Breve tiempo de inocencia
Decidimos aquel día jugar al escondite en el parque. La tercera vez que coincidí con Esteban tras un arbusto sonreí, por esa casualidad tan inocente; a la quinta me besó; a la sexta acarició mi pecho; en la séptima me dejé llevar... Ahora, mi niña tiene prohibido bajar a jugar.
¡Cómo era el tal Esteban! ¡De los de decir y hacer (y supongo que asimismo ciertamente arrebatador)!
ResponderEliminarMuy bueno, María Belén. Nos narras de una forma espléndida esos amores semiadolescentes, para terminar con una de las posibles consecuencias de los mismos.
Va mi me gusta porque así ha sido y también mi enhorabuena por este nuevo cincuenta.
Un beso.
Así debía ser Esteban, un poco truhan, un poco pillo, de los que pasan de jugar con ingenuidad a jugar con la inocencia de los primeros brotes de la alocada adolescencia.
EliminarLas consecuencias están servidas y ese infantil candor perdido.
Gracias José Antonio por tu comentario, tu like, tu lectura y por ser como eres.
Un beso grande.
¡Por dios, eso es tiranía! ¿cómo le prohíbe a la niña tener esa experiencia que la llevan, de a poco, a ser mujer? De repente somos padres y creemos que algunas de las cosas que hemos hecho son un error y no queremos que nuestros hijos los repitan, pero ellos ya vienen programados para cometer los que son propios de su tiempo y edad. Buena historia María Belén, me pone a reflexionar acerca de cómo criamos a nuestros hijos.
ResponderEliminarSaludos.
Educar siempre ha sido difícil y en estos tiempos en los que se han perdido valores creo que aún más.
EliminarSe procura protegerlos de aquellos errores cometidos por los padres, pero al final siempre se les da la libertad de experimentar, crecer, aprender, caerse y levantarse para hacerse fuertes. Es la vida... y hay que pasar por ella.Toda historia cuenta.
Gracias Beto por tu reflexión.
Saludos.
De algo ha de servir la experiencia, aunque no estoy seguro que a la pobre niña le haga mucha gracia. Opino que cada quien debe cometer sus propios errores pero, eso sí, no a una edad prematura.
ResponderEliminarMuy bueno, Mª Belén.
Saludos.
Así es. Todos tenemos derecho a equivocarnos y experimentar. No hay que prohibir si no aconseja y apoyar. Cada edad tiene un momento que hay que saber disfrutar, correr solo sirve para perderse lo ya nunca podrás volver a vivir.
EliminarGracias Vicente.
Saludos.
Siempre he creído que una de las tareas más difíciles de ser padre es la de permitir a los hijos el derecho a equivocarse pero sin que lleguen a arruinar su vida. Y ciertamente lo es, porque la mayoría recurrimos a la prohibición, circunstancia que reflejas estupendamente en tu historia de inocencia y miedo.
ResponderEliminarBuen relato, Belén.
Un abrazo.
La tarea más difícil, como bien dices, es educar en la libertad de sus decisiones. Cuando la vida te deja experiencias nada gratas, tratas de que no caigan en lo mismo y a veces es imposible evitarlo ni prohibirlo. Por ello es importante aconsejar, hablar y esperar que todo ello no les haga caer demasiado. La inocencia se pierde cuando se ausenta el miedo.
EliminarGracias Antonio .
Un abrazo.
Mucho ojo con "esas locas bajitas que se incorporan". Al pelo las dos últimas estrofas de la canción de Serrat:
ResponderEliminarNos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós
¡Qué mejor comentario a una virtuosa de la poesía!
Besos, Mª Belén.
Precioso comentario el tuyo Rafa, con banda sonora y todo. Canción que es poema y enseñanza que es vida.
EliminarHay que crecer de cada caída y aprender de cada herida.
Gracias por el comentario, la canción y aquello de virtuosa... Aprendiz siempre de todo y bien contenta por ello.
Un beso grande.
¡Extraordinario, Mª Belén! La ternura, ingenuidad y delicadeza con la que cuentas la historia engrandece el final que se adivina y se teme.
ResponderEliminarRequetebueno.
Graciassssss Patricia. La ingenuidad y la inocencia son presas fáciles. Un correr por la vida en la que se pierden paisajes y tienen consecuencias prematuras.
