.
EliminarMe gustó mucho conocerte en persona. Y, tranquilo, el calor de tu abrazo ha llegado puntual hasta Valencia.
Gracias por tus palabras. Y te mando otro abrazo de vuelta.
Carmen que tu relato ocurra en una estación de tren ya me gusta. Pero además narrar en 50 palabras lo que 30 años les ha separado es difícil y tu lo has hecho. Y reconocer que uno se ha equivocado creo que es muy importante en la vida.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Carmen. Un beso.
Yo también soy una enamorada de los trenes, Javier. Lo que he viajado en ellos diariamente de camino al trabajo. Los protagonistas no se cuentan lo esencial, la verdad de su amor, un aún perdura. Las palabras de él las borra el sonido del tren.
EliminarGracias por tu comentario. Un gran abrazo.
Carmen, un micro con triste final. Una separación física representada por la marcha de ella en el tren, pero que ya existía entre ellos aunque llevasen tanto tiempo juntos. Hay veces que los errores son dificiles de reparar. Me ha gustado mucho amiga. Enhorabuena! Un beso enorme.
ResponderEliminarGracias, Pilar. El final es triste, como toda historia de amor truncada. Y quizá ya no habrá más trenes para ellos. Solo nosotros sabemos cuánto se aman aún.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, amiga. Gracias por comentar. Un beso.
En tu texto veo una imagen en apagados tonos dorados producidos por el reflejo de las lámparas de la estación que se diluye entre el vapor de los trenes. Y oigo, entre pitidos estridentes y chirridos metálicos, una voz sorprendida por ese encuentro casual después de treinta años que intenta abrirse paso a gritos.
ResponderEliminarUna intensa mirada detiene el tiempo unos segundos y amortigua el ruido.
Después, la vida continúa y el hombre observa abatido cómo el tren retoma su camino y se adentra con calma en una bruma espesa hasta desaparecer dejándole las manos llenas con una disculpa que pesa demasiado.
Delicada como siempre, Carmen.
Un beso
Margarita, eres increíble. Le has puesto la ambientación idónea. Embelleces el relato con tus palabras y casi lo puedo visualizar de manera cinematográfica.
EliminarMuchas gracias por completarlo. Recibe un delicado par de besos.
Ese juego de mentiras y verdades debe de haber marcado los treinta años de vida en común de esta pareja, y ni siquiera ha perdido intensidad en lo que parece ser una despedida definitiva. Sin duda él ha perdido su tren por esperar demasiado a pronunciar esas palabras. Muy buen relato, Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo y espero verte si alguna vez vienes por aquí.
Veo que también se puede interpretar como la separación definitiva de una vida en común. El protagonista pierde a su amada por esperar demasiado a pronunciar las palabras mágicas.
EliminarEnrique, me encantó conocerte y esperable haya más ocasiones para vernos. De momento, te envío un gran abrazo.
"esperable": espero que
EliminarAy, el corrector. Lo siento.
Me encantan los trenes, las estaciones y sus historias. Las mentiras y verdades son como las subidas y bajadas, las ideas y venidas. Siempre se quedan en el andén algunas miradas. Enhorabuena amiga mía, es precioso. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Carmen. En una estación caben mil historias, es cierto. Y yo he elegido una bastante triste. Lo voy sintiendo conforme os leo.
EliminarUn beso enorme, amiga.
Un micro lleno de lirismo y sentimiento. Y ese tren, que parte de la estación y los separa para siempre, es el invitado perfecto para sumar al cuadro que nos dibujas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Carmen.
Un abrazo.
Gracias, José. Sentimiento sí le he puesto, el lirismo lo aportáis vosotros con vuestros maravillosos comentarios.
EliminarUn abrazo.
Querida Carmen, te confieso que he leído cuatro veces el relato y las cuatro le he dado una interpretación distinta, eso dice lo rica que es la historia. Una vez les he puesto viviendo juntos los 30 años, otra les he separado al poco tiempo de conocerse, otra les he separado hace 15 años ... ja, ja, ja ... podría ser que es viernes noche y mi mente no da más, pero nada más lejos de la realidad.
ResponderEliminarEn cualquier caso, lo que me queda muy claro es que él pierde ese tren, con todo lo que conlleva esa pérdida.
Enhorabuena, me parece una gran historia.
Te mando un beso fuerte, encantada de conocerte en la quedada.
Malu.
Yo he relatado una historia y tú, cuatro. El mérito es tuyo por ser tan excelente lectora.
EliminarMe encantó conocerte y me encantaron tus tartas, querida Malu. Nos veremos en más ocasiones. Un besazo.
Ha esperado tantos años para poder decírselo... Aunque el tiempo haya borrado la esperanza hay un hilo de desahogo que hace que el relato sea genial y tenga chispa.
ResponderEliminarSaludos de los dos.
GIL HERNANDO DE SANTIAGO Y LA HIJA DEL FERROVIARIO
Cierto es que, aunque tarde, el protagonista se libera del peso de una verdad escondida durante mucho tiempo.
EliminarMe gustó conoceros en la quedada. Que sigáis con vuestros poemas y recitales. Abrazos para los dos.
Parece que treinta años no han sido suficientes para impedir que los silencios desemboquen en una nueva despedida y, seguramente, en una nueva equivocación. Me ha gustado mucho, Carmen, felicidades. Un beso.
ResponderEliminarEsta es la segunda despedida, triste y nostälgica. Han perdido mucho tiempo y parece que el destino no los quiera unir.
EliminarGracias por tus palabras. Me encantó conocerte personalmente. Un beso.
¡Qué pena reconocer los errores cuando ya es demasiado tarde! Muy buen micro, Carmen. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué importante es no perder nunca el tren y tomar una estación equivocada en tu vida. Treinta años no es nada si no se saben aprovechar.
ResponderEliminarUn beso, Carmen. Me ha gustado tan nostálgico relato.
Pablo
Muy bonito relato Carmen, con un final que, si dijeramos más frecuentemente, podría hacer del mundo un lugar un poco mejor.
ResponderEliminarFelices fiestas!!!