En la calle-lle veinticuatro-tro
Las niñas no se van a casa cuando cae el sol. Tienen un pintalabios para disfrazar las sonrisas que dibujan fingidas en el aire. Aparentan ser mujeres. Sueñan que no existen los monstruos.
Cuando nadie las ve juegan a hacer palmas, en la distancia. Cada una apostada en su esquina.
Escrito por Miguel Ibáñez - Twitter
Cuando nadie las ve juegan a hacer palmas, en la distancia. Cada una apostada en su esquina.
Excelencia hecha relato.
ResponderEliminarNada más que decir.
Tiene algo de fantástico este relato, no sé si son las sonrisas dibujadas en el aire o hacer palmas en la distancia.
ResponderEliminarMe gusta.
Saludos.
El alegre sin sentido de la infancia, ajena al dolor que se les puede causar. Siempre ha habido monstruos que se aprovechan de esa inocencia, y cuando las niñas lo descubren se cae la capa de la inocencia y se rebelan como mujeres asustadas. Siempre en contra del maltrato. Excelente micro. Abrazos.
ResponderEliminarJuegos infantiles en la edad de la inocencia bien plasmados en cincuenta palabras.
ResponderEliminarUn saludo.
Pablo.
Niñas a las que no se les deja serlo, abocadas a adelantar el estado adulto en su peor versión. El título es muy apropiado, evocador de una canción infantil al ritmo de la comba, cuando en realidad es una calle con esquinas que sirven de escaparate para la profesión más antigua del mundo.
ResponderEliminarSaludos
Qué bueno, qué bueno, qué bueno. Felicidades!!. Nada más que decir.
ResponderEliminarPor desgracia, a veces nos parece que la lucha contra la prostitución infantil nunca será suficiente pues siempre habrá criminales sin escrúpulos, aunados a los ambientes de pobreza y marginación en que sobreviven millones de personas. Sin embargo, relatos de denuncia como este abonan a la concientización y, quién sabe, tal vez salven a alguna niña/mujer de este destino.
ResponderEliminarMuy bueno.
Enhorabuena, anónim@.
Bravo, bravísimo. Niñas obligadas a prostituirse, historia dura donde las haya y magistralmente contada.
ResponderEliminarFelicidades, es de diez.
Besos.
Malu.
Éste, es sin duda un tema muy recurrente en 50 palabras y es que por mucho que se estire sigue dando muy buenos resultados, en todas sus variantes. Buen micro.
ResponderEliminarUn saludo,
Qué tristeza que historias como ésta puedan seguir siendo realidad...
ResponderEliminarQué bien contado.
Un saludo
Duro relato. La prostitución infantil acaba con la inocencia en sus cuerpos, pero no con su mente de niñas con ganas de seguir jugando y cantando canciones infantiles.
ResponderEliminarExcelente micro.
Besos
Hay algo de trágico en todas esas canciones infantiles y que resulta muy apropiado como banda sonora para este triste relato. En mi opinion es de lo mejor del mes. Suerte y enhorabuena. Ssludos.
ResponderEliminarTremendo este micro que empieza con inocentes juegos infantiles, y acaba mostrándonos la terrible realidad de la prostitución infantil. Es de los que hay que releerse varias veces para ir sacándole la esencia, con cada frase: "Aparentan ser mujeres. Sueñan que no existen los monstruos".
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo.
¡Vaya! Este relato tiene ese punto decadente de las medias rotas y los labios mal pintados.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Sin duda, los monstruos sí existen fuera de los sueños y son muy poderosos, casi tanto como la denuncia, la concienciación y la palabra.
ResponderEliminarEnhorabuena, autor@ anónim@.
Saludos
Una escena perfectamente dibujada de esos juguetes rotos que, pese a lo atroz de su situación, aún desisten de abandonar su inocencia, aferrándose a lo poquito que todavía les queda de ella. Me ha encantado el micro. Un saludo.
ResponderEliminarDesgarrador, mucho dolor en pocas palabras
ResponderEliminarMe ha enganchado ya el título. Maravilloso, felicidades!
ResponderEliminarMuy bueno la imagen que arroja ese párrafo final, desconocid@ 22.2. Esas niñas ya no serán princesas, sino presas de las brujas del desamparo, la crueldad y la codicia.
ResponderEliminarUn saludo.
Duro, sórdido y cruel ambiente el que han de vivir o sufrir estas niñas.
ResponderEliminarMe entristece.
Buen relato. Un saludo.
Buenísimo relato sobre la pérdida obligada de la inocencia del cuerpo, pero que la mente se niega a abandonar. Un abrazo.
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