EliminarUn requetebeso guapa.
Genial, mi querida M.Belén. Los padres somos unos tiranos y hacemos lo mismo que hicieron con nosotros los nuestros, y qué mal nos sentaba. Claro que, al final, pasará siempre lo que tenga que pasar, por más prohibiciones que haya. Me encantó.
ResponderEliminarUn besazo.
Pablo.
Toda prohibición tiene un imán que nos atrae irremediablemente hacia ello. Por más que queramos proteger siempre habrá alguna rendija por la que escapar y experimentar. Solo que a veces trae consecuencias inesperadas.
EliminarGracias Pablo un placer tu lectura. Un beso enorme.
Buen relato Belen.
ResponderEliminarEsa madre podrá prohibir a su hija bajar al parque, pero el tiempo pasa y no siempre será asi. Hay que dejar que los hijos se equivoquen y cometan errores, nosotros podemos aconsejar.
Me ha gustado Belen.
Besos.
Sobre-proteger es un error, hay que dejar la libertad de equivocarse, de caer, de experimentar... Eso si, como bien dices, aconsejar, orientar y abrazar cuando la caída sea dolorosa.
EliminarGracias Javier.
Un beso grande.
Todo un gran relato en torno a un dilema y también al drama de los embarazos adolescentes. Bravo, tocaya, es una delicia leerte siempre. Eres una maestra de la prosa y la poesía. Muchos besos!
ResponderEliminarCuanto tiempo de inocencia se pierde por la inconsciencia de querer correr demasiado pronto... Cada edad tiene su momento, sus limites y su disfrute. Vivir en cada uno de ellos es saber vivir la vida con una sonrisa.
EliminarGracias Belén, siempre aprendiz de todo ya lo sabes, es nuestro tiempo de escribir disfrutar con ello.
Millones de besos bonita.
Caramba qué rapidez! Luego viene la prohibición. Y con ella supongo que, a la que tenga ocasión, la puede liar más gorda aún.
ResponderEliminarAy la educación de los hijos... gran tema.
Un beso M.Belén.
Todo tema que relacionamos con los hijos es un mundo complejo y delicado.
EliminarLa rapidez nunca es buena en la vida, no hay que dormirse, pero avanzar sabiendo cada paso que damos.
Gracias M Carme. Un besito reguapa.
De una forma gradual una cosa lleva a la otra, un inocente devaneo, experimental y temprano, puede desembocar en consecuencias serias e irreversibles. Es lógico esa reacción de la madre respecto a su hija, aunque nos pueda parecer irracional. Puedo asegurarte que conozco algún caso parecido. Un relato lleno de estilo y con una problemática muy bien planteada como trasfondo. Como se está poniendo febrero, pobre jurado.
ResponderEliminarUn abrazo grande, María Belén
Toda inocencia perdida de manera temprana es una pena y si además le sumamos la posible consecuencia aún es más grave. La vida cambia entera y la adolescencia termina con una responsabilidad muy grande.
EliminarProhibir no es la mejor manera de evitar, creo que la vía correcta es hablar, escuchar, aconsejar... después esperar que todo ello llegue a buen puerto.
Gracias Ángel. Un abrazo y un beso.
Qué delicada eres, Mª Belén, incluso cuando prohíbes.
ResponderEliminarImposible no dejarme llevar por la cadencia de tus palabras... que besan, acarician y se cuelan entre los pliegues de la piel.
Voy a regar el arbusto.
Un beso. Tiene que ser grande.
la delicadeza está en tu comentario y en la voz que pones al escribirlo.
EliminarEres todo sensibilidad y piel.
Gracias Bonita. Un beso como un arbusto de grande Maragarita.
Parece que para esa madre su experiencia en el amor fue prematura y traumática, así que quiere evitar que su hija pase por una vivencia similar. Teorizar es muy fácil en estos temas. Decir que equivocándose se aprende está muy bien, pero se puede aprender sin llegar a cometer grandes errores. Los que tenemos hijas, aun habiendo intentado educar en confianza y libertad, hasta que han pasado la adolescencia y primeros años de la juventud, hasta que han madurado y se han emancipado, siempre sentíamos cierta inquietud hasta que volvían a casa, esos días después de una cena o de una fiesta...
