Robinson
El currículum, la escritura de la hipoteca, el requerimiento de divorcio, las cartas de apremio caen desde el portafolios abierto para hundirse entre las hojas secas. Brújula en ristre —tirachinas, navajita y cantimplora en la mochila— busca la encina grande donde un verano feliz su padre le construyó la casita.
Gran historia, comenzando por la magnífica elección del título. Ante las circunstancias adversas es normal que la añoranza de tiempos mejores nos invada. Lo singular de este relato reside en el valor de su protagonista para emprender la búsqueda por tierra de un refugio en el pasado. Ojalá que lo encuentre y con él un motivo para disfrutar la belleza de la vida.
ResponderEliminarBuenísimo, Elisa, me ha gustado mucho.
¡Felices fiestas!
Es admirable el protagonista, con su lastre de adulto en el portafolios, buscando de nuevo la felicidad en ese paraíso perdido de la infancia.
ResponderEliminarUn bello relato. Enhorabuena, Elisa.
Con el tiempo idealizamos la infancia, que también tiene sus pequeños sufrimientos, pero es cierto que es una época de sensaciones, de percepción de un mundo necesariamente nuevo, ausente de preocupaciones que se acumulan en la espalda hasta contracturarla, un lugar y una época a los que quisiéramos viajar alguna vez, algo que no es posible y quizá está bien que así sea, porque ya no querríamos volver.
ResponderEliminarUn saludo, Elisa
Creo que ese explorador se ha cansado de vivir entre papeles que le agobian y ha decidido volver a la simplicidad de una infancia sin preocupaciones, equipado con su equipo básico de supervivencia.
ResponderEliminarMuy bueno, Elisa.
Me parece muy bueno el relato. Un hombre, asqueado de los devaneos de su vida, se refugia donde pasó los días de su niñez. Los más felices sin duda. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn besote, Elisa.
Pablo.
Describes perfectamente el tedio y el hastío, en el que a veces se convierten nuestras vidas. Cómo una losa con la que vas cargando... Vas en busca de la felicidad, haces lo que dicen que tienes que hacer para serlo, pero parece que sólo vas añadiendo un peso nuevo a tu carga. Y en días cómo estos, en los que los colores te abandonan, se difuminan, y sólo te queda en la paleta el blanco y el negros para componer el gris... ¿Quien no querría una isla desierta para naufragar, aunque sea hecha de recuerdos felices de la infancia??
ResponderEliminarBuen relato sin duda Elisa.
Un saludo
Todos buscamos refugio; ese lugar físico o imaginado donde sentimos que formamos parte de algo, donde la vida te arropa mientras susurra al oído que todo irá bien. Me ha gustado el paralelismo con el otoño, con ese portafolios desde el que caen los problemas y frustraciones como hojas secas, mientras el verde verano de su padre se ciñe a los recuerdos para encontrar algo de alivio a su situación.
ResponderEliminarUn relato inteligentemente bello, Elisa. Enhorabuena.
Un saludo.
Cuando los problemas nos ahogan, lo mejor es buscar refugio en tiempos felices. Aunque, incluso con brújula, no siempre resulta fácil encontrarlos. Buen micro, Elisa. Un saludo.
ResponderEliminarTodos tenemos nuestro portafolio pero también, afortunadamente, nuestros refugios: Una casita en un árbol, un paseo por la playa, un disco o un bolígrafo y un papel en blanco.
ResponderEliminarCuando todo nos desborda volvemos a sentirnos pequeñitos y niños, buscamos la felicidad de la inocencia y la sencillez de la vida.
ResponderEliminarUn 50 como mucho fondo y escrito de una manera estupenda.
Un beso Elisa.
Elisa, tu protagonista decide desprenderse de su vida que le agobia y volver a su refugio de la niñez, donde se siente seguro y vivir en libertad, si ataduras. Me ha gustado mucho. Felicidades! Besos
ResponderEliminar¡Oh, qué buen relato! y qué paradoja que unos papeles
ResponderEliminarse conviertan en unas cargas tan pesadas.
El único pero para tu protagonista es que como Robinson le tocará vivir solo. A ver si se lo repiensa.
Saludos cordiales, Elisa.
Muy bueno. Los recuerdos terapéuticos....Un abrazo y mi enhorabuena.
ResponderEliminarYo resumiría ese cúmulo de sensaciones de tu protagonista con la palabra desamparo, y nada como este para añorar la protección paterna que a casi todos nos brindó la infancia, e incluso intentar suplirla de algún modo con algo tan simbólico y representativo de ella y de aquel tiempo feliz. Me ha encantado, Elisa; sin duda es uno de mis favoritos del mes.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Muchas gracias a todos por vuestros generosos comentarios.
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