ResponderEliminarEn fin, como en todo, se trata de buscar el equilibrio. No quedarnos en el miedo, pero tampoco abrir la puerta de la libertad de golpe. Que "ese breve tiempo de inocencia", que da título a este interesantísmo relato, sea un poco más largo, y que se disipe con un aprendizaje en libertad pero sin traumas. Un tema que siempre estará de actualidad. Enhorabuena y un abrazo, Mª Belén.
Todo aquello que dices es cierto Juana. Educar en libertad es una labor importante y complicada. Hay que buscar ese equilibrio que quizás se encuentre en la confianza, en hablar y saber escuchar.
EliminarLos errores siempre están ahí, detrás de un arbusto o en una esquina, esperando que caigamos. Ojalá aprendiéramos sin necesidad de tropezar con ellos.
La vida adolescente...ese mundo que separa la inocencia de la responsabilidad o la maldad bien entendida.
Gracias. Un beso preciosa.
Mª Belén es un relato hermoso tu micro. Pero la vida es así. Aprender cuesta mucho. Y, aunque queramos proteger a nuestros hijos, ellos deben salvar sus propios errores. Abrazos.
ResponderEliminarPara aprender perder, que decían nuestras madres. Y así ha de ser aunque a veces cueste darles esas aladas que tendemos a vetarles. Gracias Carmen. Un beso.
EliminarSiente como su vida a cambiado, debido a lo que para ella era como un juego.Por eso intenta que su hija no repita sus pasos. Psicológicamente es entendible.
ResponderEliminarGran tema y difícil, el de la educación de los hijos. Yo creo, que es fundamental que los niños asuman riesgos y se equivoquen, si no acabarán convirtiéndose en adultos inmaduros. Las consecuencias de "atosigarla" sin respetar su ritmo pueden ser muy negativas.
Buen relato, Belén. Un beso.
Hay que educar respetando la libertad. Aconsejar, hablar y apoyar en los fallos y tropiezos que vayan teniendo. Madurar en sus caídas es ley de vida y sumir los riesgos es experimentar con ella.
EliminarGracias Olga. Besos.
Impresionante lo mucho que pueden dar de sí cincuenta palabras. Has creado toda una historia que nace en los juegos despreocupados de quienes aún no han perdido del todo la inocencia, y cuyas consecuencias obliga a renunciar al despertar suave de la adolescencia a la madurez de la protagonista, que tratará de evitar a toda costa que su hija vuelva a cometer el mismo error que ella. Muy bueno, María Belén. Un besazo grande, bonica.
ResponderEliminarE impresionante, acertado y claro es tu comentario. Dormir en la inocencia y despertar en una madurez temprana debe restar vida. Cada momento está para sacarle en jugo en su justa medida, si vas más allá desbordas el vaso y te ahogas en ella con todas sus consecuencias.
EliminarGracias cielo. Un beso enorme Matrioska.
Intenso y gran relato con una última frase que, además de trasladarnos hasta el presente, nos señala las consecuencias de aquella tarde de juegos.
ResponderEliminarComparto la opinión de algunos compañeros de que es preferible la libertad con conocimiento a la prohibición y el miedo, aprovechando de paso la experiencia ajena para aprender de ella. Aunque admito que no es tan fácil (mi niña tiene ahora 15 años, ¡ayyyy!).
Enhorabuena, Belén, por tan buena histora y por movernos al debate.
Un fuerte abrazo.
Así es Enrique. La libertad bien entendida y con la confianza como base para vivir la vida, equivocarte y levantarte. Difícil es la educación desde los primeros días, pero mucho más en ese espacio que roza la inocencia a la adolescencia. De todo se aprende y de todo se sale. Medida justa de prohibición y miedo.
EliminarSeguro que tu vas bien con tu niña :)
Gracias. Un beso grande.
"El que ha sido cocinero antes que fraile sabe lo que pase en la cocina" . Cuando somos padres queremos evitar que nuestros hijos hagan cosas que nosotros hicimos y que ahora no nos parecen correctas.
ResponderEliminarLo has contado muy bien Belén.
Enhorabuena!
Besos
El refranero popular es muy sabio, ese fraile le pone nota y este... "Más se sabe por diablo que por viejo" lo remata.
EliminarEl mundo visual de la adolescencia está un poco distorsionado, hasta que no se alcanza una madurez se ve todo al revés y con demasiada velocidad.
Gracias Pilar. Besos y abrazos.
Tengo que reconocer que al principio me estaba gustando el jueguecito detrás de los arbustos con Esteban, pero según iba avanzando, cada vez me gustaba menos.
ResponderEliminarAy, qué pena que los devaneos adolescentes acaben de esa manera...
Y lo de las prohibiciones, ahí sí que has abierto la caja de los truenos. Largo debate que dejaremos para otra ocasión (habla la madre de dos hijas, una de ellas preadolescente).
Beso grande querida María Belén, tan grande como tu relato.
Y tiene razón Ángel, pobre jurado este mes ...
Malu.
Todo juego en su comienzo es divertido e inocente, pero cuando va creciendo en intensidad se puede convertir en algo no deseado. Como ya he dicho antes cada edad tiene su manera de disfrutar la vida, correr solo puede servir para pasar de largo en ella.
EliminarGracias Malu, seguro que eres una madre diez.
Besos y más besos.
La protagonista perdió su inocencia y algo más detrás de aquel arbusto, pero no el instinto maternal de proteger a su hija de los Estébanes que acechan por el mundo. Y a pesar de que esa enseñanza es más vieja que la vida, conviene recordarla de tanto en tanto.
ResponderEliminarY más allá de la moralina, me ha gustado mucho el relato, Mª Belén, y la manera de contarlo.
Beso.
Todo Esteban acecha tras un arbusto. Es competencia de los padres prevenir de ello, aconsejando desde la propia experiencia. Nunca prohibir, solo decir y esperar que la enseñanza haga mella en sus actos.
EliminarGracias Carles. un beso grande.
Al final los sentimientos dulces del primer amor se convirtieron en amargos, que marcan no sólo a quien lo vivió, sino que lo intenta transmitir a sus descendientes. Nos guste o no nos guste, es un esquema ancestral de todas las culturas.
ResponderEliminarProfundo y bonito relato querida amiga.
Un beso.
Todo tan cierto lo que dices Isidro. Así es. la dulzura de la inocencia se puede convertir en amarga.
EliminarGracias siempre. Un beso encanto.
El tema me parece muy interesante, en la canción de Serrat, Esos locos bajitos, que menciona Rafa, el cantautor catalán dice: “Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma / nuestros rencores y nuestro porvenir”. Y eso es lo que ocurre en este microcuento, la hija paga las consecuencias de un trauma que sufrió su madre en los primeros años de su vida.
ResponderEliminarY me parece muy interesante el tema porque he visto cómo en las familias esos traumas que sufrió uno de sus miembros, los pagan los descendientes y, a veces, en varias generaciones. Lo que le pasó a la abuela o el abuelo lo pagan los hijos de estos que, a su vez, se lo transmiten a sus hijos. Claro está que cada uno lo sufre a su manera, que a cada uno le ocurren hechos diferentes, pero todos tienen esa misma raíz, parece la maldición del pecado original. En cierto modo, ocurre lo mismo con los países.
Un saludo, Belén y enhorabuena por tu microcuento.
Gracias Enrique. siempre tan acertado, dando con la clave del relato. Un pecado que transciende más allá de un simple error.
Eliminartrauma de adolescentes que sin quererlo se privan de la inocencia de crecer sin más responsabilidad que ser.
Un abrazo.
Es comprensible el miedo y la protección de los padres, pero la mejor protección es la educación, dándoles conocimientos y valores para que puedan decidir en libertad. Genial relato sobre el ciclo de la responsabilidad y de los miedos. Un abrazo, Mª Belén.
ResponderEliminarla libertad basada en la confianza y el dialogo. Los valores establecidos en una charla que solo pretende ser consejo para no caer en errores.
Eliminargracias Salvador por tu aportación tan válida.
Abrazos.
Muchas veces los padres quieren remediar sus vidas a través de las vidas de sus hijos. Nada más equivocado.
ResponderEliminarMuy bueno, Mª Belén.
Un beso grande.
Cada uno somos distintos, y cada vida merece ser vivida con sus éxitos y fracasos. Nada se remedia con la prohibición, solo con consejos y apoyo.
EliminarGracias Sandra. Un beso bonita.